Tobin, San Alfonso y la Iglesia “que acusa con el dedo”

Tobin, San Alfonso y la Iglesia “que acusa con el dedo”

Retrato del futuro cardenal redentorista, que considera la lucha entre facciones eclesiales «made in USA» una enfermedad contagiada por la «naturaleza dividida de la política nacional»

GIANNI VALENTE

La Iglesia en los Estados Unidos sufre de «balcanización» entre los fieles. Es la polarización de los católicos «entre la llamada derecha y la llamada izquierda, o entre las facciones progresistas y las facciones tradicionalistas», que contrapone a las personas en «campos ideológicos separados». Esto es lo que piensa sobre la catolicidad estadounidense el redentorista Joseph William Tobin, el arzobispo de Indianápolis a quien Papa Francisco quiso incluir en la lista de los 17 nuevos cardenales que recibirán el birrete rojo durante el Consistorio del próximo 19 de noviembre. El futuro purpurado hizo un diagnóstico sobre las enfermedades eclesiales «made in USA» en la primavera de 2014, cuando participó en la convención anual de la College Theology Society. Y trazó las particularidades de la esclerosis permanente del «dedo apuntado» contra los demás para condenar, denigrar y burlarse del «enemigo». La describió como una especie de enfermedad auto-inmune, una incapacidad de «examinar humildemente la distancia entre nuestros ideales y el momento presente, que es el punto de partida para una vida de continua conversión».

El recorrido humano y espiritual de “Joe” Tobin, debido a su naturaleza, su fortuna y sus encuentros fortuitos, lo ha mantenido siempre a una saludable distancia de la rigidez y de la polarización que han pesado durante décadas sobre una gran parte del catolicismo, y no solo en los Estados Unidos. Nació en 1952 en una familia de origen irlandesa, y fue el primero de 13 hermanos; creció en la ciudad de Detroit, en donde su vocación religiosa floreció cerca de casa, por ordinaria «proximidad» parroquial, en la iglesia del barrio a la que asistía una consistente comunidad hispana y de la que se ocupaban los Redentoristas. En la Congregación que fundó Alfonso María de’Liguori, el santo amigo de los pecadores, patrón de todos los confesores, Tobin emitió los votos temporales en 1972 y los votos definitivos en 1976, cuando tenía 24 años. Mientras que en Roma la Pontificia Academia Alfonsina (el instituto de teología moral de los Redentoristas) sigue la figura y la línea teológica de Bernard Häring, el joven Tobin estudia en las instituciones estadounidenses, hasta obtener la licenciatura en Teología pastoral (en el Mount Saint Alphonsus Major Seminary, en Esopus, Nueva York). Durante los mismos años, más que al estudio y a la academia, emplea sus energías juveniles en la actividad pastoral (primero como vice-párroco y después como párroco) en la misma parroquia de Detroit en la que nació su vocación y en donde hasta finales de los 90 desempeñó su ministerio sacerdotal entre las comunidades hispanas. Allí, de 1980 a 1986, fue Vicario episcopal.

Tobin se mudó a Roma por primera vez durante un periodo prolongado en 1991, cuando fue elegido Consultor general de los Redentoristas. Su misión romana se dilató porque sus hermanos lo eligieron por dos mandatos consecutivos (de 1997 a 2009) como Superior general de la Congregación. En 2003 se convirtió también en vicepresidente de la Unión de Superiores Generales, y se ocupó de las relaciones entre ese ente y el Dicasterio vaticano para los religiosos. Pero más que llevarlo a los pasillos y corredores vaticanos, sus tareas lo llevaron a viajar a 70 países y a conocer, «desde dentro», las desastrosas crisis y las posibilidades de florecimiento que caracterizan a las comunidades de los religiosos y de las religiosas en todo el mundo. Por ello Papa Benedicto XVI pensó en él cuando tuvo que elegir a un nuevo Secretario para la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en el verano de 2010.

Tobin, que fue ordenado arzobispo debido a su nombramiento vaticano, asumió el encargo justamente en la fase de tensiones entre los Palacios vaticanos (la Congregación para los Religiosos y el ex Santo Oficio) y gran parte de las Congregaciones religiosas femeninas estadounidenses, que se encuentran representadas por la Leadership Conference of Women Religious (LCWR). Los dicasterios vaticanos pusieron en marcha investigaciones y visitas apostólicas para verificar la ortodoxia y la «cohesión» disciplinaria de las monjas estadounidenses, a las que se reprochará, particularmente, el apoyo a la reforma sanitaria impulsada por Barack Obama y denunciada por los militantes «pro-life» y buena parte de los obispos del país, debido a las modalidades de financiamiento público de abortos y métodos anticonceptivos. En el otro bando, entre las monjas estadounidenses, algunas llegan incluso a decir que las visitas apostólicas del Vaticano son una nueva «cacería de brujas». Tobin entró en escena y evitó los tonos exasperados. En 2020, después de que la Congregación para la Doctrina de la Fe hubiera publicado el informe doctrinal sobre la LCWR, el Secretario reconoció públicamente que las modalidades generales de la intervención vaticana provocaron una atmósfera pesada, que no se favoreció el diálogo y que muchas monjas percibieron que «alguien estaba diciéndoles que sus vidas no eran leales ni eran vividas según la fe». La «blogósfera» neorigorista se ensañó con extrema velocidad en contra de Tobin, por su enfoque dialogante, «inusual para un prelado vaticano de alto nivel».

En octubre de 2012, a poco más de dos años de su nombramiento vaticano, el redentorista es nombrado arzobispo de Indianápolis. La lectura que hicieron los circuitos mediático-clericales del nombramiento hizo eco casi unánimemente (como un reflejo) a la lógica clásica del “promoveatur ut amoveatur”: una “promoción” para alejarlo después de que se hubiera manifestado una incompatibilidad con las tendencias curiales entonces dominantes. Tres años más tarde, durante su visita a los Estados Unidos, Papa Francisco agradeció con palabras llenas de afecto a las «indisciplinadas» monjas estadounidenses («¿Qué sería de la Iglesia sin ustedes? Mujeres fuertes, luchadoras. Con ese espíritu de valentía que las pone en primera línea en el anuncio del Evangelio»). El enfoque que había desplegado Tobin con las monjas de Estados Unidos ya no revelaba en esa época una afiliación redentorista a ningún grupito ideológico clerical. Por su temperamento, el futuro cardenal se muestra poco propenso a inmiscuirse en conformismos clericales, de vieja y nueva alcurnia. En 2010, mientras frente a los escándalos sexuales y a la pederastia en la Iglesia muchos se complacían con consignas fragorosas sobre la «tolerancia cero», Tobin repetía que lo único que urgía era «pedir a Dios que ponga su dedo, el Espíritu Santo, en nuestras orejas» para superar el funcionalismo exasperado, la aprehensión por los abusos sexuales y por la disminución de las vocaciones, que cubren todo y que nos vuelven sordos (como sucedió justamente ese año con el «escándalo de las vuvuzelas», las trompetas ensordecedoras de plástico que se usan en los estadios de futbol, sobre todo en el mundial de Sudáfrica).

Afrontar los problemas desde dentro, tratar de deshacer los nudos con paciencia, sin asumir posturas plásticas frente a las cámaras de los medios de comunicación. Así es como se mueve el arzobispo Tobin, que en los últimos años, en Indianápolis, no ha dejado de contraponerse elegantemente al gobernador local, que le pedía que suspendiera los programas de acogida de la arquidiócesis a favor de los refugiados sirios. En el gran país americano, en donde muchos invocan y construyen muros de protección para bloquear el flujo de migrantes, Tobin sabe perfectamente bien que muchos sectores de la Iglesia local siguen desorientados con el magisterio de Papa Francisco, y que tratan de superar el malestar encasillando sus gestos y palabras en la manoseada cuadrícula que contrapone a progresistas y conservadores: «Me doy cuenta», dijo el futuro cardenal redentorista en su discurso del 2014 en la College Theology Society, «de todo lo inquietante que resulta Papa Francisco para la jerarquía católica de los Estados unidos… Había una imagen determinada de lo que significa ser un líder pastoral en este país, y Papa Francisco la está desorientando. Creo que hay una cierta resistencia con respecto a un modo diferente de llevar a cabo la misión evangélica encomendada a la Iglesia. Y entonces, recemos por la salud de Papa Francisco».

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