Los ejercicios y las misiones, entre los legados de san Ignacio

Los ejercicios y las misiones, entre los legados de san Ignacio

El 31 de julio es la festividad del santo de Loyola, fundador de los jesuitas y declarado patrono de los ejercicios espirituales. Fue el pionero de las misiones en los cuatro continentes para anunciar el Evangelio.

“Como san Ignacio de Loyola, dejemos que el Señor Jesús nos conquiste y, guiados por Él, pongámonos al servicio del prójimo”. Así recordó por Twitter el Papa Francisco, jesuita, a su santo fundador.

El día 31 de julio la Iglesia celebra la festividad de San Ignacio de Loyola, el joven que llevaba una vida frívola y que tras una profunda conversión fundó de la Compañía de Jesús.

Según se narra en su autobiografía, Ignacio de Loyola se considera a sí mismo un peregrino. Y en su peregrinaje, se despoja de todo aquello que sobra a su propósito “de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima”.

A orillas del río Cardener, en Manresa, siente que se le “empiezan a abrir los ojos del entendimiento” y “siente una iluminación tan grande, que todas las cosas le parecían nuevas”. Alojado durante unos meses en una cueva del lugar, redacta el Libro de los Ejercicios Espirituales.

Su meta: ser con Jesús, avanzar en su compañía, contemplar desde el espíritu la vida de Jesús y acometer su misma misión de transmitir el Evangelio a todos los pueblos del mundo, sin importar el color, la cultura o la religión. Ser la Compañía de Jesús.

Ignacio se convierte en el maestro del espíritu, agrupando en sus Ejercicios una serie de pautas y prácticas, capaces de llevar el alma tan cerca de la experiencia de Dios como le sea posible, según sus capacidades y disposición de ánimo.

El santo, nombrado Patrono de los Ejercicios Espirituales por el Papa Pío XI, demuestra que es posible ser testigos del paso de Jesús por el mundo a través de la contemplación del Evangelio, y llegar al discernimiento; encontrarse con el lugar donde la gracia de Dios es infinita dentro de cada uno y elevar el entendimiento y el ánimo, para comprender mejor la voluntad de Dios.

A la muerte de san Ignacio, la Compañía ya tenía misiones en los cuatro continentes y a lo largo de la historia han sido muchos los santos de la orden y los frutos a la hora de impulsar y dar forma al mensaje teológico, según las necesidades y expresiones de cada tiempo, en sus casi cinco siglos de historia (200 años desde la refundación).

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