Venezuela: “El gobierno se hace el sordo y el mudo”

Venezuela: “El gobierno se hace el sordo y el mudo”

En entrevista el arzobispo de Mérida, Baltazar Porras, relata la difícil situación producto de la crisis política y revela que el presidente Nicolás Maduro no respondió a la carta que hace unos días le envió el Papa Francisco exhortándolo a abrirse al diálogo con la oposición

Por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ - CIUDAD DEL VATICANO 

“La publicidad oficial nos presenta un mundo que no existe”. Venezuela vive una profunda crisis política que el gobierno busca infructuosamente esconder. La Iglesia insiste con fuerza en llamar al diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, que impulsa un referéndum para revocar al presidente de su puesto. En entrevista con el Vatican Insider el arzobispo de Mérida y ex presidente de la Conferencia Episcopal del país, Baltazar Porras Cardozo, habló sobre la delicada situación en el país sudamericano.   

¿Cómo está la situación en Venezuela?  

Es una situación que cada día empeora porque la falta de trabajo, de alimentos y medicamentos, la creciente violencia nos pone ante una situación límite, en la cual lamentablemente pareciera que las autoridades están ausentes. Llama mucho la atención que toda la publicidad oficial nos presenta un mundo que no existe. A nosotros nos toca estar con la base, con la gente, curar sus dolores, acompañar la muerte, ver situaciones absurdas como niños y personas mayores que, por falta de un medicamento sencillo, empeoran su vida o, muchas veces, mueren. La vida es el valor supremo, por encima de cualquier poder y cualquier ideología. El enfrentamiento produce sólo males.  

¿Qué rol está jugando la Iglesia y qué quiere para el país?  

Queremos fundamentalmente la paz y eso únicamente se logra con el diálogo, el entendimiento, el respeto al otro y no con ese lenguaje permanente de violencia y de rechazo que se manifiesta en lo verbal pero que, lamentablemente, tiene una expresión en la violencia física que nos hace ser, en este momento, el país con mayor número de muertes violentas en la región.   

¿Qué pasó con la carta dirigida por el Papa al presidente Nicolás Maduro hace algunas semanas atrás?  

El Papa mandó una carta, se sabe que existió pero el gobierno se ha hecho el sordo y el mudo, porque ni siquiera confirmó haberla recibido. No sabemos su contenido exacto pero nos imaginamos que no va más allá del decir: “Hay que entenderse, hay que dialogar, hay que actuar para buscarle solución a los problemas”.  

El Papa está preocupado. ¿Se podría esperar otro gesto suyo además de la carta?  

Es necesaria la creatividad, aunque pareciera que tenemos en frente a un muro infranqueable. A los males producidos por los seres humanos nosotros mismos podemos encontrarles solución, sin caer en la desesperanza. No es fácil, sobre todo cuando se tiene un control absoluto de los poderes y cuando existe una amenaza que produce miedo en la gente, pero también hay coraje y un deseo de que las futuras generaciones puedan tener una vida mejor de la actual. 

 

Hace unos días el ministro de exteriores del Vaticano, monseñor Paul Gallagher, debió cancelar un viaje que ya estaba anunciado a Venezuela, ¿qué pasó?  

Forma parte de esto mismo. Lógicamente la presencia de un representante de tan alto nivel como monseñor Gallagher hacía esperar, como mínimo, que el gobierno lo recibiese y que otros sectores interesados en hablar, plantearle sus problemas, lo pudieran hacer. Parece que esto no fue posible.   

¿Hubo un condicionamiento del gobierno?  

Seguramente, de otra manera no se explica una cancelación de una visita que podría ser normal, como en cualquier parte del mundo.   

Todos estos acontecimientos: la carta del Papa, la visita cancelada, los llamados al diálogo tan perentorios, dan la sensación que no queda mucho tiempo para evitar un baño de sangre. ¿Los obispos tienen temor por un estallido social grave?  

Por eso la lucha permanente para que se encuentre una solución pacífica y para que no se imponga la violencia, porque los primeros que la pagarán serán los pobres. Sería la justificación para aplicar un régimen más totalitario, que pudiera llamarse abiertamente dictatorial, puesto que uno de los males de nuestro país es el irrespeto a todo lo institucional, a todas las leyes y lógicamente, cuando la sociedad se siente desnuda porque quienes gobiernan lo hacen a su antojo, se producen mayores males. 

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