“Quien olvida los propios pecados se vuelve funcionario del Reino de Dios”

“Quien olvida los propios pecados se vuelve funcionario del Reino de Dios”

Durante la misa matutina en la Casa Santa Marta, el Papa, que hace 65 años descubrió la propia vocación sacerdotal, habló sobre san Mateo y subrayó la «memoria» de la misericordia de Dios

En el aniversario de la propia vocación sacerdotal, el Papa Francisco volvió a reflexionar sobre la figura de san Mateo, publicano convertido, para insistir en la necesidad de «tener memoria de nuestros pecados, la memoria de que el Señor tuvo misericordia de mis pecados y me eligió para ser cristiano, para ser apóstol». Lo hizo durante la misa matutina de hoy, viernes 21 de septiembre, en la Capilla de la Casa Santa Marta, en la que advirtió que «quien olvida sus orígenes y comienza a hacer carrera» al final será simplemente «un funcionario del Reino de Dios». 

  

En este día de la memoria litúrgica de San Mateo, de hace 65 años (el 21 de septiembre de 1953), Jorge Mario Bergoglio descubrió la propia vocación sacerdotal, tanto que el lema del Papa Francisco, “Miserando atque eligendo”, es de las homilías de Beda el Venerable, quien, al comentar el episodio evangélico de la vocación de Mateo, escribió: «Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me» («VidVio Jesús a un publicano y, como lo vio con sentimiento de amor, lo eligió; le dijo: “Sígueme”»). 

  

Mateo, el republicano, era, pues, un corrupto «porque por dinero traicionaba a la patria. Un traidor de su pueblo: lo peor». Algunos pueden pensar, dijo Francisco, según indicó el sitio Vatican News, que Jesús «no tiene sentido común para elegir a la gente», porque además de Mateo, eligió a muchos otros tomándolos «del lugar más despreciado». Así lo hizo con mujer samaritana y con muchos otros pecadores, constituyéndolos apóstoles. 

  

Y luego, en la vida de la Iglesia, muchos cristianos, muchos santos que han sido escogidos de lo más bajo... escogidos de lo más bajo. Esta conciencia que los cristianos debemos tener -de donde fui elegido, de donde yo fui elegida para ser cristiano- debe permanecer a lo largo de toda la vida, permanecer allí y tener la memoria de nuestros pecados, la memoria de que el Señor tuvo misericordia de mis pecados y me eligió para ser cristiano, para ser apóstol. 

  

  

El Papa describió entonces la reacción de Mateo a la llamada del Señor: no se vistió de lujo, no empezó a decir a los demás: yo soy el príncipe de los Apóstoles, aquí mando yo. «¡No! Trabajó toda su vida por el Evangelio». 

  

Cuando el Apóstol olvida sus orígenes y comienza a hacer carrera, se aleja del Señor y se convierte en un funcionario; eso hace mucho bien, quizás, pero no es un Apóstol. Será incapaz de transmitir a Jesús; será un armador de planes pastorales, de muchas cosas; pero al final, un hombre de negocios. Un hombre de negocios del Reino de Dios, porque olvidó de dónde fue elegido. 

  

Por eso, continuó Francisco, es importante la memoria de nuestros orígenes: «Esta memoria debe acompañar la vida del Apóstol y de todo cristiano».  

  

En vez de mirarnos a nosotros mismos, sin embargo, somos llevados a mirar a otros, a sus pecados y a hablar de ellos. Una costumbre que hace estar mal. Es mejor acusarse a sí mismo, sugiere el Papa, y recordar de dónde nos eligió el Señor, trayéndonos aquí. El Señor, dice Francisco, cuando elige, elige para algo grande. «Ser cristiano es algo grande, hermoso. Nosotros somos los que nos alejamos y queremos quedarnos a medio camino». A nosotros nos falta generosidad y negociamos con el Señor, pero Él nos espera.  

  

A la llamada, Mateo renuncia a su amor, al dinero, para seguir a Jesús. Y, dijo el Papa, invita a los amigos de su grupo a almorzar con él para celebrar al Maestro. Así, en esa mesa se sentó «lo peor de lo peor de la sociedad de la época. Y Jesús con ellos». 

  

Y los doctores de la ley se escandalizaron. Llamaron a los discípulos y les dijeron: «¿Por qué hace esto vuestro Maestro con esta gente? Pero, ¡se vuelve impuro!»: comer con un impuro te contagia la impureza, no eres puro. Y Jesús toma la palabra y dice esta tercera palabra: «Vayan y aprendan lo que significa ‘misericordia quiero, y no sacrificios’. La misericordia de Dios busca a todos, perdona a todos. Sólo te pide que digas: ‘Sí, ayúdame’. Eso es todo». 

A los que se escandalizan, Jesús les responde que no son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos y: «Misericordia quiero, y no sacrificios». «Comprender la misericordia del Señor –concluyó Francisco- es un misterio; el misterio más grande, más bello, es el corazón de Dios. Si quieres llegar precisamente al corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia». 

  

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