El Papa: “Los fuertes ayudan a los débiles, no hay serie A y serie B”

El Papa: “Los fuertes ayudan a los débiles, no hay serie A y serie B”

En la Audiencia general, Francisco hizo un llamado por el agua, «bien de todos», y animó a Migrantes: «La de los refugiados es la tragedia más grande después de la Segunda Guerra Mundial»

Por IACOPO SCARAMUZZI

 

No hay personas fuertes de “serie A” ni personas débiles de “serie B”, porque «quien experimenta en la propia vida el amor fiel de Dios y su consolación es capaz, es más, está en el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y de encargarse de sus fragilidades», sin “auto-complacencia” ni “presunción”. Lo afirmó Papa Francisco durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, durante la que subrayó que «estamos llamados a estar siempre a disposición de los demás, con una sonrisa y una mano tendida a quienes están en dificultades, convirtiéndonos en verdaderos sembradores de esperanza». El Papa también hizo un llamado por la jornada del agua, «bien de todos», que promueve la ONU, y animó a los directores de la fundación Migrantes a acoger e integrar a los refugiados frente a la «tragedia más grande después de la Segunda Guerra Mundial». 

 

El Papa prosiguió su ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana citando la Carta a los Romanos en la que San Pedro explica «dos actitudes cuanto más importantes para nuestra vida y para nuestra experiencia de fe: la perseverancia y la consolación». La perseverancia, o paciencia, es la «capacidad de soportar, cargar sobre los hombros –dijo el Papa haciendo un gesto con las manos–, es decir permanecer fieles, incluso cuando el peso parece volverse demasiado grande, insostenible, y estamos tentados de juzgar negativamente y de abandonar todo y a todos». La consolación, en cambio, «es la gracia de saber acoger y mostrar en toda situación, incluso en las que marcan la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios». En este sentido, el apóstol escribe: «Nosotros, los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos». «Esta expresión “nosotros, los que somos fuertes” –explicó el Papa argentino– podría parecer arrogante, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así, es más, es justamente lo contrario porque nuestra fuerza no viene de nosotros, sino del Señor. Quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación está en grado, es más, en el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de sus fragilidades. Si nosotros estamos cerca al Señor, tendremos esta fortaleza para estar cerca a los más débiles, a los más necesitados y consolarlos y darles fuerza». 

 

Y podemos hacerlo, recordó Francisco, «sin auto-complacencia, sino sintiéndose simplemente como un “canal” que transmite los dones del Señor; y así se convierte concretamente en un “sembrador” de esperanza. Es esto lo que el Señor nos pide a nosotros, con esa fortaleza y esa capacidad de consolar y ser sembradores de esperanza. Y hoy, se necesita sembrar esperanza, ¿eh? No es fácil. El fruto de este estilo de vida no es una comunidad en la cual algunos son de “serie A”, es decir, los fuertes, y otros de “serie B”, es decir, los débiles. El fruto en cambio es, como dice Pablo, “tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús”. La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en el compartir, en el servicio recíproco. Porque incluso quien es “fuerte” se encuentra antes o después con la experiencia de la fragilidad y de la necesidad de la consolación de los demás; y viceversa en la debilidad se puede siempre ofrecer una sonrisa o una mano al hermano en dificultad. Y así es una comunidad que “con un solo corazón y una sola voz, glorifica a Dios”. Pero todo esto es posible si se pone al centro a Cristo, su Palabra, porque Él es el “fuerte”, Él es quien nos da la fortaleza, quien nos da la paciencia, quien nos da la esperanza, quien nos da la consolación. Él es el “hermano fuerte” que cuida de cada uno de nosotros: todos de hecho tenemos necesidad de ser llevados en los hombres del Buen Pastor y de sentirnos acogidos en su mirada tierna y solícita». 

 

Al principio de la audiencia el Papa invitó a que se subieran con él al papamóvil a cinco chicos (dos chinos y tres sicilianos) para que lo acompañaran en su acostumbrada vuelta entre los fieles. Y concluyó la audiencia invitando «a todas las comunidades a vivir con fe la cita del 23 y del 24 de marzo para volver a descubrir el Sacramento de la reconciliación: “24 horas para el Señor”». Expresó su deseo de que «también este año tal momento privilegiado de gracia del camino cuaresmal sea vivido en muchas iglesias para experimentar el encuentro alegre con la misericordia del Padre, que acoge a todos y perdona». 

 

El Papa dirigió un saludo cordial a los que participan en el congreso de hoy sobre “Watershed: Replenishing Water Values for a Thirsty World”, promovido por el Pontificio Consejo para la Cultura y por el Capítulo Argentino del Club de Roma: «Justo –recordó Bergoglio– hoy se celebra el Día Mundial del Agua, instituido hace 25 años por Naciones Unidas, y ayer se celebró el Día Internacional de los Bosques. Me alegro por este encuentro, que marca una nueva etapa en el compromiso conjunto de varias instituciones para sensibilizar sobre la necesidad de tutelar el agua como bien de todos, valorizando también sus significados culturales y religiosos. Aliento en especial vuestro esfuerzo en el campo de la educación, con propuestas dirigidas a los niños y a los jóvenes». 

 

Francisco saludó particularmente a los que participan en el encuentro para Directores Migrantes y los animó «a proseguir en su compromiso para impulsar la acogida y la hospitalidad de los refugiados, favoreciendo su integración, teniendo en cuenta los derechos y deberes recíprocos para el que acoge y el que es acogido. No olvidemos que esta tragedia de los refugiados, de los emigrantes es la tragedia más grande después de la Segunda Mundial». 

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