“Lloré por ti”; las lágrimas de Francisco por un chico abandonado por su madre

“Lloré por ti”; las lágrimas de Francisco por un chico abandonado por su madre

Han dado a conocer el contenido del diálogo sostuvo el Papa con un grupo de huérfanos rumanos, el pasado 4 de enero, que reciben la asistencia de la ong “FDP protagonisti nell’educazione”. «¿Por qué sufren los niños? No hay una respuesta humana». «Ni siquiera podemos decir que Judas no haya ido al Cielo»

El Papa Francisco confesó que lloró al leer la pregunta que le envió un joven de Rumanía “rechazado” dos veces por su madre: la primera vez cuando tenía dos meses de vida y fue abandonado en un orfanato; la segunda, a los 21 años, cuando, después de haberla encontrado, vivió con ella durante dos semanas «pero no se comportaba bien conmigo, por lo que me fui». «Mi padre murió. ¿Qué culpa tengo yo si ella no me quiere? ¿Por qué no me acepta?», fueron las preguntas del chico. 

  

Francisco se encontró con él en el Vaticano y con un grupo de huérfanos rumanos que reciben la asistencia de la ong “FDP protagonisti nell’educazione”, y admitió su fuerte conmoción: «Quiero ser sincero contigo. Cuando leí tu pregunta, antes de dar instrucciones para hacer el discurso, lloré. Te estuve cerca con un par de lágrimas. Porque, no sé… me diste mucho; los demás también, pero tú me agarraste con las defensas bajas. Cuando se habla de la mamá siempre hay algo… y en ese momento me hiciste llorar», dijo en el encuentro que se llevó a cabo el pasado 4 de enero en privado (tanto que ni siquiera estaba programado en la agenda pública del Papa). La Sala de Prensa vaticana dio a conocer hoy la información. 

  

En el grupo que se reunió con el Pontífice había chicos y chicas, algunos casi niños, otros ya jóvenes padres. Todos iban acompañados por Simona Carobene, responsable de la ong “FDP”. Llevaban preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la enfermedad y sobre los pecados, sobre el dolor que provoca el abandono de los propios padres, sobre las dificultades para mantener vínculos duraderos o de aceptar las respuestas de una Iglesia que, a veces, parece construir más “muros” que “puentes”. 

  

  

«Muchos “por qué”», dijo Bergoglio, quien trató de responder a casi todas las cuestiones que le planteaban. Casi, porque «nunca se puede responder del todo a una pregunta que viene del corazón» y porque algunas preguntas solo las puede responder Dios. «En la vida hay muchos “por qué” a los que no podemos responder. Solo podemos ver, escuchar, sufrir, llorar», dijo. 

  

La pregunta del joven abandonado por su madre, por ejemplo, es uno de esos “por qué” que no tienen respuesta. «No es una cuestión de culpa –explicó el Papa Francisco–; es una cuestión de grandes fragilidades de los adultos, debidas, en este caso, a tanta miseria, a tantas injusticias sociales que aplastan a los pequeños y a los pobres, y también debido a tanta pobreza espiritual». Es el fruto de «un sistema social equivocado, inhumano, que endurece los corazones, que te lleva a equivocarte», que no nos deja «encontrar el camino correcto». Y esta «pobreza espiritual endurece los corazones y provoca lo que parecería imposible: que una madre abandone al propio hijo». 

  

Sin embargo, el Papa está seguro: «Tu mamá te ama, pero no sabe cómo hacerlo, no sabe cómo expresarlo. No puede porque la vida es dura, es injusta. Y ese amor que está encerrado en ella, no sabe cómo decirlo, no sabe cómo acariciarte». El Pontífice pidió «rezar para que un día pueda enseñarte ese amor», y animó: «No seas escéptico, ten esperanza». 

  

Esta «fragilidad» de los adultos, según el Pontífice argentino, es la misma que lleva a algunos padres a amar a sus niños cuando están sanos, mientras «a los que están enfermos o que tienen problemas no», como escribió otro de los jóvenes que participó en el encuentro. «Frente a las fragilidades de los demás, como las enfermedades, hay algunos adultos que son más débiles, no tienen la fuerza suficiente para soportar las fragilidades. Y esto porque ellos mismos son frágiles», explicó el Papa utilizando una metáfora: «Si yo tengo una piedra grande, no puedo apoyarla sobre una caja de cartón, porque la piedra aplasta el cartón…». 

  

«Hay padres que son frágiles, porque son hombres y mujeres con sus límites, con sus pecados, y las fragilidades que llevan dentro, y tal vez no tuvieron la suerte de ser ayudados cuando ellos eran pequeños. Y así, con esas fragilidades, siguen adelante en la vida porque no fueron ayudados, no tuvieron la oportunidad que hemos tenido nosotros de encontrar a una persona amiga que nos tome de la mano y nos enseñe a crecer y a hacernos fuertes para vencer esa fragilidad». «Es difícil recibir ayuda de padres frágiles, y a veces somos nosotros los que debemos ayudarlos», observó el Papa. Pero, «en lugar de reprochar a la vida porque me ha dado padres frágiles y yo no soy tan frágil, ¿por qué no cambiar la cosa y dar gracias a Dios, gracias a la vida porque yo puedo ayudar la fragilidad del padre, para que la piedra no aplaste la caja de cartón?». 

  

El Papa también disipó las dudas de un chico que, el año pasado, el día del Jueves Santo, vio morir a uno de sus amigos en el orfanato. «Un sacerdote ortodoxo nos dijo que murió como pecador, y que por eso no irá al Paraíso. Yo no creo que sea así», reveló el joven. Y el Papa Francisco respondió sin dudar: «Tal vez ese cura no sabía lo que estaba diciendo, tal vez ese día ese cura no se sentía bien, tenía algo en el corazón que le hizo responder así. Ninguno de nosotros puede decir que una persona no ha ido al Cielo. Te digo una cosa que tal vez te sorprende: ni siquiera podemos decirlo sobre Judas. Tú recordaste a tu amigo que murió. Y recordaste que murió el Jueves Santo. Me parece muy raro eso que escuchaste decir a ese sacerdote; habría que comprender mejor, tal vez no fue entendido bien… Como sea, te digo que Dios quiere levarnos a todos al Paraíso, sin excluir a nadie». 

  

Él es el Buen Pastor que «siempre está en camino» para encontrar a las ovejas perdidas, y «no se espanta cuando nos encuentra, aunque estemos en un estado de gran fragilidad, aunque estemos sucios de pecados, aunque estemos abandonados por todo y por la vida, Él nos abraza y nos besa». Por ello no hay que escandalizarse ni dudar si es justo seguir yendo a la iglesia, puesto que «luego nos equivocamos otra vez, y seguimos siendo pecadores». Es más, se trata precisamente de lo contrario: ir a la iglesia, dijo Francisco respondiendo a otra pregunta, «sirve para ponernos frente a Dios tal y como somos, sin “maquillarnos”». «Si yo voy a la iglesia para hacer finta de ser una buena persona, esto no sirve. Si vado a la iglesia porque me gusta escuchar la música o porque me siento bien, no sirve. Sirve si, al principio, cuando entro a la iglesia, puedo decir: “Heme aquí, Señor. Tú me amas y yo soy pecador. Ten piedad de nosotros”». Y así Dios «nos trabaja el corazón», como «arcilla en las manos del artesano», y su amor «ocupa el lugar de nuestro egoísmo». 

  

En cambio, es más difícil dar una respuesta al «por qué» hay niños que sufren en el mundo. «¿Quién puede responder a esto? Nadie», admitió el obispo de Roma. Son preguntas que «no tienen una respuesta humana, sino solamente divina». Lo único que sabemos es que el fin de Dios es «la curación (el Señor cura siempre) y la vida». Es decir: «Dios, ante tantas situaciones feas en las que nosotros podemos encontrarnos desde pequeños, quiere curarlas, resanarlas, quiere llevar vida allí donde hay muerte». 

  

El Papa consoló, al final, a una mujer que encomendó a su niña a un orfanato: «Algunas personas me juzgan porque no soy una buena madre. En cambio yo creo que mi hija está bien y que decidí correctamente, incluso porque nos vemos a menudo», dijo ella. «Estoy de acuerdo contigo», respondió el Papa, porque a veces «puede ser una ayuda en ciertas situaciones difíciles». «Lo importante es que todo sea hecho con amor, con cuidado para las personas, con gran respeto. Comprendo que a menudo te sientas sola. Te aconsejo que no te cierres, que busques la compañía de la comunidad cristiana: Jesús ha venido para formar una nueva familia, su familia, en la que nadie está solo y en la que todos somos hermanos y hermanas». 

  

«A veces –añadió el Pontífice– la comunidad de los hermanos y de las hermanas cristianos nos ayuda así. Encomendarse los unos a los otros. No solo a los niños. Cuando uno siente algo en el corazón, se encomienda a la amiga, al amigo y saca del corazón ese dolor». Y este «encomendarnos fraternalmente los unos a los otros» es «muy bello» y es la herencia que nos ha dejado Jesús. 

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