La iglesia y su encuentro fraterno de construir Argentina, nuestra casa, sobre roca

La iglesia y su encuentro fraterno de construir Argentina, nuestra casa, sobre roca

Celebramos 200 años de nuestra Independencia. Esta jornada nació en un lugar, la Casa de Tucumán.

La imagen de la casa la hemos asumido los obispos argentinos en el documento: Bicentenario de la Independencia, Tiempo para el encuentro fraterno de los argentinos para poder reflexionar sobre nuestro país, considerando a la Argentina una casa que nos cobija a todos.

Jesús nos dice en el evangelio: el que escucha mis palabras y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que construyó su casa sobre roca. En cambio el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato que edificó su casa sobre arena.

Es bueno que hoy recibamos con humildad y sencillez de corazón este mensaje y reflexionemos juntos si en esta porción del extremo sur del país escuchamos y ponemos en práctica las palabras del Evangelio para construir sobre roca.

Con solo mirar la realidad que nos rodea percibimos cuantos son los que aún hoy, por no escuchar las palabras del evangelio, siguen construyendo sobre arena. Al menos en estas tres situaciones lo notamos:

a) La corrupción: es un mal profundo, que cuesta desterrar. Se ha metido en muchas estructuras de la sociedad. Y al estar presente hace que los mejores planes y los mejores proyectos de un país se vengan abajo, se caigan, como una linda casa construida sobre arena. Notamos las consecuencias que esto trae. Hay desocupación, hay familias que comen día por medio o no cenan. Se incrementa la presencia de personas en los comedores de Caritas. Falta una casa digna para muchos de nuestros hermanos. La corrupción es no es solo un problema personal que atañe al corrupto, sino que alcanza al conjunto de la sociedad. Por eso, para poder combatirla y desterrarla es fundamental que el Poder Judicial se mantenga independiente de las presiones de cualquier poder y se sujete solo al imperio de la verdad y la justicia. El Papa Francisco lo dice claramente al referirse: “Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social. Es un mal que se anida en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos públicos»”.

b) La falta de dialogo: nos cuesta y mucho sostener un diálogo en base al respeto y la escucha del otro. Cuando este diálogo no se da, o se demora por intereses personales, los conflictos persisten en el tiempo. Las consecuencias de esta dilación las sufren los más indefensos. Los enfermos que no pueden ser atendidos en los hospitales. Los niños y jóvenes que no pueden ir a la escuela. Las familias que sufren por esto disgregaciones y disfunciones. Todo lo que afecta a los valores sociales y a la vida íntegra de cada argentino, de cada santacruceño, de cada fueguino es un atentado contra la casa común: el principal de nuestros males es el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos. Esta casa común la construimos entre todos por medio del diálogo activo, que busque consensos y propicie la amistad social hacia una cultura del encuentro.

c) Las adicciones y el narcotráfico: Ante una sociedad frágil y vulnerable la droga encuentra un lugar propicio donde insertarse. El consumo crece y está minando a nuestros niños, jóvenes, adultos y sus familias. Conocemos sus consecuencias: el poco sentido que tiene la vida para el que consume, un falso remedio compensador de los problemas, la falta de perseverancia en el trabajo. Hoy nadie duda que el narco negocio está ampliamente instalado en la Argentina. No es una sensación, y mientras se discute si el país entero es una ruta de paso, de consumo o si ya tenemos producción en el país, lo cierto y tristemente comprobable es que un silencioso y perverso mal social se extiende con progreso geométrico. Sigue matando y destruyendo familias a su paso. Negar la realidad de esta miseria humana que aspira a corromperlo todo, nos puede llevar a una inacción que favorecerá el avance de esta sombra luctuosa sobre nuestra geografía.

Notamos en cambio, con alegre y confiada esperanza cuántos son los que escuchan las palabras del evangelio, y las ponen en práctica y por eso siguen construyendo sobre roca firme. Destacamos tres situaciones :

a) La fortaleza de nuestro pueblo: la gente de nuestra tierra patagónica tiene fortaleza, emprende su camino todos los días, se levanta, trabaja, cuida su familia, lucha por sus derechos, disfruta de la amistad. Más allá de las diversas circunstancias y expresiones de modelos familiares, lo que sigue sosteniendo la sociedad y consolidando la Nación son los rostros concretos de tantas familias que en la amplia extensión de nuestro país luchan día a día con su esfuerzo, ganándose el pan honestamente, sosteniendo los valores culturales y la transmisión de la fe.

b) La solidaridad: un valor que se pone de manifiesto tantas veces en medio de las dificultades. Nos llama la atención que los congresales de Tucumán hicieron de una «casa de familia» un espacio fecundo, donde se desarrolló una auténtica deliberación parlamentaria. Esta casa, lugar de encuentro, de diálogo y de búsqueda del bien común, es para nosotros un símbolo de lo que queremos ser como Nación. En ese ambiente doméstico, los diputados de lugares tan distantes se vincularon como hermanos, motivados por la causa suprema que los convocaba. Primó el interés común, dejando que las ideas reflejasen con fidelidad el sentir de los pueblos y familias que representaban. Los congresales pensaron en nosotros. Hoy hay muchos signos de esta solidaridad en nuestro pueblo. Es tarea nuestra reconocerlos y alentarlos para reconstruir la débil amistad social en la que estamos inmersos.

c) La fe: no se puede comprender al pueblo argentino sin tener en cuenta la fe que lleva dentro de su corazón, que lo sostiene y anima. No es simplemente aceptación de normas y códigos, sino que la fe del pueblo es una vida espiritual con la que camina en la esperanza. Hace pocos días, en la ciudad de Tucumán, con motivo del XI Congreso Eucarístico Nacional, más de 300.000 personas nos reunimos en torno a la fe que tenemos en Jesucristo Vivo y Resucitado y a su Madre la Virgen María. Fue una experiencia de pueblo creyente. Y aunque éramos una gran multitud, se experimento la profunda alegría de ser pueblo. En efecto hay una diferencia entre ser pueblo y ser una multitud. En la multitud la persona queda borrada, su verdadera identidad se oculta. Porque la enfermedad de la multitud es el desconocimiento, el anonimato y la indiferencia. Convertirse en pueblo es lo contrario. Es compartir valores y proyectos que conforman un ideal de vida y convivencia. Es exponerse, descubrirse, comunicarse y encontrarse. Significa también dejar circular la vida, la simpatía, la ternura y el calor humano. En el devenir histórico, cuando la multitud se convierte en pueblo, cada uno se vuelve importante. La vivencia concreta de la cultura popular, con su religiosidad y su profunda fe, impide la manipulación ideológica del camino del pueblo, que no es sectario pues está abierto a la inclusión de todos. Si bien tiene un fuerte sentido de la justicia no entra en divisiones y enfrentamientos estériles.

 

Estas reflexiones en base a la construcción sobre arena o sobre roca, son fruto de una fe que no puede relegarse a la intimidad o al interior de los templos porque Jesús Vivo nos convoca a una vida compartida, a un compromiso por el bien de todos, a un sentido comunitario y social, como ciudadanos de la única casa que es nuestra Patria. Esta casa común la construimos entre todos por medio del diálogo activo, que busque consensos y por medio de una justicia distributiva que propicie la paz social hacia una cultura del encuentro. De ese modo la independencia que hace 200 años comenzó, continuará creciendo hoy y mañana entre nosotros.

Por eso hoy elevamos nuestra confiada oración:

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

Sabemos que la solidez de edificar sobre roca

es una responsabilidad que nos involucra a todos los argentinos.

Te pedimos que con respeto, compromiso y diálogo fraterno

lleguemos a transitar juntos el camino del amor y de la paz

que vos nos propones en el evangelio.

Porque la Patria es un don y la Nación una tarea de todos los argentinos

te volvemos a decir:

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén

Miguel Ángel D’Annibale, Obispo de Río Gallegos, Provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego.

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