“Hay gente que muere porque se arrojan bombas como caramelos”

“Hay gente que muere porque se arrojan bombas como caramelos”

En Santa Marta, el Papa acusó el dramatismo de estos tiempos semejantes «a los del diluvio», afirmando que «Dios sufre» ante los pobres y los débiles que pagan la factura de las guerras

Niños soldado, hombres y mujeres torturados y perseguidos. Pobres, hambrientos, huérfanos. Guerras y bombas arrojadas como caramelos. Qué feo escenario presenta el mundo de hoy. «Yo no creo que nuestros tiempos sean mejores que los del diluvio, no lo creo: las calamidades son más o menos las mismas, las víctimas son más o menos las mismas», afirmó Francisco en la misa matutina de Santa Marta de hoy.

 

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EL Papa sigue sacudiendo el corazón de los creyentes y en su homilía, según indicó Vatican News, exhortó a «pedir la gracia de llorar ante las calamidades del mundo, ante los perseguidos». La indiferencia, la costumbre, son, efectivamente, peligros graves ante los dramas que se viven en algunas zonas del mundo. Ante ellos «Dios sufre», afirmó el Pontífice. «Es un Dios que tiene sentimientos, no es abstracto», no un Dios de puras ideas, sino un Dios que «sufre», que es capaz «de enojarse, de dolerse, pero sobre todo de ser hermano con los hermanos, padre con los hijos».

 

«Nuestro Dios nos ama con el corazón –insistió el Papa–, no nos ama con las ideas. Y, cuando nos acaricia, nos acaricia con el corazón y cuando nos apalea, como un buen padre, nos apalea con el corazón, sufre más Él que nosotros». Y «si Él es capaz de dolerse con el corazón, también nosotros –añadió– seremos capaces de dolernos».

 

¿Cómo no hacerlo en estos tiempos de hoy, que no son diferentes de los del diluvio universal? «Está la gran calamidad del diluvio, está la gran calamidad de las guerras de hoy, en las que la factura de la fiesta la pagan los débiles, los pobres, los niños, los que no tienen recursos para salir adelante», acusó el obispo de Roma. «Están los problemas, las calamidades del mundo, los pobres, los niños, los hambrientos, los perseguidos, los torturados, la gente muere en la guerra porque arrojan las bombas como si fueran caramelos».

 

«Yo no creo que nuestros tiempos sean mejores de los del diluvio», insistió Francisco, «las calamidades son más o menos las mismas, las víctimas son más o menos las mismas. Pensemos, por ejemplo, en los más débiles, los niños. La cantidad de niños hambrientos, de niños sin educación: no pueden crecer en paz. Sin padres, porque han sido masacrados por las guerras… Niños soldado… Solo pensemos en esos niños».

 

Y, pensando en ellos, invitó a pedir la gracia de «un corazón que se parezca al corazón de Dios». Seguros de que el Señor está «dolido», acercándonos a Él diciendo: «Señor, mira estas cosas, yo te comprendo». Consolemos al Señor: «Yo te comprendo y te acompaño en la oración», en la obra de intercesión por todas estas calamidades que son «fruto del diablo que quiere destruir la obra de Dios».

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