El Papa: una parte de humanidad vive en la opulencia, la otra en la desesperación

El Papa: una parte de humanidad vive en la opulencia, la otra en la desesperación

Mensaje de Francisco a la Conferencia de la Gregoriana sobre los Derechos Humanos, a 70 años de la Declaración universal: en la actualidad hay «numerosas formas de injusticia alimentadas por un modelo económico que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre»

Los niños abortados y los pobres a quienes se niega una educación y una vida digna; los trabajadores explotados como esclavos y los detenidos en condiciones inhumanas; las víctimas de desapariciones forzadas y las que son blanco de manifestaciones de odio, intolerancia y racismo. Pero, ¿es verdad que «la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años con la Declaración universal firmada en París» es «reconocida, respetada y promovida» en nuestras sociedades contemporáneas? El Papa Francisco se interroga sobre estos dramas modernos e invita a reflexionar y a la acción a los que participan en la conferencia internacional que comienza hoy en la Universidad Gregoriana sobre el tema “Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones y negaciones”. Un evento que promueven la universidad pontificia y el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral, con el objetivo de celebrar los 70 años de la Declaración universal de los Derechos Humanos y los 25 años de la Declaración y del Programa de Acción de Viena para la tutela de los derechos humanos en el mundo.

 

Dos «instrumentos jurídicos» fundamentales mediante los cuales «la familia de las Naciones ha querido reconocer la igual dignidad de cada persona humana, de la que derivan derechos y libertades fundamentales que, en cuanto arraigados en la naturaleza de la persona humana (unidad indivisible de cuerpo y alma) son universales, indivisibles, interdependientes e interconectados», insistió el Papa en el mensaje que envió al evento y que fue leído por el cardenal Peter Appiah Turkson.

 

El Papa invitó a «reflexionar en profundidad sobre los fundamentos y el respeto de los derechos humanos en el mundo contemporáneo, reflexión que espero que conduzca a un compromiso renovado con la defensa de la dignidad humana, con especial atención a los miembros más vulnerables de la comunidad». Y el mundo contemporáneo está lleno de ellos: «Pienso —escribió el Papa en su mensaje –, en los no nacidos a los que se niega el derecho a venir al mundo, en los que no tienen acceso a los medios necesarios para una vida digna; en los que están excluidos de una educación adecuada; en los que están injustamente privados de su trabajo u obligados a trabajar como esclavos; en los que están detenidos en condiciones inhumanas, sufren torturas o se les niega la oportunidad de redimirse; en las víctimas de desapariciones forzadas y en sus familias».

 

También es alarmante la situación de «todos aquellos que viven en un clima dominado por la sospecha y el desprecio, que son objeto de actos de intolerancia, discriminación y violencia a causa de su pertenencia racial, étnica, nacional o religiosa», recordó Francisco, quien también denunció las «múltiples violaciones de sus derechos fundamentales en el trágico contexto de los conflictos armados, mientras que los mercaderes de la muerte sin escrúpulos se enriquecen a costa de la sangre de sus hermanos y hermanas».

 

De hecho, subrayó con amargura Bergoglio, «mirando atentamente a nuestras sociedades contemporáneas, existen numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, es realmente reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias. Hoy en día, persisten todavía muchas formas de injusticia en el mundo, alimentadas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en el beneficio, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre». Mientras una parte de la humanidad vive en la opulencia, insistió el Pontífice argentino, «otra parte ve su propia dignidad repudiada, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados».

 

El mecanismo es claro: cuando los derechos fundamentales son violados, «o cuando se privilegian algunos en detrimento de otros» o, mucho peor, «se garantizan solo a determinados grupos», surgen «graves injusticias» que, a su vez, «alimentan conflictos con duras consecuencias tanto dentro de cada una de las Naciones como en las relaciones entre ellas».

 

«Ante estos graves fenómenos», indicó Francisco, «todos estamos llamados en causa», «cada uno está llamado, pues, a contribuir con valentía y determinación, en la especificidad de su función, al respeto de los derechos fundamentales de cada uno, especialmente de los derechos invisibles: de muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, extranjeros o prisioneros, que viven al margen de la sociedad o que son descartados».

 

Y mucho más lo están los cristianos, llamados a responder a «esta exigencia de justicia y de solidaridad», que para cada creyente tiene un significado especial, puesto que «el Evangelio miso nos invita a dirigir la mirada hacia los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas, a comprometernos concretamente a aliviar su sufrimiento».

 

El Papa concluyó con un llamado urgente a los que tienen responsabilidades institucionales, para que puedan situar «los derechos humanos en el centro de todas las políticas, incluidas las políticas de cooperación para el desarrollo, incluso cuando eso signifique ir contra corriente».

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