Los orígenes del Islam

Los orígenes del Islam

El Profeta Muhammad ibn Abdullâh (saww) estableció las raíces de la religión islámica y fue señalado como el Sello último de las grandes religiones monoteístas de la tradición abrahamica.

 

El Islam desde el principio afirmó haber completado y superado los mensajes del judaísmo y del cristianismo, cuyos adherentes asimilaron un estatus especial entre los musulmanes como los ahlul-kitâb (la Gente del Libro). Sin embargo, la ummah (comunidad) unificada y naciente de la época del Profeta pronto se fragmentó en numerosos grupos rivales, en la cual no estaban de acuerdo sobre una serie de cuestiones fundamentales.

Los estudios recientes han demostrado que al menos durante los tres primeros siglos de la historia, que marca el periodo formativo del Islam, los musulmanes vivían en un medio intelectualmente dinámico y fluido, caracterizándose por una multiplicidad de comunidades de interpretación, de escuelas de pensamiento, y de una diversidad de puntos de vistas sobre una serie de cuestiones político-religiosas. Los primeros musulmanes se enfrentaron a muchos enigmas relacionados a su conocimiento religioso y a su entendimiento del Islam, el cual giró en torno a problemas importantes como los atributos divinos, la naturaleza de la autoridad y las definiciones de creyentes y de pecadores.  Fue durante este período formativo que diferentes grupos y movimientos comenzaron a formular sus posiciones doctrinales y gradualmente adquirieron sus identidades distintivas y denominaciones. En términos de perspectivas teológicas, el cual permaneció estrechamente entrelazado con las lealtades políticas, la diversidad a principios del Islam osciló entre las posturas de aquellos, que más tarde se designaron como sunnis, quienes hicieron suyo el califato histórico y la estructura del poder autónomo que había evolucionado actualmente en la sociedad musulmana para varias comunidades religiosas, en particular la de los shiíes, quienes aspiraron hacia el establecimiento de nuevas estructuras de liderazgo.

Sin embargo, posteriormente los ulamâ (teólogos) sunnis, produjeron una estructura de los inicios del Islam que está en desacuerdo con las conclusiones de los estudios últimos sobre el tema. De acuerdo a esta perspectiva, avalada por generaciones anteriores de orientalistas, el Islam desde el principio representó un fenómeno monolítico con una base doctrinal bien definida a partir del cual entonces diferentes grupos se desviaron a través del tiempo. Por lo tanto, fue el Islam sunni, retratado por sus partidarios como la supuesta «verdadera» interpretación del Islam, mientras que todos los demás, especialmente los shíies dentro de la comunidad islámica, eran quienes aparentemente se habían «desviado» del camino correcto, y fueron acusados con anatemas como ilhad (herejía), bidah (innovación) e incluso kufr (incredulidad). Las mismas estrechas perspectivas sectarias y denominaciones de los sunníes y de sus heresiógrafos fueron adoptadas por los orientalistas, quienes estudiaron el Islam principalmente sobre la interpretación de sus fuentes. Como resultado de ello, también hicieron suya la normativa del sunnismo distinguiéndose del shiísmo, o cualquier otra interpretación que no sea sunni, con la ayuda de términos tales como «ortodoxia» y «heterodoxia», términos prestados inapropiadamente de su experiencia cristiana. De hecho, el estudio del shiísmo se mantuvo, hasta tiempos recientes, en una de las ramas más olvidadas de los estudios islámicos.

Por otro lado, el shiísmo elaboró su propio modelo paradigmático del verdadero Islam, basado sobre una interpretación particular de los inicios de la historia islámica y de una concepción peculiar de la autoridad religiosa investida en los Ahlul-Bayt (la familia del Profeta). También se habían desarrollado los desacuerdos dentro del shiísmo con respecto a la identidad de los legítimos Imames o guías espirituales de la comunidad. Como resultado de ello, el shiísmo asimismo se subdivide en dos grandes familias principales como la de los ismailíes y la de los duodecimanos, así como de varias comunidades menores.

En un ambiente de pluralismo y diversidad de interpretaciones del mensaje islámico, abundantemente documentada en las tradiciones heresiográficas de los musulmanes, el consenso general no pudo ser alcanzado sobre la designación de una sola interpretación como el «verdadero Islam», ya que diferentes posiciones doctrinales fueron también legitimadas por diferentes ulamâ. No hace falta añadir, mucho de los desacuerdos originales y fundamentales entre los sunníes, y los shiíes, que probablemente nunca resolvieron y se explicaron satisfactoriamente entre sí, principalmente debido a la falta de fuentes confiables, en especial desde los primeros siglos de la historia islámica. Como bien se sabe, no hay registros escritos que hayan sobrevivido directamente desde el periodo formativo del Islam, mientras que los últimos escritos de los historiadores, teólogos, heresiógrafos y otras categorías de autores musulmanes muestran una variedad de prejuicios comunes.

El Profeta Muhammad (saww) como el Mensajero de Allâh, desde el momento de su hiÿrah (emigración) de La Meca hasta Medina en septiembre del año 622 de nuestra era, el cual marca el inicio de la era islámica (el año de la hégira), hasta su muerte después de una breve enfermedad el 13 de Rabi al-Awwal del año 11 de la hégira lunar (junio del año 632 de nuestra era), logró fundar una nación de considerable poder y prestigio de acuerdo a los estandartes árabes de la época. Fue durante este período de diez años que la mayoría de las tribus beduinas del desierto árabe prometieron su lealtad al Profeta, quien estableció la fundación para la posterior expansión del Islam más allá de la península arábiga. La muerte del Profeta Muhammad (saww), sin embargo, confrontó a la naciente comunidad islámica a su primera gran crisis sobre la sucesión del Profeta, que dio origen a la fragmentación en el Islam entre sunnismo y shiísmo.

El sucesor del Profeta no podría ser otro nabî (profeta) ya que se había dado a conocer a través de la revelación divina que Muhammad era el Jâtam al-Anbiyâ (Sello de los Profetas). Aparte de la dación e interpretación del mensaje del Islam, el Profeta Muhammad (saww) también había actuado como guía y líder de la comunidad musulmana.  Por lo tanto, era esencial elegir a un sucesor con el fin de tener un liderazgo eficaz y asegurar la continuidad de la comunidad islámica. Según el punto de vista sunni, el Profeta no había dejado ninguna instrucción formal o testamento con respecto a su sucesor. En medio del gran debate que siguió, principalmente entre los muhayirun (emigrantes) de la Meca y los ansar (auxiliares) de Medina, Abû Bakr (ra) uno de los primeros conversos al Islam y un compañero de confianza del Profeta, fue elegido como el sucesor. La elección de Abû Bakr fue efectuado sobre la sugerencia de Umar, uno de los compañeros muhayirun, y por la aclamación de otros sahâbah (compañeros) del Profeta, quienes concedieron a Abû Bakr su juramento de la alianza.

Abû Bakr (ra), como el nuevo líder de la comunidad islámica, llevó el título de jalifah rasulullâh (sucesor del Mensajero de Allâh), un título que pronto fue simplificado a jalifah (de ahí la palabra califa en lenguas occidentales). Por lo tanto, al elegir al primer sucesor del Profeta, también se fundó la única institución islámica del califato. Desde sus inicios, el califato llegó a encarnar tanto el aspecto religioso como la dirección política de la comunidad. Los primeros musulmanes no reconocieron ninguna distinción entre religión y nación, ni entre las autoridades y organizaciones seculares, distinciones tan familiares en el mundo moderno de hoy. De hecho, una concepción estrictamente teocrática sobre el mandato de Allâh, en la cual el Islam no es meramente una religión sino también un sistema completo a nivel socio-político, moral-ético y de guía espiritual de la humanidad, ha sido siempre una parte integral del mensaje y la tradición del Profeta Muhammad (saww).

El califato de Abû Bakr (ra) duró poco más de dos años, y antes de su muerte en el año 13 de la hégira lunar (634 de nuestra era), eligió personalmente a Umar ibn al-Jattâb (ra) como su sucesor. Esta elección, no obstante, fue precedida por una consulta informal con varios de los líderes musulmanes y seguidos por la aprobación y juramento de la comunidad. Umar, quien fue asesinado en el año 23 de la hégira lunar (644 de nuestra era), introdujo un nuevo procedimiento para la elección de su sucesor. Decidió que una shûrâ (asamblea) de seis de los primeros compañeros fuese elegido entre ellos el nuevo califa. A su debido tiempo, Uzmân ibn Affân (ra), un miembro influyente del clan Banû Umayya, fue elegido y al recibir el juramento habitual, se convirtió en el tercer califa. Todos estos tres primeros califas pertenecían a la tribu del Quraysh y se encontraban entre los primeros conversos al Islam y compañeros del Profeta. El primer califato fue por consiguiente, establecido sobre la base de una posición política privilegiada por los Quraysh en su conjunto, mientras que el clan del Profeta Muhammad (saww) los Banû Hâshim fueron privados de la condición religiosa especial que evidentemente disfrutaban en vida del Profeta.

Entretanto, inmediatamente después de la muerte del Profeta Muhammad (saww), había aparecido un pequeño grupo en Medina quienes afirmaron que Alî ibn Abî Tâlib (as), primo hermano y yerno del Profeta (ligado en matrimonio a su hija Fâtimah), era el mejor calificado que cualquier otro candidato, incluyendo a Abû Bakr para suceder al Profeta. Este grupo originalmente compuesto por algunos compañeros y seguidores de Alî fueron denominados shîatu-Alî (seguidores de Alî), y que con el tiempo llegaron a ser conocidos como los Ahli Shîah. El Imam Alî quien más tarde fue asignado como el cuarto califa, no fue la aspiración de los shiíes en convertirlo en el sucesor inmediato del Profeta. Los poderes del ejercicio de autoridad por los cuatro primeros califas, conocidos como los julafâ al-râshidûn (califas rectamente guiados), hubieron de consistir esencialmente en la implementación de las regulaciones globales del mensaje del Islam, como es expresado en las revelaciones contenidas en el Sagrado Corán. Por ende, el Sagrado Corán, es un texto religioso escrito del cual llegó a ser emitido por primera vez durante el califato de Uzmân, y fue complementado en los asuntos de dirigencias de la comunidad por la sunna (práctica tradicional), establecida en la naciente comunidad islámica durante la vida del Profeta Muhammad (saww).

Los Banû Hâshim, el clan del Profeta Muhammad (saww), había protestado en vano contra la pérdida de su posición, mientras tanto, el Imam Alî estaba firmemente convencido de la legitimidad de su propia demanda a la sucesión del Profeta, basado a su estrecho parentesco y asociación con el Enviado de Allâh, a su conocimiento profundo del Islam, y a sus primeros méritos por la causa del Islam. De hecho, el Imam Alî (as) había dejado claro en sus discursos y cartas que consideraba a la familia del Profeta el derecho a la dirección de los musulmanes. Como se ha señalado, el Imam Alî también tenía un círculo estrecho de seguidores quienes afirmaban que era el mejor calificado que cualquier otro compañero para suceder al Profeta. No obstante, estos asuntos son pocos claros, ya que después de un retraso de seis meses, el Imam Alî finalmente reconoció el califato de Abû Bakr, un lapso de tiempo que también coincidió con la muerte de su esposa Fâtimah (as), la hija del Profeta.

Añadiremos entre paréntesis que Fâtimah había estado involucrada en una disputa bastante complicada por la herencia con Abû Bakr sobre unas tierras de Fadak en poder del Profeta. Independientemente de la designación, el Imam Alî continuó con el apoyo de sus seguidores en Medina, tanto entre los muhayirun y los ansar, y a su debido tiempo, el shiísmo desarrolló una visión doctrinal y su causa recibió un amplio reconocimiento. De acuerdo a las fuentes, la consideración del guía inicialmente subyacente a la posición del shiísmo fue básicamente relacionado con el significado especial de quienes atribuían al Imam Alî de ser el miembro más importante de la familia del Profeta Muhammad (saww).

Puede señalarse que el shiísmo, el cual tiene una posición menor, no debe considerarse como una «heterodoxia», una revuelta tardía, o una desviación de una «ortodoxia» establecida. En efecto, ambos sunnismo y shiísmo constituyen una parte integral del Islam y deben ser más bien considerados como diferentes interpretaciones del mismo mensaje islámico. También hay aquellos islamistas occidentales quienes son de la opinión que el punto de vista shiíe en el tiempo se volcó a una reescritura de la historia inicial del Islam. Argumentan que la facción de los shiíes duodecimanos en particular, desde el último trimestre anual del siglo III de la hégira lunar (siglo IX de nuestra era) en adelante, cuando el shiísmo comenzó a adquirir su forma ya familiar, intentó presentar una versión de los eventos relacionados al período desde la muerte del Profeta Muhammad hasta el año 260 de la hégira lunar (874 de nuestra era), la fecha de la ocultación de su duodécimo Imam, el cual apoyó su posición doctrinal, pero no estaba necesariamente de acuerdo con los hechos. Después de todo, los puntos de vista principales ya se han debatido a lo largo de las centurias, dando lugar a una abundancia de tratados teológicos apoyando un punto de vista o refutando la otra.

Los shiíes de todas las ramas, basados en el fundamento específico de los versículos coránicos y de algunos hâdîths (tradiciones) han mantenido unánimemente que el Profeta Muhammad sin duda nombró a un sucesor, un Imam como el guía espiritual y líder de la ummah. La evidencia central shiíe de la sucesión legítima del Imam Alî es sin embargo, el evento de Ghadir Jumm. Un 18 del mes de Dhul-Hiyya del año 10 de la hégira lunar (16 de marzo del 632 de nuestra era), al retornar de la peregrinación de despedida, el Profeta Muhammad (saww) se detuvo en un estanque entre La Meca y Medina para realizar un anuncio a los peregrinos quienes lo acompañaban. Tomando al Imam Alî de la mano, el Profeta pronunció la famosa sentencia: man kuntu mawlahu fahada Alî mawlahu (de aquel quien yo sea su señor, Alî es también su señor), el cual hizo del Imam Alî su sucesor. Además, es ésta la afirmación shiíe de que el Profeta había recibido la designación en cuestión, nominándolo a Alî como el Imam de los musulmanes después de su propia muerte, a través de la revelación divina. Este evento de la investidura espiritual del Imam Alî ibn Abî Tâlib (as) continua siendo celebrado como una de las fiestas más importantes en el mundo shiíe.

Después de la muerte del Profeta Muhammad (saww), un número de piadosos musulmanes, incluyendo especialmente a Salmân al-Fârsi, Abû Dharr al-Ghiffari, Miqdad ibn al-Aswad y Ammâr ibn Yâsir, cuatro de los compañeros que vinieron a ser conocidos colectivamente como los cuatro pilares del shiísmo inicial, celosamente mantuvieron que la sucesión del Profeta fue el derecho legítimo del Imam Alî. Esta afirmación fue rechazada por la mayoría musulmana quienes apoyaron el califato de Abû Bakr. Este grupo mayor, mientras refutaba en conceder que el Profeta había especificado un sucesor, consideró la decisión sobre el califato de ser una cuestión de iÿmâ (consenso) de la comunidad. En consecuencia, el Imam Alî y sus seguidores estaban obligados a protestar contra el acto de votación del sucesor del Profeta a través de métodos electivos. Fue esta misma protesta, planteada por el círculo piadoso en apoyo del Imam Alî, el cual separa a la Shîah de la mayoría de los musulmanes.

El caso de la Shîah fue ignorada por el resto de la comunidad, incluyendo a la mayoría de los compañeros, pero el shiísmo persistía en sostener que todas las materias religiosas deben ser referidos al Imam Alî, quien era la única persona poseedor de la autoridad religiosa. De hecho, la Shîah hizo suya una concepción particular de la autoridad religiosa y que ocupa una posición central en el pensamiento shiíe, el cual no debe ser tomado como una separación prevista entre los dominios religiosos y políticos en el Islam. De acuerdo a la percepción shiíe, desde el principio los seguidores del Imam Alî afirmaron que la cuestión más importante que enfrenta a los musulmanes después de la muerte del Profeta Muhammad (saww), fue el esclarecimiento de las enseñanzas islámicas y los principios religiosos. Esto se debió a que eran conscientes de que las enseñanzas del Sagrado Corán y la sharîah (ley sagrada) del Islam, habiendo emanado de fuentes más allá de la comprensión de la mente ordinaria, contiene verdades y propósitos internos que no puede ser captados directamente a través de la razón humana. A fin de comprender el verdadero significado de la revelación islámica, la Shîah se había dado cuenta de la necesidad de un Imam con autoridad religiosa. Según este punto de vista, la posibilidad misma de una perspectiva shiíe existía dentro del mensaje original del Islam, y esta posibilidad fue actualizada únicamente por la génesis del shiísmo.

Fue debido a tales ideas que eventualmente haya surgido en la comunidad musulmana dos concepciones diferentes en la sucesión del Profeta. La mayoría llegó a considerar al califa como el administrador de la sharîah y líder de la comunidad. La Shîah por otro lado, a la vez sostiene que el sucesor debe gobernar con equidad sobre la comunidad, viendo en la sucesión una función espiritual importante, una función conectada con la interpretación del mensaje islámico. En consecuencia, el sucesor sería el poseedor legítimo de autoridad para dilucidar las enseñanzas del Islam y proporcionar la guía espiritual de los musulmanes. Una persona con este tipo de cualidades, pudo haber venido sólo de entre los Ahlul-Bayt, ya que sólo ellos poseen la autoridad religiosa y prevén el único canal para transmitir el mensaje original del Islam.

Hubo por supuesto, diferencias con respecto a la composición precisa de los Ahlul-Bayt, pero es definido en las tradiciones tanto sunnis como shiíes, sólo a los miembros de la familia inmediata del Profeta Muhammad (saww), especialmente al Imam Alî, a Fâtimah y a su progenie. De tal modo, el Imam Alî fue desde el inicio considerado por sus devotos seguidores como el miembro más prominente de la familia del Profeta, y como tal, hubo de heredar del Profeta las enseñanzas no divulgadas y el conocimiento religioso. El Imam Alî fue sin duda alguna, señalado como el wasi (heredero) del Profeta. A los ojos de la Shîah, el Imam Alî es el único con cualidades de sucesor que tiene otra dimensión importante y en la que se sostiene que hubo de ser nominado por mandato divino tal como se expresa a través del testimonio del Profeta Muhammad (saww). Esto significa que el Imam Alî fue también inspirado divinamente, inmune e inmaculado al error y al pecado, haciéndole infalible tanto en su conocimiento como de autoridad principal en la enseñanza religiosa y espiritual tras el Profeta. Como resultado de ello, la Shîah afirma que los dos extremos, la de guiar a la comunidad y de ejercer la autoridad religiosa, pudo ser llevado a cabo, solamente por el Imam Alî.

El punto de vista shiíe sobre los orígenes del shiísmo contiene elementos doctrinales distintos que ciertamente no pueden ser atribuidos en su totalidad para los primeros shiíes, especialmente a los seguidores originales del Imam Alî. Ni que decir, de los muchos islamistas occidentales que difaman y son de la opinión de que el shiísmo, durante su primer siglo pudo haber sido un movimiento puramente político, y que no mantuvo ninguna creencia religiosa diferente a la de aquellos que tuvieron los musulmanes sunnis. El hecho, es que muy poco se conoce con certeza histórica concerniente a los pensamientos y tendencias de los primeros shiíes. Pero, tomando nuevamente las fuentes y las tradiciones de la Shîah como puntos de referencia, se puede decir que las primeras ideas shiíes se centran ampliamente en torno a una noción particular del conocimiento religioso conectado con la ciencia espiritual del Profeta Muhammad (saww). Hubo también ideas acerca de la posesión de este conocimiento siendo considerado como una calificación peculiar para dirigir a la comunidad, y fue por lo tanto, el lugar natural para la religiosidad de los devotos seguidores del Imam Alî quienes también tenían un respeto especial hacia la familia del Profeta, en sostener que algunos de los atributos especiales del Profeta Muhammad (saww), en particular su conocimiento religioso-espiritual sería heredado por los miembros de su clan, los Banû Hâshim y su familia inmediata.

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