México, el Vaticano y la inspiración del Papa al tratado anti-nuclear

México, el Vaticano y la inspiración del Papa al tratado anti-nuclear

La historia desconocida de cómo el Papa inspiró a un diplomático mexicano y del apoyo secreto de la Santa Sede en los primeros pasos del movimiento que llevó a las Naciones Unidas a declarar moralmente ilícita la tenencia de armas nucleares

por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ

 

En julio, las Naciones Unidas acordaron prohibir las armas nucleares, en un tratado suscrito por 122 países. Un paso histórico, producto de un movimiento civil ganador también del Premio Nobel. Apenas pocos años atrás, cuando pocos lo creían posible, un puñado de diplomáticos soñaron con hacerlo realidad. Emprendieron una batalla de largo aliento, contra todos los pronósticos. Uno de ellos es mexicano. Se llama Jorge Lomónaco Tonda. Inspirado por el Papa, cumplió una misión secreta al Vaticano y logró el apoyo necesario para empujar una parte del proceso que llevó al mundo a decirle no a las armas de destrucción masiva. 

 

Corría el año 2015. En gran sigilo llegó hasta Roma el entonces representante de México ante los organismos internacionales establecidos en Ginebra, Suiza. Fue una visita relámpago, permaneció en la ciudad apenas un día. ¿Su objetivo? Sostener reuniones en la Santa Sede. Bajo el brazo llevaba una propuesta concreta: Buscaba el consenso para plasmar, en una declaración de la ONU, el pensamiento de Francisco sobre las armas nucleares. 

 

Logró su cometido, no sin dificultades. Uno de los funcionarios eclesiásticos con quienes se entrevistó le anticipó: “Se le va a trabar… pero aquí”. Se refería a la misma Santa Sede. Y, para evitar cualquier dificultad, le dio su correo electrónico. “Si tiene algún problema, escriba”, le pidió. Y así ocurrió. Al primer escollo escribió un mensaje y en el lapso de dos horas la crisis quedó solucionada. 

 

Con ese apoyo, el embajador Lomónaco y el representante austríaco, Thomas Hajnoczi, impulsaron una primera declaración. “¿Cómo la van a hacer votar sin ellos?”, le preguntaban en Ginebra. “Ellos” eran los países tenedores de bombas nucleares. Las más importantes potencias del mundo (Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, China, Francia y otros). Eso no impidió que sumasen a otros países: Costa Rica, Ecuador, Ghana, Irán, Irlanda, Nigeria, Filipinas, Sudáfrica, Trinidad y Tobago, Malawi, Liberia, Namibia, Uganda y Zambia. 

 

Así se llevó al pleno de la Asamblea General un borrador de declaración, aprobado el 21 de octubre de 2015. En él se pedía, por primera vez, un “desarme completo y general” y se condenaba no sólo el uso de las bombas, sino también su tenencia. “Debido a su naturaleza indiscriminada y su potencial aniquilador para la humanidad, las armas nucleares son intrínsecamente inmorales”, indicó en el apartado (i). 

 

Aquel documento era ya un éxito, pero el movimiento no quedó allí. La declaración se convirtió en la base para preparar el posterior Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, aprobado finalmente el 7 de julio de 2017.  

 

“Con el embajador Lomoónaco trabajamos juntos cuando estuve en Ginebra para empujar este nuevo tratado que prohíbe estas armas nucleares”, confirmó al Vatican Insider Silvano Maria Tomasi, observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas de 2003 al 2016. El arzobispo es ahora secretario del Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral del Vaticano. 

 

“México fue uno de los primeros países con los cuales trabajamos juntos para crear dentro de la comunidad internacional en las Naciones Unidas, primero la decisión de ir adelante con un nuevo tratado y segundo escribir este tratado, hacerlo votar en la asamblea general”, añadió en entrevista. 

 

Aquella declaración de 2015 fue reconocida públicamente por el Papa. “Recientemente, a través de una votación histórica en la sede de la ONU, la mayor parte de los miembros de la comunidad internacional ha establecido que las armas nucleares no son solamente inmorales sino que deben también considerarse un ilegítimo instrumento de guerra”, dijo Francisco el pasado 10 de noviembre, al recibir a un grupo de expertos en el tema entre los cuales se encontraba Lomónaco. 

 

 

Todos ellos habían llegado hasta el Vaticano para participar en el simposio “Perspectivas para un mundo libre de armas nucleares y por un desarme integral”. Organizado por Tomasi y su dicasterio, el encuentro convocó incluso a 11 Premios Nobel de la Paz. El diplomático mexicano, desde hace pocas semanas embajador ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), fue uno de los pocos representantes de país en ser invitados a dirigirse ante el pleno. El otro fue el austríaco Hajnoczi. 

 

Durante su presentación, la tarde del viernes 10 en el Aula Nueva del Sínodo, Lomónaco fue señalado con uno de los “hombres clave” en el impulso del tratado contra las armas nucleares. En su exposición, repasó algunos detalles de las negociaciones que llevó al tratado. Reconoció que el texto tiene sus críticos, pero aclaró que el mismo nunca tuvo la intención de destruir las armas en sí, sino que fue pensado como un “primer paso”, una declaración de principios. 

 

 

“La paz y el desarme nuclear son como un rompecabezas, cuando completemos este rompecabezas vamos a disfrutar de un mundo sin armas nucleares. Este tratado es una pieza, el de no proliferación es otra pieza, hay que seguir juntando piezas. Faltan muchas piezas importantes todavía, como un sistema de eliminación, otro de verificación, etcétera”, precisó. 

 

Tras la firma del tratado en julio, se han abierto nuevos desafíos. ¿El más importante? Buscar una agenda común hacia el desarme total. “La Santa Sede se ha vuelto más explícita en el afirmar que la posesión de las armas atómicas no es aceptable. Continuamos en esta línea para hacer entender las razones de esta posición y después para mostrar lo más objetivamente posible que las consecuencias, para el bien de la familia humana, son tales que las personas de buena voluntad no podemos aceptar esta situación, independientemente del credo religioso”, dijo Tomasi. 

 

“El Papa ha reforzado esta línea diciendo que no es aceptable que tantos recursos sean destinados para construir bombas atómicas, cuando se necesita reforzar la sociedad civil con más educación, más escuelas, más hospitales e incluir en la economía los grupos marginales. Francisco también nos dice que las consecuencias humanitarias de un potencial uso de la bomba atómica son tan destructivas de personas y del ambiente, que la vida en el planeta se vuelve imposible. El camino del futuro es eliminar estas armas”, insistió. 

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