China; el obispo Wei: se está acabando la era de la clandestinidad

China; el obispo Wei: se está acabando la era de la clandestinidad

Las comunidades católicas chinas, según refiere el obispo de Qiqihar todavía no reconocido por el gobierno, se reconcilian «no porque llegue una orden de fuera, sino porque esto les sugiere su fe». Y explica las dimensiones reales del caso de la demolición de un convento de monjas en su diócesis

«Lo cierto es que se está acabando el tiempo de la clandestinidad». Es lo que dijo a Vatican Insider José Wei Wei Jingyi, obispo de Qiqihar, en la provincia de Heilongjiang, en el noreste del país. Todos saben que su ordenación episcopal no es reconocida por el gobierno, y lo conocen como uno de los exponentes con mayor autoridad de la llamada comunidad eclesial “clandestina”. A los 31 años, como joven sacerdote, estuvo presente en la reunión entre unas 20 personalidades (obispos “clandestinos” o sus delegados) que se llevó a cabo en noviembre de 1989 en la pequeña localidad de Zhangerce, en la provincia de Shaanxi, con la intención de crear una Conferencia Episcopal china que actuara fuera del control de los aparatos platicos chinos. También por esta razón sus palabras ahora son tan elocuentes.

 

En la entrevista que concedió a Vatican Insider, el obispo Wei aclaró las dimensiones reales del caso de la parcial demolición de un convento de monjas en su diócesis (episodio que, debido al nerviosismo, le provocó un leve malestar físico).

 

Obispo Wei, ¿por qué estaría acabándose la era de la clandestinidad para la Iglesia católica en China?

 

La decisión de la clandestinidad no fue una idea de alguien o de alguna comunidad. Fue solamente una decisión lógica para muchos que querían conservar la autenticidad y la integridad de la fe católica. No queríamos hacer nada a escondidas, solamente queríamos no ser obligados a renunciar al vínculo con el Papa. Nosotros somos católicos y no podemos separarnos del Papa. Cuando nos separamos del Papa, ya no somos católicos. Es algo simple. Un empleado del Estado una vez me preguntó si podíamos separarnos del Papa y seguir siendo católicos. Le respondí que esto no era posible. Si nos declaramos católicos, entonces debemos estar en comunión con el Papa y seguirlo. No hay otra posibilidad. Si nos separamos del Papa ya no podemos seguir declarándonos católicos. Deberíamos cambiar de nombre, llamarnos de otra manera.

 

¿Qué ha cambiado ahora?

 

Esto también es algo muy simple: el 22 de septiembre de 2018 se firmó el acuerdo entre representantes chinos y la Santa Sede sobre los futuros nombramientos de los obispos chinos. Y el Papa acogió en la comunión a todos los obispos chinos que fueron ordenados sin el consenso de la Santa Sede. Ahora todos ven que la Iglesia católica en China forma parte de la Iglesia universal. Ahora el vínculo de comunión con el Papa es reconocido y afirmado públicamente por él y vale para todos. Por esto se está acabando el tiempo de la clandestinidad.

 

Pero no todos parecen estar de acuerdo…

 

Todavía existen grupos en las comunidades clandestinas que tienen una posición cerrada e ideológica. Pero, con el tiempo, también esto irá cambiando, mientras seguimos adelante por el camino.

 

Después de tanto tiempo de división, ¿es posible volver a la unidad porque lo ordena el Vaticano o porque pretende imponerlo el gobierno con sus leyes?

 

La verdadera unidad entre los que siguen a Jesús, y también el perdón, nunca llegan por el esfuerzo que uno haga o porque sea una obligación. Sin la luz del Espíritu Santo no lograríamos ni siquiera a llamar Señor a Jesús. Sin el Espíritu Santo, ahora, no lograríamos ver bien la relación de la Iglesia en China con la Iglesia universal. Sin el impulso y el apoyo del Espíritu Santo no habríamos permanecido en la fe hasta hoy. El Espíritu Santo nos ha consolado cuando hemos vivido situaciones duras. Y ahora el Espíritu Santo puede crear armonía. Las comunidades se mueven hacia la comunión y la reconciliación no porque llega una orden de fuera, sino porque esto es lo que les sugiere su fe. Nos unimos porque seguimos al mismo Señor Jesús.

 

¿Ya hay ejemplos de esta reconciliación?

 

Está la bella noticia de la unidad en la diócesis de Mindong, en la que el obispo Gua Xijin (hasta ahora “clandestino”, ndr.) y el obispo Zha Silu (ex obispo ilegítimo que acaba de ser acogido en la comunión, como todos los demás, por el Papa, ndr.) se abrazaron y trabajarán juntos. Esto nos indica que el deseo de Jesús de que todos los hermanos sean una sola cosa, para que el mundo crea, salió del corazón de Jesús y ahora encontró respuesta en Mindong. Debemos usar las acciones concretas para sanar las heridas que hemos abierto en todos estos años en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia.

 

Algunos insisten en que, para arreglar las cosas, los clandestinos siempre se han visto obligados a retroceder, a bajar la cabeza.

 

En el camino de la Iglesia no han perdedores o “abandonados”. Caminamos todos de la mano de María. Jesús nos dice que Él está con nosotros cada día, hasta el final de los tiempos. Y nosotros participamos en su victoria. En nuestro corazón prevalece la gratitud por tantas cosas que suceden ahora en la Iglesia en China, porque vemos también que todos los sufrimientos que han aparecido a lo largo del camino no han sido en vano.

 

¿Lo que se vive en Mindong podría suceder en otros lugares?

 

Sacerdotes y fieles me preguntan: ahora que en Mindong existe la unidad, ¿qué debemos hacer? Le dije que en ese acto de unidad entre dos obispos implica la aceptación del obispo “oficial” por parte de todo el grupo de los “clandestinos”, y también la petición para que se registren todos los sacerdotes clandestinos y sus actividades en los organismos gubernamentales. Esto exige el compromiso sincero de ambas partes. Sobre todo el registro de los sacerdotes y de las actividades eclesiales ante los aparatos civiles implica todavía la comunicación y el diálogo con el gobierno. Debemos estar preparados psicológicamente. Y en cualquier situación, ante cualquier problema, debemos proceder paso a paso tratando de hacer que crezca la unidad, porque esto nos pide nuestra fe.

 

Pero en los últimos días han llegado noticias que hablan de la demolición de una casa de monjas precisamente en su diócesis…

 

Me he encargado personalmente de todo el caso. Ahora todo está resuelto. En realidad ese convento de monjas no contaba con los permisos exigidos para la construcción de edificios. Un señor construyó en la localidad de Ping An Cun unas estructuras que habrían servido para un proyecto de ganadería. Después, ese proyecto no funcionó y las estructuras inutilizadas fueron donadas a las monjas, que hicieron otras obras sin los permisos necesarios. A principios de diciembre, las autoridades locales escribieron a la comunidad católica de la zona de Ping An Cun para decir que el edificio era ilegal, y, a mediados de diciembre, enviaron una carta advirtiendo que habría sido demolido. El gobierno local se demostró muy delicado al ocuparse de la situación. Como sea, cuando comenzaron las obras para demoler las estructuras, fui personalmente al lugar, hablé con las monjas, con los fieles y con los funcionarios políticos, y discutimos para encontrar juntos una solución a todo. Al final, decidieron derribar las partes ilegales de ese complejo. El gobierno se dijo dispuesto a alojar a las monjas en un hotel. Luego algunas de ellas encontraron hospitalidad temporal en las casas de otros cristianos. La idea es la de reconstruir el convento en otro lado con los permisos necesarios. Y yo hice un llamado público para pedirle a todos que ofrecieran el propio apoyo a las monjas.

 

Muchos episodios y casos parecerían confirmar que hay problemas y tensiones entre las comunidades católicas y las autoridades políticas…

 

El camino que tenemos frente a nosotros está lleno de dificultades. Pero el camino que tenemos frente a nosotros también está lleno de esperanza. Nuestra salvación proviene del Señor, Es Él quien creó el cielo y la tierra.

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