Los tres retos de Benjamin Netanyahu

Los tres retos de Benjamin Netanyahu

Dos dramáticas evacuaciones en Cisjordania y Washington han dado a luz la versión más nacionalista del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

 Por un lado, la de 42 familias del enclave judío de Amona en Cisjordania con el consiguiente aluvión de críticas del núcleo duro del Likud y de los asentamientos. Por otro, la evacuación de Barak Obama de la Casa Blanca que aumenta el margen de maniobra israelí a la espera de las líneas que marque el imprevisible Donald Trump.

El anuncio en pocos días de la construcción de 5.500 casas en los asentamientos, la posibilidad de una nueva colonia para los evacuados de Amona y y la aprobación anoche de la ley en el Parlamento que regula alrededor de 3.000 casas en enclaves ilegales pese a que será tumbada por el Tribunal Supremo buscan calmar a sus bases y evitar la caída del Gobierno. Pero es el botón de muestra de un nuevo Netanyahu ante tres grandes retos: personal (investigaciones sobre supuestos casos de corrupción), político (presiones del ala más derechista) e internacional (cambio de presidente estadounidense).

Sin las “cadenas” de Obama como pretexto, el primer ministro debe elegir entre el statu quo o el camino que le muestra el ministro ultranacionalista Naftali Bennett (masiva construcción en territorios ocupados en la guerra del 67, ley de regulación, anexión…) que a su vez es presionado por los suyos tras la evacuación de Amona. Bennett huele la debilidad de Netanyahu consciente que la coalición formada por seis partidos se desmorona sin sus ocho diputados.

De momento, el político Bibi se impone al estadista Netanyahu. A diferencia de sus anteriores Gobiernos desde 2009, Netanyahu no tiene a Obama ni el contrapeso del partido laborista o el centrista Yesh Atid para eludir la política que le piden los halcones. El comunicado de la Casa Blanca señalando que los asentamientos no son un obstáculo para la paz pero su expansión no ayuda para lograrla es una buena noticia para Netanyahu ante las presiones de Bennett.

La batalla política por el liderazgo en la derecha, la evacuación de Amona y la marcha de Obama explican la polémica ley que blanquea al menos 16 enclaves y colonias ilegales según el propio Israel. Para los palestinos y la ONU todas las casas construidas en Cisjordania y Jerusalén Este lo son. Aunque ministros como el de Defensa, Avigdor Lieberman critican la ley y dicen que será tumbada por el TS, nadie quiere ser recordado como el que evita su aprobación. Netanyahu, que en el pasado se opuso a la iniciativa, ignora al asesor legal del Ejecutivo, Avijai Mandelblit que advierte que contradice la ley israelí e internacional. En este teatro de la política, Netanyahu reza para que el TS anule la ley y así pueda echarle la culpa.

Trump no se opondrá a la construcción en los asentamientos existentes. Si lo hace, no será con la firmeza de Obama que en su primer encuentro con Netanyahu le advirtió: “No quiero ni un solo ladrillo más”. El principal motivo de su tensión, sin embargo, no fueron las colinas de Cisjordania sino las centrales nucleares de Irán. En la reunión de ayer en Londres con la premier Theresa May y con Trump el 15 de febrero, el líder conservador vuelve a situar a Irán como principal punto de su agenda.

El comunicado de Trump sobre los asentamientos llegó tras la conversación con el rey Abdalá II de Jordania y los sucesivos caramelos de Netanyahu para dulcificar la evacuación de Amona como la posibilidad de crear el primer asentamiento desde los años 90.

Indignado ante esta “avalancha” de anuncios que ve como un paso más contra la creación del Estado palestino, el rais Abu Mazen exige a la ONU que haga cumplir la reciente resolución 2334 contra las colonias. Pero su objetivo más urgente es que Trump responda a su carta enviada a través del presidente ruso Vladimir Putin. Si en la era Obama, Ramala tenía línea directa con la Casa Blanca, ahora parece cortada. Abu Mazen espera aprovechar sus excelentes relaciones con Jordania y Rusia para llegar al corazón de Trump y evitar que apoye los asentamientos o traslade la embajada estadounidense a Jerusalén.

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