Tensión entre la Iglesia y el Gobierno: prudencia táctica y nuevos nubarrones

Tensión entre la Iglesia y el Gobierno: prudencia táctica y nuevos nubarrones

La conducción del Episcopado busca armar una mesa de diálogo nacional. Es presentada como un gesto superador de la polémica por la misa con Moyano. El Gobierno desconfía pero evita confrontar. Cree que la celebración en Luján complicó a la Iglesia

La prudencia discursiva que el Gobierno mantiene luego de la misa motorizada por la alianza sindical de Hugo Moyano apenas fue alterada por mínimas declaraciones, bastante medidas. Es, podría decirse, un recurso táctico, habida cuenta del oleaje producido por esa celebración, que exhibió incluso algunos malestares internos visibles no sólo para los lectores finos de los matices eclesiásticos. La expresión más evidente fue despegar al Papa del acto en Luján, el más significativo por su teñido sectorial y político.

En el Gobierno y en sentido más extenso, en el oficialismo también existen matices y distintas modos de observar y moverse frente a la Iglesia y como reacción ante las señales que emite Francisco. Pero en cualquier caso, los análisis parten del registro de los notorios mensajes críticos hacia la gestión de Mauricio Macri y del aval a la oposición peronista en sus distintas vertientes.

De todos modos, frente a la misa en Luján existió cierta coincidencia en ser muy medidos en las respuestas. Para algunos, los de mayores vínculos personales con referentes de la Iglesia, porque consideran que la peor estrategia sería agudizar las tensiones, abiertas y dogmáticas como fueron durante el debate por la legalización del aborto, más políticas y hasta ideológicas en el cuestionamiento global al macrismo. Para otros, el razonamiento es más pragmático: reaccionar sin advertir los matices del caso sería empujar una reacción en bloque de la jerarquía eclesiástica.

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Fuentes peronistas de vínculos fluidos con el Papa desmienten de manera cortante que Francisco haya sido consultado para la celebración de la misa solicitada por el frente sindical que encabeza el líder del gremio camionero. Con fastidio o sin él, niegan así los dichos de Pablo Moyano, que aseguró contar con esa venia. Agustín Radrizzani, titular de la arquidiócesis de Mercedes-Luján, también debió salir a decir que Francisco no tuvo injerencia en esta convocatoria.

Se mezclan, al parecer, distintos componentes internos. Los suficientes para que el presidente de la Conferencia Episcopal, Oscar Ojea –cuya designación estuvo en línea directa con el Papa-, saliera a destacar que el camino definido por la Iglesia argentina es la convocatoria a una suerte de mesa de unidad nacional, con sillas para opositores y oficialistas, empresarios, sindicalistas y representantes de organizaciones sociales. En los próximos días harían anuncios concretos. Una manera también de saldar el debate por el nítido perfil moyanista y kirchnerista de la misa en cuestión.

El punto, en todo caso, es que la celebración en Luján superó por mucho el lugar de la crítica con visión religiosa al delicado cuadro de la crisis económica y el ajuste dispuesto por el Gobierno. Ser una referencia social o una voz crítica –un ejercicio que siempre genera debate- no es asimilable a avalar a una determinada franja política y sindical, en este caso la más dura por razones entre las cuales se destacan comprometidas causas judiciales por corrupción.

Es cierto que la misa de Luján fue planificada antes de las tensiones por el pedido de detención a Pablo Moyano, finalmente desestimada por un juez pero aún con capítulos pendientes. Así lo destacan fuentes peronistas vinculadas a la gestión de ese acto. También lo es que sin ese ingrediente tan explícito, resultaba evidente la foto sesgada que inevitablemente iba a producirse.

Las mismas fuentes destacan, de todos modos, que las gestiones fueron básicamente sindicales, con el jefe del gremio de mecánicos, Ricardo Pignanelli, a la cabeza, acompañado por Julián Domínguez, de largo recorrido en el PJ y de también extensa relación con la Iglesia. Esos contactos condujeron directamente a Ojea, quien habría aconsejado conversarlo con Radrizzani, por jurisdicción, y darle un sentido amplio.

Hay quienes aseguran que eso no fue visto con buenos ojos por el obispo Jorge Lugones, titular de la Pastoral Social y uno de los más duros con el Gobierno, algo que ha padecido en directo la gobernadora María Eugenia Vidal. Lugones sí decidió recibir a Moyano en el momento de mayor tensión por el avance de la causa judicial con eje en denuncias por manejos en el club Independiente.

Por supuesto, no todo se explica por esa disputa hacia el interior de la Iglesia. Los matices pueden confundir. Radrizzani, de visible y previa simpatía con el kirchnerismo, no es precisamente un hombre de confianza del Papa, que no contó con su solidaridad en la época de arzobispo de Buenos Aires. En cambio, Lugones, de formación jesuítica, es parte del armado episcopal en sintonía con Francisco. Ojea no habría derivado la solicitud moyanista en función de tales antecedentes, sino por la elección de la basílica, según la explicación que se dejó trascender.

Pero aún con diferencias y hasta competencias, lo que está a la vista son tonalidades dentro de una misma paleta. Las funciones también tienen su peso. Ojea es finalmente la cabeza en la relación institucional con el Gobierno. Los vínculos con el oficialismo tienen además otras expresiones, si se quiere de carácter territorial. Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires y vice del Episcopado, los ejercita con Horacio Rodríguez Larreta. Y en La Plata, María Eugenia Vidal cultiva la relación con el arzobispo Víctor Fernández.

Nada es lineal. Lo saben el jefe de gobierno porteño y la gobernadora. También, la ministro Carolina Stanley. Hay puentes, complicados por episodios concretos y temas de fondo, como fue el debate por la legalización del aborto. También, trincheras, como las expresadas en estos días por la misa en Luján y el gesto de Lugones hacia Moyano.

También pesan señales que no parecen menores o fruto del puro descuido. La consigna de la celebración en Luján fue "Paz, pan y trabajo": el eco remite a la marcha cegetista en el final de la dictadura. Desde la cúpula eclesiástica, se habla ahora de superar esa polémica llamando a un diálogo multisectorial, que parece evocar la convocatoria hecha en los angustiantes días previos a la crisis de 2001. En los próximos días se verá si se trata sólo de suspicacias.

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