Rodríguez Larreta se dio el primer baño de peronismo auténtico

Rodríguez Larreta se dio el primer baño de peronismo auténtico

Por Eduardo Van der Kooy

Su muñeca política en la Ciudad no tiene aún dimensión nacional. La quita de fondos se aprobó en Diputados. El papel que jugó su amigo Sergio Massa y la excesiva confianza depositada en Juan Schiaretti.

Máximo Kirchner, el diputado kirchnerista e hijo de Cristina Fernández, fue el encargado de notificarle a Horacio Rodríguez Larreta que el largo camino que le aguarda hasta el 2023, como presunto candidato presidencial de Cambiemos, estará lleno de ingratas sorpresas. Lo hizo cuando en la madrugada pasada la Cámara de Diputados aprobó con lo justo (129 votos) la quita de fondos a la Ciudad. Fue el encargado de cerrar el debate.

El jefe del bloque oficial asoció a Rodríguez Larreta con las políticas de Mauricio Macri. Incluso con la debacle de Fernando de la Rúa en 2001. Adujo que los presidentes porteños habrían sido como una fatalidad para el destino de la Argentina. ¿Acaso un mensaje elíptico, también, para Alberto Fernández? El diputado omitió que, más allá de espejitos de colores, a los mandatarios de provincias tampoco les fue de maravilla. Entre ellos, a su padre y a su madre. Sobre Carlos Menem el kirchnerismo siempre prefiere no hablar. El país está como está por una sucesión histórica que no se explica seriamente ni por una geografía ni por un ciclo. Máximo, tal vez, no lo entienda. O no lo sepa.

En cualquier caso, el jefe de la Ciudad se acaba de asomar con el recorte de fondos a un nuevo juego. Que lo obligará a abandonar cierta zona de confort político que habitó en los últimos años. Los cuatro de Cambiemos y algunos meses del de FdT (Frente de Todos) forzados por la pandemia y las necesidades de Alberto. Ese tiempo ha quedado atrás.

Rodríguez Larreta, aunque demasiado prematuramente, despunta como la mayor amenaza para el kirchnerismo. Consolidó una buena imagen y, en general, una gestión ponderada. Ejerce, por otra parte, desde un distrito poderoso que resulta esquivo al peronismo en sus diferentes expresiones. Es la herramienta de poder más valiosa de que dispone Cambiemos. Cristina Fernández, en plena campaña, anticipó que la primera misión política sería minar la fortaleza opositora. Está cumpliendo.

El recorte de fondos, que nació con un decreto presidencial fue votado por Diputados. Antes lo había avalado el Senado. Deberá tratarlo otra vez porque la Cámara Baja le introdujo variantes. Pero no habrá marcha atrás. La idea consiste en apremiar al jefe de la Ciudad e incubar con el tiempo el descontento porteño. De hecho, en el Presupuesto que envió a la Legislatura congeló para el 2021 la obra pública. Uno de sus pilares. Introdujo además gravámenes tributarios que, sumados a los del gobierno nacional, afectarán millones de bolsillos.

Aquella jugada kirchnerista tendrá una incidencia que, hasta ahora, no logró ninguno de los otros desafíos que enfrentó. El último a raíz del caos, descontrol y violencia durante el velatorio de Diego Maradona. El Presidente y su ministro del Interior, Eduardo De Pedro, cargaron la responsabilidad sobre Rodríguez Larreta por algunos incidentes entre manifestantes y la Policía de la Ciudad en la 9 de Julio. El episodio más grave ocurrió dentro de la Casa Rosada cuando barras brava coparon el Patio de las Palmeras. Fueron desalojados con gases por la Policía Federal. Responden a la ministra de Seguridad, Sabina Frederic.

En medio de ese tironeo, Sergio Berni laudó públicamente a favor de lo actuado por Rodríguez Larreta. En verdad, por su segundo y encargado de la Seguridad, Diego Santilli, con quien tiene una relación personal y una sintonía política poco conocida. Nadie en el kirchnerismo salió a confrontarlo. Habla a las claras de la autonomía y la espalda política que dispone el ministro de Seguridad de Buenos Aires.

Rodríguez Larreta se debe haber desayunado, con el recorte de fondos, que la muñeca política que exhibió siempre con la oposición peronista en el distrito resulta insuficiente cuando debe traspolarla al plano nacional. Es otra dimensión. Es casi otro rubro. Se trata de una maquinaria acomodaticia cuando no está en el poder nacional. Aunque implacable cuando forma parte de él.

El jefe de la Ciudad debió entablar negociaciones fuera del distrito –a la intemperie- para intentar que Diputados no sancionara la ley que establece una quita de coparticipación federal y nuevas condiciones para la administración de la policía que fue cedida por Macri.

Confió, en primer término, en su amigo Sergio Massa. El titular de la Cámara de Diputados había confiado que el proyecto no avanzaría por falta de votos. Hubo gestión del jefe Renovador con el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz. Uno de los diputados provinciales, Andrés Zottos, no solo participó del quórum. También votó a favor del recorte. El gobernador participó en las últimas horas -por la adjudicación de una obra provincial- de un acto presencial junto a Alberto.

El gran objetivo de todos, al final decisivo, fue Córdoba. Juan Schiaretti, el mandatario, nunca fue afín al kirchnerismo. Hizo un ajustado equilibrio en épocas de Macri porque la provincia se reveló como una excelente cosecha de apoyo para el ingeniero. Pero en el final de su carrera Schiaretti no estaría dispuesto a reponer antiguas peleas. Menos a emigrar del peronismo.

Hace diez días había conversado con Rodríguez Larreta. Lo dejó tranquilo: “No vamos a dar quórum”, le dijo sobre la sesión por el recorte de fondos a la Ciudad. Quizás el jefe porteño confió demasiado en esa palabra. El domingo fueron las elecciones a intendente en Río Cuarto. El peronismo unido -incluidos los K- reeligió a Juan Manuel Llamosas. Alberto envió a Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete, De Pedro y Juan Manuel Olmos para realzar la victoria –como si hubiera sido la de Joe Biden sobre Donald Trump- y cercar discretamente al gobernador. El día de la victoria, por la noche, ante una consulta de un confidente, Schiaretti dibujó un primer giro: “Vamos a dar quórum pero votaremos en contra”, aseguró. Rodríguez Larreta no se terminó de convencer que el mandatario había iniciado un viaje sin retorno.

Finalmente los cuatro diputados cordobeses votaron a favor de la poda de fondos. Schiaretti Impuso unos retoques y llamó a una negociación. Serán 60 días con la intervención del Consejo Federal de Inversiones (CFI), donde tallan los gobernadores. Trató de ser un gesto condescendiente para el jefe de la Ciudad. Aunque lo metió en otro brete. ¿Si acepta negociar, que hará con la medida cautelar que presentó ante la Corte Suprema? ¿Si diera ese paso, bajo qué condiciones analizarían los cinco jueces el reclamo porteño?

Los márgenes de Schiaretti estuvieron acotados un poco por la política. Mucho por la realidad económica. Córdoba tiene un vencimiento de U$S 600 millones este mes. De una deuda total que asciende a U$S 2.200 millones. La Caja Previsional, un karma histórico, arrastra un rojo de $ 25 mil millones. Mucho más que en la era Macri, que con recurrencia acudió a su salvataje.

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