El Riachuelo y un triste futuro

El Riachuelo y un triste futuro

Las organizaciones denuncian que el control de vertidos y emisiones, la normativa de vertidos y el uso elegido para la calidad de agua del Riachuelo resultan totalmente inadecuados para el saneamiento del río y la mejora de la calidad de vida de la población.  

Las regulaciones adoptadas por la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar) deberían haber reducido la contaminación, pero no lo han hecho y, por el contrario, la mantienen.

A su vez hoy han emergido nuevos y complejos problemas, que indican que los objetivos impuestos por el máximo tribunal se encuentran altamente incumplidos. Las falencias que persisten afectan tanto al control sobre las principales fuentes de contaminación (los establecimientos industriales, basurales a cielo abierto y efluentes cloacales), como al acceso a bienes y servicios indispensables tales como agua potable, saneamiento cloacal, vivienda y salud, que inciden en la vulnerabilidad de la población.

En materia de hábitat para los sectores vulnerados, la situación es altamente problemática. En el año 2010 se elaboró el Plan de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios en Riesgo Ambiental de la Cuenca Matanza Riachuelo (plan Marco) que prevé 17.771 soluciones habitacionales. Sin embargo, su cumplimiento ha sido muy bajo (sólo el 35 % de los hogares han sido realojados) y reiteradamente se ha incurrido en graves violaciones a los derechos de las personas que han sido relocalizadas en los complejos habitacionales.

En lo que refiere a la permanencia de basurales a cielo abierto constituyen uno de las tres principales fuentes de contaminación de la cuenca. Según datos de Acumar, 1,8 millones de metros cúbicos de residuos sólidos son los que se acumulan en este tipo de basurales.

A su vez, aún no se generaron capacidades para evaluar la situación de salud ambiental y tampoco se articuló una intervención de las distintas áreas de Acumar para reducir la exposición de poblaciones especialmente vulnerables a amenazas producidas por la contaminación.

A nueve años del dictado del fallo, las organizaciones que forman parte del cuerpo colegiado siguen reclamando que el caso deje de ser una continuidad de decisiones, controles y retos judiciales para transformarse en una política de Estado, que atienda las necesidades de quienes habitan uno de los espacios territoriales más degradados del país. 

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