¿Las restricciones dispuestas por la pandemia cercenan la libertad religiosa en la Argentina?

¿Las restricciones dispuestas por la pandemia cercenan la libertad religiosa en la Argentina?

Referentes de los principales cultos y juristas se pronuncian acerca de si el cierre de los templos y la suspensión de los oficios religiosos en el país en el marco de la cuarentena afecta o no un derecho humano fundamental.

Sergio Rubin

Como otros países afectados por la pandemia de coronavirus, la Argentina dispuso entre las numerosas restricciones para acotar los contagios el cierre de los templos y la prohibición de encuentros religiosos. Si bien en varios países las limitaciones religiosas provocaron polémica, no ocurrió inicialmente aquí. Pero el hecho de que nuestra cuarentena se convirtió en la más larga del mundo terminó suscitando la controversia. Porque al compás de las sucesivas prórrogas -que seguían incluyendo la veda de las celebraciones religiosas con fieles (salvo flexibilizaciones en el interior y, recientemente, una apertura con limitaciones de los lugares de culto en la ciudad de Buenos Aires, todas con protocolos)- fue creciendo entre dignatarios de las principales confesiones y destacados expertos una polémica sobre si en pos de cuidar el valor supremo de la vida se están cometiendo o no excesos que afectan la libertad religiosa, un derecho humano fundamental.

Las opiniones son diversas, según un sondeo efectuado por Valores Religiosos. El provicario general del arzobispado porteño, el obispo Enrique Eguía Seguí, consideró que en Buenos Aires durante la pandemia “el servicio de caridad se desplegó ampliamente en diversas tareas de ayuda social, personal y espiritual en las comunidades pastorales y de apostolado. Lo mismo -añadió- el anuncio del Evangelio y la celebración del culto a través de renovadas y creativas formas en las redes sociales, llegando a gente que no se acerca habitualmente a los templos aunque se reconozca católica”.No obstante, dijo que “quedó limitada y dañada la necesaria celebración de los sacramentos de manera comunitaria y presencial en los templos, pero esto fue en función de privilegiar un valor que es el de cuidar la vida de los demás y la propia, evitando el contagio. La libertad de anunciar a Cristo y servir a los hermanos -opinó- no tuvo limitaciones”.

Para el presidente del Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR), Raúl Scialabba, se afectó la libertad religiosa. Por lo pronto, porque las restricciones “deben ser establecidas por ley -cosa que no sucedió- por un tiempo determinado y ser de carácter razonable y sin discriminaciones”. Destacó que “desde el primer minuto de la cuarentena se ignoró la dimensión integral del hombre. Los religiosos no fueron considerados personal esencial y tampoco la asistencia que prestan. Pareciera que las iglesias y confesiones religiosas son tomadas como muy importantes a la hora de la asistencia solidaria (y realmente lo son), pero ignoradas en la función de asistencia espiritual”. Y señaló que “se hace imperativo de aquí en más terminar con las imposiciones y pasar a un sistema de diálogo individual donde se puedan pactar protocolos que contemplen el regreso paulatino a una plena libertad de culto cuando las condiciones lo ameriten”.

La pastora Sonia Skupch, secretaria general de la Iglesia Evangélica del Río de La Plata (IERP), considera que “es cierto que las restricciones impuestas afectaron directamente y en forma drástica lo religioso. No obstante -agrega-, es importante tener en cuenta que las restricciones propias de la cuarentena buscan preservar la salud de la población en general y en especial de los más vulnerables. Como cristianos estamos llamados a cuidar a los más desprotegidos; por lo tanto, si hay una situación que amenaza a la población, y en especial, a los más vulnerables, creo que es función de la iglesia acompañar estas medidas. Por el otro lado, es importante también tener en cuenta que estas medidas son temporales y se ajustan a una determinada situación dada y no tienen carácter permanente. Son medidas de emergencia y como tales deben ser entendidas. Por lo tanto –concluye-, no veo que las actuales medidas que son temporales y de emergencia dañen la libertad religiosa”.

El doctor en derecho y profesor de la UCA, Juan Navarro Floria, se sumó a los que creen que la libertad religiosa se afectó. “La salud pública es una de las razones que justifican limitar las manifestaciones externas de la libertad religiosa, pero solamente en la medida de lo indispensable, por tiempo limitado y por ley, pero no se cumplió la formalidad de la ley y las restricciones son irrazonables por su extensión y su duración”, dijo. “Los actos de culto pueden hacerse con las debidas precauciones y medidas sanitarias”, estimó. Señaló que “en una provincia se llegó a que el gobernador prohíba por decreto las confesiones. También se restringió indebidamente el derecho a recibir asistencia religiosa (especialmente a los enfermos y moribundos) y la posibilidad de despedir adecuadamente a los difuntos. Todo eso ocurre por un desborde autoritario del Estado y porque las confesiones religiosas fueron extremadamente cautelosas y no quisieron hacer planteos”.

A su vez, el rabino Fishel Szlajen, profesor universitario y miembro de la Pontificia Academia por la Vida, precisó que el judaísmo preceptúa posponer sus mandamientos en defensa de la vida. Pero destacó que “un Estado cuya Constitución invoca en su preámbulo la protección de Dios como fuente de toda razón y justicia, y donde la libertad de culto es un derecho básico, no puede dejar de declarar el servicio religioso para su pueblo como esencial y vital, cumpliendo con los respectivos protocolos de bioseguridad”. En ese sentido, señaló que “las confesiones religiosas presentaron propuestas con protocolos para diversas actividades esenciales y vitales para sus fieles, pero no siempre fueron escuchadas”. Consideró que esto “es parte de la creciente tendencia deliberada a la invisibilización de lo religioso, manifiesta en la indiferencia y desconsideración, cuando no detrimento de la dimensión espiritual y de Dios en todos los órdenes de la vida”.

Por su parte, el dirigente islámico y co-presidente del Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI), Omar Abboud, afirmó que en el caso de la ciudad de Buenos Aires “no se dañó ningún principio de la libertad religiosa porque prevalece el cuidado de la vida”. Apuntó, además, que “la práctica del culto, si bien en algunos casos tiene características grupales, en la libertad interior del creyente se encuentra el espacio para comunicarse con Dios”. Al tiempo que aludió a la reciente apertura parcial de los lugares de culto porteños, al subrayar que “en la particularidad de la ciudad se permitió hacerlo respetando un protocolo. Y en la distancia social, el barbijo y demás medidas para el cuidado se puede encontrar una armonía entre la preservación de la salud y la práctica del culto”.

Sea como fuere, monseñor Eguía Seguí consideró que esta situación “es una oportunidad para que los organismos del Estado y los comunicadores tengan en cuenta que la mayoría de los habitantes de nuestra querida Nación manifiesta tener alguna creencia religiosa. Pero esto no se visibiliza en políticas y mensajes actuales ni hacia adelante, pensando en las consecuencias que esta pandemia dejará. Se consultan expertos de todo tipo, lo cual está bien, pero no se valora en su real dimensión a quienes pueden, desde lo religioso, aportar un horizonte de esperanza frente al dolor, la incertidumbre, la soledad y la muerte, y dar respuestas concretas con la solidaridad y la cercanía del encuentro, mensaje central y aporte continuo de todas las religiones”.

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