Ratzinger se fue con la promesa de reverenciar y obedecer a su sucesor

Ratzinger se fue con la promesa de reverenciar y obedecer a su sucesor
Benedicto XVI dejó su papado a las 20 de ayer, dando comienzo a un hecho inédito en la Iglesia moderna. Se despidió de los cardenales que ya están en Roma para elegir al nuevo pontífice y de los fieles que le pedían que no renuncie.

Dolores Álvarez

A las 20 las puertas del Palazzo Castel Gandolfo se cerraron y la guardia suiza volvió hacia el Vaticano. En la residencia de verano pontificia, se acomodaba Joseph Aloisius Ratzinger, el hombre de Baviera que guió a la Iglesia Católica durante los últimos siete años, diez meses y nueve días. Con casi 86 años, una sotana blanca simple, sin capelina, y después de una jornada de adioses, el tercer hijo de Maria Rieger y Joseph Ratzinger terminó su día abriendo un nuevo capítulo en la historia del catolicismo. Ahora, la melancolía y emoción que provocó entre los creyentes el gesto de la renuncia darán espacio al cónclave: a los juegos de poder, las fumatas negras, y las marchas y contramarchas de una institución plagada de misterios y secretos.

Ayer, el último día del papado de Benedicto XVI comenzó a las 11 de la mañana con un saludo personal a un grupo de 70 cardenales que ya están en Roma para participar del cónclave que elegirá a su sucesor. En vistas a la "reunión bajo llave", el Pontífice auguró que el colegio de prelados sea "como una orquesta en la que la diversidad" pueda llevar a una "conforme armonía", y dijo que continuará estando en la Curia a través de la oración. "Entre ustedes está también el futuro Papa, al cual hoy prometo mi incondicionada reverencia y obediencia", aseguró el Pontífice.

Luego, el Papa saludó, uno por uno, a todos los cardenales presentes en la Sala Clementina. Entre ellos, se encontraba el ex arzobispo de Los Angeles, Roger Mahony, que en los últimos días levantó protestas en el mundo católico de Estados Unidos e Italia para que no vuele hacia Roma. El californiano está acusado de haber encubierto a 129 sacerdotes de su diócesis que habrían abusado de menores de edad. Ayer, se arrodilló frente a Sumo Pontífice y, al igual que el resto de sus colegas, besó el anillo del pescador y cruzó algunas palabras de saludo con él.

Antes de partir hacia el palacio de verano, Benedicto XVI también quiso despedirse de sus seguidores virtuales, a través de un mensaje en la red social Twitter: "Gracias por su amor y por su apoyo. Espero que puedan siempre experimentar la felicidad de ubicar a Cristo en el centro de sus vidas", escribió.

El Pontífice saludó personalmente a todo el personal y a los prelados vaticanos en San Damaso y, en medio de un largo aplauso, partió en el automóvil que lo llevaría, junto a su secretario personal, Georg Ganswein, hasta el helicóptero blanco que, a las cinco de la tarde en punto, lo trasladó desde el Vaticano hasta Castel Gandolfo, 20 kilómetros al sur de Roma.

Luego de unos veinte minutos de vuelo, transmitido en directo por la televisión, sobre el escenario de capillas y palacios de la capital italiana, Ratzinger llegó a la residencia estival y minutos más tarde se asomó al balcón para saludar a una multitud que lo esperaba, para dedicarle el adiós final. "Estoy feliz de estar con ustedes, con vuestro afecto y amistad. Este es un día diferente a los otros, ya que al final de hoy ya no seré Pontífice de la Iglesia Católica. Tan sólo un peregrino que inicia su última etapa de viaje en esta tierra (…) Sigamos adelante, juntos con el Señor por el bien de la Iglesia y del mundo. Gracias y buenas noches", fueron las últimas palabras de Ratzinger como Papa. Eran las 17:41 y la gente lloraba y le pedía a gritos que no se fuera. Pero el Papa dio media vuelta y con pequeños pasos se alejó de la ventana.

A las 20, sin la iluminación de los reflectores, se hizo efectiva su renuncia, que había sido anunciada el 11 de febrero pasado. A partir de ahora, Ratzinger pasará los próximos dos meses en la residencia de Castel Gandolfo, hasta que se hayan terminado los trabajos de reestructuración del ex monasterio de clausura en los jardines vaticanos que será su nueva morada por el resto de sus días. Allí, junto con su piano, sus gatos de cerámica y sus documentos personales, el hombre de Baviera –según sus propios palabras– continuará "trabajando" para la Iglesia Católica a través de la oración y la meditación. «

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