¿Quién es Lucía Caram, la monja que guarda los secretos de Messi?

¿Quién es Lucía Caram, la monja que guarda los secretos de Messi?

Es tucumana, evangeliza por Twitter y da de comer a 2.000 familias en Barcelona. En una entrevista con la revista Viva (Clarín), la religiosa pone al descubierto su personalidad y revela qué cosas le cuenta Lio, cuando se encuentran en el Camp Nou.

Pablo Calvo

La contacto por mensaje directo de Twitter y ella me chatea por WhatsApp, que si quiero fotos le mire el Instagram y que “hablemos después de la medianoche por Skype”, porque ahora está subiendo un video a YouTube, donde también están sus charlas TED.

El tema es que ella es monja de clausura, delineada por el dogma como una persona encerrada en los altillos medievales, con velos infranqueables y en voto de silencio. “Te aviso que a TikTok entré recién y por motivos solidarios, pero no estoy tan ducha, eh”, suelta pícara, mientras guiña un ojo al cronista de la revista Viva por la pantalla del celular.

Sor Lucía Caram es todo lo contrario a todo lo que cualquiera se imagine. ¿Qué reza todo el día? No, sale a dar de comer a 2.000 familias de Manresa, provincia de Barcelona. ¿Qué habla con parábolas bíblicas? No, manda “a la mierda” a los que critican que se vean las filas de pobres esperando alimentos. ¿Que su condición de religiosa contemplativa la repliega a la quietud del convento? No, se dice “militante del MEC: el partido de los que Mueven el Culo”.

Para ella, el infierno no existe, porque “la misericordia de Dios no lo permitiría”; Jesús no repartió los panes y los peces “como un mago”, sino que enseñó a compartir lo que tenemos. No por nada el Papa Francisco la llama en susurros “la monja quilombera” y la alienta en público a pelear por los más débiles.

Hora de contar su vida. Lucía nació en Tucumán el 21 de octubre de 1966, cuando los ingenios azucareros se cerraban, los puestos de trabajos se desvanecían y la sociedad entraba en un período de ebullición de consecuencias trágicas.

Sus padres, de clase media, participaban del Movimiento Familiar Cristiano y allí convivían militares del Operativo Independencia con familiares de víctimas de la represión ilegal. Ella tiene imágenes marcadas de ese tiempo de “violencia y desamor”.

En el Colegio Santa Rosa, de la Congregación de las Hermanas Dominicas, empezó a forjar la vocación y su rumbo: el distintivo de egresada, plastificado, tenía una de las claves de su vida, pues avisaba “Preparate mundo, allá voy”.

Y allá fue. Y aquí viene la charla entre Buenos Aires y Barcelona. Sólo resta decir que Sor Lucía Caram va al palco del Camp Nou y estaciona el auto al lado del de Lionel Messi, que conoce sus secretos futbolísticos y emocionales como pocas personas y que él la banca en su misión humanitaria tanto como a su amigo Luis Suárez.

Intento preguntar, pero ella se adelanta, lanza la primera pregunta y la primera respuesta:

-¿Viste al Barça, no?

-Sí, claro. Para mí, Messi es el mejor del mundo mundial, aunque los argentinos estén divididos. Siempre igual allá, no existe el punto medio. ¿Maradona o Messi? Pues yo soy de Messi. Claro que se pierde la Champions League y es un desastre. Messi anuncia que se va y aquí fue una tragedia. Ando tan preocupada por la pandemia, que si no en ese momento me hubiera deprimido más. Lo primero que pensé fue que había sido una calentura de Leo, como en el Mundial, pero también pensé que esa era una manera de presionar.

-En ese momento, él habló de la pérdida de felicidad, algo que ni una montaña de dinero puede comprar...

-Ahí esté el tema, ¡eh! De entrada, pensó “como no soy feliz, me voy y puedo iniciar mi vida en otro sitio”, pero claro, cuando chocas con la realidad, la felicidad es también la familia, los amigos, y eso lo hace terminar de reaccionar. Leo es muy grande por su humildad, pero todos tenemos nuestro punto débil, querer ganar, tener nuevos objetivos. El Rafa Nadal decía: “Ganar ya no depende de mí, pero hay algo que no me perdonaría y es no haber hecho todo lo posible para superar mis propias marcas, para dar mi mejor versión...” Y bueno, ahora Leo está con cara seria, pero es un profesional que quiere seguir batiendo récords y de a poco irá mejor con Ronald Koeman, el nuevo entrenador. Leo me dijo en el estacionamiento del estadio que se siente muy argentino y él quiere más que nadie darle a la Argentina un título, ojalá cumpla su sueño.

-Ahí también hablaron del juicio por impuestos que tuvo, ¿verdad?

-Sí, yo había salido a apoyarlo por las redes y él vino a agradecerme. Sus palabras fueron: “Gracias porque en el peor momento estuviste a mi lado”. También hablamos profundo cuando amagó con renunciar a la Selección. Lo mismo, le sugerí que si se amargaba tanto y esa presión lo hundía, tenía que dar un paso al costado, pero que si su amor por la celeste y blanca era tan grande, debía volver. Y en ese momento me anticipó que volvía, cuando públicamente todavía no lo había dicho. Recuerdo bien su frase: “Yo siento mucho los colores, me siento muy argentino”.

-¿Tomó clases de liderazgo con Pep Guardiola?

-Bueno, algo así. Sucedió que cuando empiezo a plantear el tema de la pobreza infantil, Pep era nuestro técnico y decidió apoyarnos con un video donde destacaba la importancia de fomentar los valores positivos y el trabajo en equipo. Él planteaba que todos los jugadores del plantel tenían que saber que en algún momento podían jugar de titulares, aunque estuvieran en el banco. Y yo pienso que en la vida es igual, que todos tenemos un papel, así como en la música los silencios cumplen una función. Pep me dijo que se notaba mucho el trabajo que se hacía desde La Masia, las enseñanzas de vida que recibían los jóvenes en la cantera del club. Entonces, yo me acerqué a la filosofía del Pep, a la generosidad que se veía en ese momento en Xavi o en Andrés Iniesta para el funcionamiento colectivo. Guardiola me inspiró mucho a la hora de hablarle a la sociedad.

El pajarito que duplicó caracteres

La hermana Lucía se presenta en Twitter como “monja contemplativa, inquieta e inquietante” y allí tiene más de 202 mil seguidores. Juega fuerte con sus mensajes. Tiene una explicación: “Tomo el ejemplo de la Biblia. Para mí, con sus versículos y su forma de decir mucho en pocas palabras que llegaban al corazón, Jesús fue el primer tuitero de la Historia”.

-¿Cuándo decidió cambiar la quietud monacal por el bullicio de las redes?

-Mira, salió lo de Facebook hace años, los voluntarios compartían fotos y una amiga me dijo que Twitter era una plataforma de diálogo interesante para reflexionar, no como ahora, que desde el anonimato cualquiera te insulta. En ese momento me llamó la atención, me gustaba pensar en 70 caracteres, ya nadie se acuerda pero eran apenas 70, y se ve que gustó lo que ponía porque me invitaron a un congreso mundial de Twitter en Granada. Hablé de cómo evangelizar en las redes y yo decía que no era recitar un sermón sino dar una buena noticia. Y que, ante tanta pobreza e injusticia, el cristiano tiene que inclinarse siempre por el más débil. Recordé que, de chica, mi mamá me había regalado un cuadro que decía: ‘Ponga el cerebro en funcionamiento antes que la lengua en movimiento’. Y bueno, algo así pasó. Claro que a veces me embalo y desarrollo cierta “incontinencia digital”.

-¿Qué le dicen cuando manda a la “mierda” a los que preferirían ocultar las filas de pobres que esperan comida o cuando llama “pelotudos” a los críticos del Papa?

-Las monjas de mi comunidad ya saben que soy argentina y que tenemos esa forma de hablar. También han entendido que a veces los eufemismos no van cuando estamos al lado de la gente que está sufriendo. Hay quienes muy elegantemente dicen: “Asistimos a gente que está en situación de calle”, yo digo: “Ayudamos a gente que está en la puta calle”. A veces me dicen que modere el vocabulario, pero si lo hago, no sería yo. En realidad, no les gusta que sea tan radical cuando critico a la derecha. Yo defiendo los derechos sociales de la gente. Hélder Câmara, figura de la Teología de la Liberación, decía: “Cuando doy de comer a la gente me dicen que soy un santo, cuando preguntó por qué no tienen para comer me dicen que soy un comunista”, pues un poco en la Iglesia pasa eso, que hay que ser de centro, pero el centro siempre tira a la derecha. Se enojan por las malas palabras, pero creo que más por el contenido, que levanta ampollas.

-En España la llaman la monja “cojonera”, ¿ahí cómo traduce?

-Jaja. Pues mira, el Papa Francisco me dio la orden de “hacer lío” y yo cumplo. En confianza, cuando le habla a algún amigo de mí, me llama la monja “quilombera”. Cuando presentamos el programa de lucha contra la pobreza infantil, había mucha gente que no estaba de acuerdo con que una religiosa se dedicara directamente a la acción social y él nos invitó a Roma. Fuimos con 200 voluntarios y el vicepresidente del Barça y le dimos una camiseta con la leyenda “Invulnerables”. No es que hable todos los días con Francisco, pero me he visto unas cuantas veces y tengo muchos amigos en común. Él sigue alentándome a que haga lío, aunque parece que a veces hago demasiado.

Sor Lucía Caram brinda charlas de consuelo y aliento a mujeres que tuvieron que prostituirse para poder alimentar a sus hijos. “Hay mucha mujer maltratada desde que empezó la crisis. Acá existe la figura del macho ibérico, el hombre que lleva la casa. Pero hay hombres que han perdido el trabajo, no pueden ser cabeza de familia y abandonan a las mujeres y a los hijos. Ellas tuvieron que salir entonces a ganarse la vida. Las acompañé en un grupo de reflexión que se reunía para rezar dos veces por semana. Te aseguro que luchan a muerte por la vida y que tienen un amor heroico. Puritanamente, dirías que no es el camino, pero yo me pongo en la piel de ellas: están tratando de sacar a sus hijos adelante. Si en vez de condenarlas las escucharan, caerían los dogmatismos.”

Ya es madrugada. Un voluntario llora de bronca porque en la fila de los hambrientos encontró a un amigo. La hermana Lucía lo consuela. Desde que el Covid acecha, duele el alma. Y no es lo mismo el otoño en Manresa.

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