“¿Quién va a controlar?”, la duda de los consorcistas sobre el protocolo para habilitar los espacios comunes de los edificios

“¿Quién va a controlar?”, la duda de los consorcistas sobre el protocolo para habilitar los espacios comunes de los edificios

Si bien aún no está permitido el uso de parrillas, lavaderos, parques o terrazas, el Gobierno porteño creó el reglamento para reabrirlos. Pero en los consorcios dicen que es difícil de implementar.

 

Desde que arrancó la cuarentena, los salones, jardines y gimnasios de edificios porteños se vaciaron por disposición oficial. Con el correr de los meses, el pedido de los vecinos para volver a habitarlos se hizo cada vez más fuerte. Esta semana el Gobierno de la Ciudad anunció que tiene preparado un protocolo que regula el uso de seis de esos espacios: parrillas, lavaderos, canchas de tenis, parques y terrazas. Pero tanto consorcistas como administradores tienen muchas dudas sobre cómo llevar esa letra a la práctica.

El protocolo, elaborado por la Secretaría de Atención Ciudadana y Gestión Comunal de la Ciudad, fue enviado a los consorcios este fin de semana y sería publicado en los próximos días. Y aunque establezca normas específicas para cada espacio habilitado, dispuso dos reglas comunes a todos: usar tapabocas y sacar turno antes de ir.

Cómo se implementará ese sistema de turnos y cuántas personas podrán usar cada espacio de forma simultánea dependerán de dos factores: la capacidad de cada edificio y la cantidad de habitantes, aclaran desde el Gobierno porteño.

Aunque en todas las áreas comunes será obligatorio el uso de tapabocas, en las canchas de tenis de edificios será posible retirarlo durante el juego. Pero habrá que tenerlo puesto tanto al entrar como al salir del lugar. Allí además habrá que llevar kit de higiene, botella y toalla individuales.

La distancia social mínima en esas canchas deberá ser de un metro y medio, y sólo podrá jugarse en formato single (dos personas), sin público y durante una hora como máximo. Incluso se recomienda tanto evitar cambiar de lado como acercarse a la red, rozarse o intercambiar raquetas. También se sugiere limpiar el calzado con una bandeja sanitizante antes y después de jugar, y desinfectar el material de juego.

 

En las parrillas y lavaderos de edificios no podrá haber más de un vecino por turno, excepto que quienes vayan sean convivientes. Sólo en ese caso sí podrá ingresar más de una persona simultáneamente.

El tiempo máximo permitido en el área de parrillas será determinado por cada consorcio. Antes de retirarse de ese sector, habrá que desinfectar mesadas, bordes de parrilla y otras superficies que se hayan usado. Los productos para desinfectar deberán estar “aprobados por la autoridad sanitaria” y podrán ser lavandina, alcohol diluido en agua o soluciones sanitizantes.

En los lavaderos compartidos la ropa sucia se llevará en bolsas, que deberán vaciarse por completo directamente en el lavarropas, sin sacudirlas ni dejar que toquen otro elemento del sector. Antes de retirarse, habrá que repasar las superficies con toallas descartables embebidas en una solución de agua y lavandina. Una hora será el tiempo máximo de permanencia.

En parques, correderas y terrazas, la distancia social mínima también será de un metro y medio, y el tiempo máximo de permanencia, de 45 minutos. A su vez, no podrá haber más de una persona cada 15 metros cuadrados: “Cada consorcio establecerá la cantidad máxima de personas permitida”, reza el protocolo.

Además, en esos espacios abiertos se recomienda evitar detenerse a charlar con otros vecinos y asegurarse de toser o estornudar siempre en el pliegue del codo. La higiene de manos deberá ser rigurosa: habrá que llevar toallas húmedas, sanitizante o alcohol al 70% si van a tocarse superficies.

Aunque el protocolo viene a reglamentar un uso que venía dándose en la práctica en muchos edificios, tanto consorcistas como administradores coinciden en que la medida es de muy difícil implementación.

“¿Quién va a controlar que se cumplan todas esas normas sanitarias?”, se pregunta Alicia Giménez, presidenta de la Unión de Consorcistas de la República Argentina (UCRA). Y repasa: “El encargado no lo puede hacer, con el agravante de que si se contagia es un gran problema. El administrador tampoco, porque no vive en el edificio. El consejo de propietarios, menos, porque no tiene ninguna atribución”.

Daniel Tocco, vicepresidente primero de la Cámara Argentina de la Propiedad Horizontal (CAPHAI), cree que “las parrillas solo deberían habilitarse para hacer el asado y llevar la comida a los departamentos”. Y considera que “no va a haber un control de cumplimiento de estas pautas, porque no podemos designar a alguien que tenga autoridad de contralor, ni del área de vigilancia ni del personal, que tiene horario reducido”. “El acatamiento quedará en la voluntad de los vecinos”, concluye.

“Estaría bien ir abriendo de a poco los espacios comunes, si los propietarios lo hacen en forma razonada. En algunos edificios estuvo usándose la terraza, sobre todo en los primeros meses de cuarentena, que hacía más calor”, observa Beatriz Barnes, integrante de la comisión de la Asociación Inmobiliaria de Edificios de Renta y Horizontal (AIERH) y asesora legal de la institución. Con todo, identifica puntos problemáticos en esta nueva apertura, como la terraza: “Ahí el encargado no puede ir a limpiar detrás de cada vecino que vaya. Es imposible que se sanitice a cada hora”.

Desde la presidencia de la Asociación Civil de Administradores de Consorcios de Propiedad Horizontal (AIPH), Matías Ruiz coincide y remarca: “No hay forma de garantizar el efectivo cumplimiento del protocolo”. “Un consorcio tipo, de 20 unidades funcionales, no tiene las posibilidades económicas ni el personal para implementar algo así, ya sea para pagarle a un profesional que dé una certificación o a una empresa para que haga una desinfección, que hoy cuesta entre $ 4.000 y $ 6.000 cada una”, argumenta.

A Ruiz tampoco lo convence el manejo de las responsabilidades en el caso de que haya un contagio masivo en un edificio. “Cuando uno permite y habilita un protocolo, asume la responsabilidad sobre él. Si hay un desmadre, el consorcio será el responsable, porque acepta el protocolo pero finalmente no puede controlar su cumplimiento. Entonces le va a caer la bola al administrador, por ser representante legal del consorcio”, señala.

“Esta medida va a ordenar, pero muy poquito”, opina por su parte Samuel Knopoff, presidente de la Federación de Asociaciones de Consorcios (Fedeco). “El protocolo debería ser elaborado después de consultar a todos los implicados: las autoridades de salud pública, entidades de salud privada, organizaciones de consorcistas y de administradores, sociólogos. Hay que convencer a la gente, que está agotada y que, con estas medidas, va a seguir desobedeciendo”, señala.

Desde el Gobierno porteño explican que la regulación en cada edificio se coordinará entre consorcistas y administradores. Resta por verse entonces qué resultados tendrá una medida reclamada por vecinos, pero que genera demasiadas dudas en relación a su implementación.

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