Con un clima cálido y un cielo totalmente despejado, una multitud de fieles se congregó esta mañana en la misa del Domingo de Ramos frente a la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia. La celebración fue presidida por el obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino y concelebrada por el presbítero Gabriel Mestre, vicario de la diócesis y párroco de la Catedral y los presbíteros Héctor Bachmeier y Luis Espósito, vicarios parroquiales.
El inicio de la liturgia del domingo de Ramos, con la lectura del evangelio y la bendición de los ramos se realizó en una pequeña tarima montada en Yrigoyen y San Martin. Luego los fieles se abrieron paso para dejar pasar al obispo junto a los celebrantes que mientras llegaban al altar mayor situado en un escenario en las escalinatas, iban bendiciendo a los fieles con agua bendita. Y desde la puerta del templo continuó la eucaristía.
Luego de la lectura de la pasión según san Marcos, monseñor Marino dio su homilía a la multitud que se posicionó en la explanada de la Catedral, y para guarecerse del sol, también se distribuyó en la plaza y sobre la calle Mitre que estaba cortada. “Con esta celebración damos comienzo a la Semana Santa. Es hermoso contemplar la gran cantidad de fieles que acuden este día a nuestros templos, movidos por la fe y por la necesidad de dar a esta vida su sentido más pleno” inició diciendo el obispo.
“Para nosotros estos ramos benditos y estas palmas, no son un simple adorno, como tampoco lo es la Cruz. Implican un reconocimiento y un compromiso. Son un símbolo de nuestra fe en Jesucristo como Mesías Salvador. Están diciendo que le confiamos nuestra vida porque tenemos la certeza de que es el único guía seguro que nos muestra el camino acertado y nos trae la verdadera felicidad, la paz del corazón”, remarcó Marino.
Al concluir la homilía, el pastor de la Iglesia Católica pidió, “queridos hermanos, aprovechemos la Semana Santa para una renovación profunda de nuestra fe en Jesucristo. No dejemos que nos cambien su sentido. Esto depende de cada uno de nosotros. Acudamos al sacramento de la reconciliación; aprovechemos para orar más; aprendamos a hacer silencio. Aunque el descanso sea legítimo, que en estos días, más que nunca, nuestro descanso esté en la pasión de Cristo”. “La Semana Santa así vivida nos llenará del deseo de anunciar a Cristo a los demás, recordando la consigna del Papa Francisco: Si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos dejar de ser misioneros”, finalizó el obispo.
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