Se presentó al Papa Francisco el documento final, bajo forma de Plan de Acción, del Simposio Internacional de la Pastoral de la Carretera y de la Calle.
Se afianza en las palabras que el Santo Padre dirigió a sus participantes, de 42 países, en representación de todos los continentes del mundo, y de 12 instituciones católicas y congregaciones religiosas; organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes.
«Puesto que la situación es cada vez más alarmante y en obediencia a las palabras» del Obispo de Roma (17 de septiembre de 2015), el documento insta rotundamente a un renovado compromiso internacional en la lucha contra los graves crímenes contra la humanidad, amparando a los niños y mujeres que se ganan la vida o viven en las calles, contrastando la grave plaga de esta realidad dramática, que requiere intervenciones urgentes, tanto de parte de la Iglesia Universal, y de las Iglesias locales, como de parte de los estados, gobiernos e instituciones civiles.
En contra de todo acto legal y política favorable a la prostitución, y de todo lo que deshonra al ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, el Plan de Acción pide asimismo a las autoridades nacionales que se respete el derecho universal de las víctimas – menores y mujeres que viven en la calle – a obtener sus legítimos documentos, que se les asegure su inserción social, servicio y protección.
El documento exhorta también a los traficantes, explotadores y clientes a convertirse, abandonando toda actividad ilícita y participando en programas de rehabilitación.
El denso Plan de acción se hace eco de las palabras del Papa sobre la apremiante necesidad de leyes y acciones concretas: «Los niños y las mujeres que viven en la calle no son números, no son ‘paquetes’: son seres humanos. Cada niño abandonado u obligado a vivir en la calle, presa de las organizaciones criminales, es un grito que sube a Dios, que ha creado al hombre y a la mujer a su imagen. Es un grito de acusación contra un sistema social que desde hace decenios criticamos, pero que nos cuesta cambiar según criterios de justicia».
El Papa Francisco renovó su aliento a cuantos trabajan en el cuidado pastoral y espiritual y en favor de la liberación de los más frágiles y explotados, siguiendo a Cristo, rostro de la misericordia del Padre:
«La Iglesia no puede callar, las instituciones eclesiales no pueden cerrar los ojos ante el nefasto fenómeno de los niños y de las mujeres de la calle. Es importante implicar las diversas expresiones de la comunidad cristiana en los distintos países para borrar las causas que obligan a un niño o a una mujer a vivir en la calle a buscar la vida en la calle. Nunca podemos evitar llevar a todos, en particular a los más débiles y menesterosos, la bondad y la ternura de Dios Padre misericordioso. La misericordia es el acto supremo con el que Dios sale a nuestro encuentro, es el camino que abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre».
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