La pasión según Botero

La pasión según Botero

Llega muy cerca del Vaticano el Via Cruces del pintor colombiano. El contraste entre el silencio de Cristo y el parloteo del mundo

por Paolo ValvoDesde el 13 de febrero hasta el 1º de mayo de 2016 se exhibe en el Palacio de Exposiciones de Roma la muestra “Botero. Via Crucis, la pasión de Cristo”, dedicada a uno de los ciclos pictóricos más originales del artista colombiano. La colección, realizada entre 2010 y 2011, está compuesta por 27 óleos y 34 obras en papel, y antes de llegar a Roma dio la vuelta al mundo, tocando ciudades como Nueva York, Medellín, Lisboa y Panamá. La iniciativa fue del Museo de Antioquía de la capital colombiana, al que Fernando Botero donó toda la colección en 2012 en ocasión de la celebración de su 80º cumpleaños. En el caso de Roma, la muestra también ha sido patrocinada por el Gobierno de Colombia y la Embajada de Colombia en Italia, en colaboración con el Gobierno de Roma Capital y la empresa Palaexpo.El ciclo pictórico dedicado a la Pasión de Cristo tiene un fuerte sello latinoamericano, desde su religiosidad popular –a la que el artista se propone rendir homenaje- hasta la presencia de figuras que en cierta forma parecen llamar la atención sobre las emergencias sociales que caracterizan a todo el continente (por ejemplo algunas interpretaciones han creido ver en varios personajes de los cuadros cierta alusión a la forma característica de vestir de muchos narcotraficantes). Pero también hay referencias a otros lugares que ama el artista, quien vive y trabaja entre París, Nueva York, Montecarlo y Pietrasanta (en Toscana). Como la escena de la crucifixión, ambientada en el Central Park, donde el Cristo agonizante se destaca contra un fondo de personajes ocupados en diferentes actividades, en un día de trabajo cualquiera.La representación del sufrimiento de Cristo, con clara influencia renacentista, está dentro de un contexto que se caracteriza por los estilemas propios de la tradición pictórica de Botero, donde el antiguo centurión romano convive con figuras contemporáneas que visten ropas coloridas y relojes de oro. El resultado ofrece múltiples puntos de reflexión sobre un evento –la Pasión de Cristo- que desde hace dos mil años sigue atravesando la historia de todos los hombres de todos los tiempos, a pesar de la indiferencia que por lo general recibe. Esa indiferencia resulta evidente en algunos cuadros, como el que se ha elegido para el afiche de presentación de la muestra (“Jesús y la multitud”, 2010), que muestra a Jesús transido por el dolor y las heridas pasando a través de una multitud extremadamente variopinta pero al mismo tiempo anónima. El contraste entre el silencio de Cristo y el vulgar parloteo de todos los demás protagonistas de la pintura es evidente y parece sugirir un juicio particularmente duro sobre la vacuidad del mundo contemporáneo, ofreciendo al mismo tiempo una representación plástica de esa “globalización de la indiferencia” de la que tanto habla el Papa Francisco. Es una de las razones por las cuales esta muestra, al comienzo de la Semana Santa, puede ser una oportunidad privilegiada para meditar –desde una perspectiva contemporánea- sobre el mayor y más dramático misterio de la historia de la humanidad.

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