Pasado, presente y perspectivas: pensar al movimiento estudiantil en el conurbano

Pasado, presente y perspectivas: pensar al movimiento estudiantil en el conurbano

Frente a la profundización de la crisis y la probabilidad de que se abran futuros escenarios convulsivos de lucha de clases, lxs estudiantes debemos intervenir decididamente para enfrentar los ataques a la educación pública y a la clase trabajadora.

La discusión sobre la post pandemia, ante la abierta crisis sanitaria, económica y social a nivel nacional y mundial, se vuelve cada vez más latente, y es que los números de desocupación y pobreza que se prevén son alarmantes. Un primer aporte a pensar en este escenario es el rol que puede jugar el movimiento estudiantil del conurbano bonaerense.

Las universidades del conurbano

El conurbano bonaerense agrupa a distintas universidades nacionales. En un inicio nace la Universidad de Lomas de Zamora en el año 1972, le continúa la Universidad de Luján en el año 1973 y luego podemos destacar dos momentos históricos: el primero, de 1989 a 1995, donde emergen seis instituciones, como la Universidad Nacional de San Martín, en una localidad repleta de fábricas y un municipio que actualmente cuenta con la mayor cantidad de asentamientos junto al CEAMSE. Una universidad pensada como polo científico, situada al lado del ferrocarril Mitre, y cerca de la Comisión Nacional de Energía Atómica. También la Universidad Nacional de La Matanza, vecina de grandes barrios populares de La Matanza y Morón, que cuenta con un Polo Científico y Tecnológico en su predio, con cercanías a un parque industrial como La Cantábrica y hospitales nacionales como el Posadas.

Este primer periodo se enmarca en la ofensiva de un ajuste neoliberal que involucró, entre otras cuestiones, el avance sobre la educación pública bajo el discurso “banco mundialista” [1], que buscaría la elitización y mercantilización de las universidades. La Ley de Educación Superior (LES) sancionada en 1995 es la encarnación de esta política.

Un segundo periodo se da a partir del 2009 dentro del mandato kirchnerista, donde se amplía la geografía bonaerense del estudio superior y se crean cinco nuevas universidades, como la de Avellaneda, José C.Paz o la de Moreno, entre otras. En un contexto que se asienta sobre años de crecimiento económico a tasas chinas en base a la sojización y la extranjerización de la economía Argentina.

Al igual que las del primer periodo, estas universidades están condicionadas bajo el marco de la LES, que si bien sufrió algunas modificaciones como la reforma Puiggrós [2], sin derogación ni anulación, se perpetuó estructuralmente en todos los gobiernos, utilizándose como marco legal para la flexibilización del sistema universitario y científico. Incluso, poco tiempo después, las autoridades de la Universidad de la Matanza ganaron un amparo judicial donde se reclamó su derecho a definir las condiciones de ingreso para los estudiantes y se rechazó la prohibición del arancelamiento y de cualquier acuerdo con otras entidades con fines mercantiles, cuestionando el ingreso irrestricto e incluso argumentando que cada institución decida, respetando la autonomía universitaria.

Si bien la LES no instaló un modelo privatista al nivel de otros países latinoamericanos como Chile o Brasil, debido a las múltiples luchas que se opusieron a su aplicación, logró una tendencia hacia la elitización y mercantilización a través de la apertura al financiamiento privado y a partir de las acreditaciones de carreras a la Coneau (Comisión Nacional de Evaluacion y Acreditacion Universitaria). Esto implicó una profundización de los planes de estudios hacia la lógica empresarial, degradando los títulos de grado y propiciando posgrados arancelados. Además existe una gran cantidad de convenios con grandes empresas. En la Universidad de Quilmes por ejemplo, se desarrolló la vacuna contra el cáncer de pulmón, por el momento de uso oncológico veterinario, pero las patentes están en manos del Grupo Insud y Biogénesis Bagó, dos enormes empresas farmacéuticas. En la UNLaM existen convenios con más de 260 empresas [3] como HSBC o Techint por nombrar algunas, sumado al ingreso que es arancelado y por porcentaje de aprobación. Además de estos factores totalmente regresivos que rigen en las universidades del conurbano, las cátedras únicas son moneda corriente y existen niveles antidemocráticos como se puede observar en el caso de la Unsam, que cuenta con más de 20.000 estudiantes y con una representación de tan solo 6 estudiantes entre consejeros titulares y suplentes en el cogobierno universitario.

Los estudiantes del conurbano y la "primera generación"

Según datos del 2018, las universidades del conurbano nuclean a más de 200.000 estudiantes [4], con un aumento de la matrícula universitaria muy importante, la mayoría hijas e hijos de trabajadorxs, primeras generaciones en su familia en acceder a la universidad, ya que eran sectores que estaban excluidos de las “facultades tradicionales”, como la UBA y la UNLP, por su lejanía.

Pero en esta realidad, que el kirchnerismo presenta como “inclusión sin contradicciones”, la incorporación de sectores trabajadores en las universidades no ha alcanzado (todavía) a acercarse en relación al peso que tienen en la sociedad. La crisis social, económica y sanitaria pone de manifiesto una agudización de estas tendencias, ya que nuevos sectores ven afectados su derecho a la permanencia o incluso no pueden acceder a la educación superior.

Como cuenta la socióloga Vanina Malabrán, existe una elevada tasa de deserción en los primeros años de las carreras debido a las dificultades laborales, económicas y sociales de estos sectores de la comunidad. Por esto se dieron una serie de políticas en las universidades del conurbano, como tutorías y talleres optativos, pero estos programas no han resuelto las dificultades materiales que están en la base de la deserción que sufren los estudiantes. Como explica Malabrán, no se puede pensar estas instituciones como reparadoras o compensadoras de desigualdades, sin cuestionar el Estado de clase en el cual están insertas.

Por otra parte, el régimen universitario y las actuales conducciones de los centros de estudiantes (peronistas y/o kirchneristas), que funcionan como apéndices del primero, actúan como contenedores de esa juventud, que es la primera en padecer las consecuencias de la crisis en curso. Esto es así porque su objetivo es evitar que el movimiento estudiantil se convierta en un actor independiente clave en un territorio hegemonizado por el peronismo, donde se concentran también las principales unidades productivas y de distribución económicas. La juventud estudiantil de las universidades del conurbano está unida en forma territorial y social a las grandes concentraciones obreras, por ser en su mayoría la primera generación con acceso a la educación superior.

Desafíos

Según León Trotsky: “en el estudiantado se reflejan a toda potencia, exactamente como en una cámara de resonancia, los intereses y aspiraciones sociales generales de las clases en que es reclutado” [5]. Si bien esta definición se da a principios del siglo XX, resulta válida para pensar la actualidad y el desafío que puede jugar el movimiento estudiantil, partiendo del rol político que históricamente jugó en nuestro país, sobre todo a partir de la masificación de las universidades desde mediados del siglo. Es decir, el movimiento estudiantil ha actuado como una “caja de resonancia” ante las crisis y conflictos sociales, profundizando contradicciones de clases antagónicas y siendo parte de procesos políticos y sociales. Un ejemplo importante fue el proceso de la reforma de 1918 que, golpeado por la oleada revolucionaria de 1917 y el alza obrera en argentina, obtuvo la autonomía universitaria, cuestionando profundamente aspectos antidemocráticos y al régimen oscurantista inserto en las academias.

Posteriormente, en el plano nacional un sector importante del reformismo y el humanismo catolico nucleados en la FUBA, apoyaron el golpe militar de la revolución libertadora de 1955 oponiéndose al peronismo que abarcaba a la mayoría de lxs trabajadorxs a través de los sindicatos. Ahora bien, como producto de la radicalización social de la revolución cubana y otros procesos como el mayo del ´68, el movimiento estudiantil se ligó en unidad con la vanguardia obrera que realizaba una experiencia radical en contra del Estado capitalista y sus instituciones en el proceso del Cordobazo, dando un giro a izquierda.

Según Daniel Bensaid: “El medio estudiantil encuentra fuera de la universidad, en los protagonistas principales de la lucha de clases (burguesía y proletariado) los polos de su politización. La lucha de clases encuentra en el crisol de las contradicciones que representa el medio estudiantil, un terreno favorable y fecundo de donde resurge con vigor” [6]. En tiempos de profunda crisis económicas, sociales y políticas, se vislumbra la heterogeneidad del movimiento estudiantil entre dos polos principalmente: uno defensor de una salida para mantener su status quo, y otro sector que, en unidad con la clase obrera lucha por sus demandas cuestionando al Estado capitalista y sus gobernantes.

Uno de los aspectos que marca la historia en la provincia de Buenos Aires fue el desarrollo de las coordinadoras interfabriles en 1975, protagonistas de las jornadas de junio-julio de ese mismo año en oleadas de luchas contra el ajuste económico que buscaba imponer el gobierno peronista. Las coordinadoras, que expresaban embriones de doble poder y disputaban el control obrero en los lugares de trabajo y la dirección de un sector del movimiento obrero, agrupaban fábricas y establecimientos de Zona Norte, Zona Sur y Zona Oeste, es decir en el conurbano bonaerense, llegando a organizar 130.000 trabajadores aproximadamente, si sumamos las estructuras fabriles de La Plata y parte de Capital Federal.

Las instituciones educativas universitarias, de gran concentración de jóvenes en el conurbano, no existían aún como estructuras sociales y políticas en el último ascenso obrero de los años 70. No obstante, en la actualidad pueden jugar, al menos potencialmente un rol social fundamental: están en territorios obreros con un carácter estratégico a nivel productivo y es al calor de los próximos acontecimientos de lucha de clases que el movimiento estudiantil en esta zona puede convertirse en un factor clave, tanto por su ubicación geográfica como por su composición social. Las universidades del conurbano forman a técnicos e ingenieros que en forma precaria, gracias a los convenios y las pasantías, muchas veces están en las mismas empresas que los trabajadores industriales. Y muchos forman parte de los profesionales que organizan la producción y arreglan las máquinas en las que ellos trabajan, aunque lejos están de querer hacerlo en función de la ganancia. Por esto último, hay que tener en cuenta que existe un sector muy grande del estudiantado que accede a las universidades con una gran sensibilidad social en pos de poner sus conocimientos al servicio de la comunidad, desde estudiantes de Medicina que estudian para salvar vidas, hasta estudiantes de la carrera de Sociología que quieren intervenir en la realidad. Sumado a que muchxs de ellxs somos parte de familias obreras donde compartimos lo cotidiano, y sufrimos los mismos ataques y el ajuste, que en unidad, resistimos y enfrentamos. El movimiento estudiantil podría ser un gran aliado de la clase trabajadora que, al mismo tiempo, batalle por su permanencia en la universidad, unifique sus demandas con estos sectores y decida organizarse para enfrentar los crecimientos de los índices de pobreza, precarización y desocupación.

En esta situación excepcional de pandemia, a pesar de los magros presupuestos y salarios de docentes e investigadores y de estar condicionados a los intereses del régimen, las universidades públicas demostraron su potencial cuando su conocimiento fue puesto al servicio de las necesidades populares, en este caso con avances tecnológicos para enfrentar al COVID-19. Cientos de estudiantes mostraron su solidaridad en distintas iniciativas como en la participación de varios desarrollos tecnológicos en conjunto con sus docentes. Cabe resaltar que estas actividades, manejadas por las gestiones universitarias se dieron sin creación de trabajo con plenos derechos para los estudiantes, primando la precarización en pasantías y voluntariados.

Según el Observatorio de la UNLaM La Izquierda Diario, un 78% de lxs estudiantes que trabajan tienen salarios por debajo de la línea de pobreza y un 35% lo hacen bajo condiciones muy precarias en call centers, apps, trabajo doméstico, entre otros. Ante la modalidad virtual propuesta, donde corren por cuenta propia los gastos y obstáculos que surgen de la conectividad, ¿cuántos jóvenes habrán tenido que abandonar sus estudios frente a la creciente crisis social, económica y sanitaria? En este marco, rige el actual presupuesto universitario del 2018, propuesto por el macrismo y aprobado con votos de Cambiemos y el peronismo. Si hablamos de deserción, las actuales conducciones de los centros de estudiantes, en conjunto con los regímenes universitarios, juegan un rol consciente para fomentar una salida individual del “sálvese quien pueda”.

Mientras tanto, en el conurbano bonaerense nos encontramos con un aumento de casos de contagios y con un alarmante índice de desocupación, aspectos que vienen aparejados con problemas estructurales de décadas. En este territorio se engloba la mayor concentración de asentamientos de la Provincia de Buenos Aires, según datos del Registro Público de Villas y Asentamientos Bonaerenses. Muchas familias se ven obligadas a transitar la pandemia del COVID-19, en malas condiciones y con un gran problema de hacinamiento, la gran mayoría son trabajadores informales o precarizadxs, sin descartar la posibilidad de perder la fuente de empleo. Como indica el informe de mundo conurbano, para el 2019 el índice de pobreza era 47%, el de indigencia 11,3% y el de desocupación 12%. A su vez los jóvenes vienen siendo los primeros en cuestionar la violencia policial, que está en aumento desde el comienzo de la pandemia, lo muestran exigiendo la aparición con vida de Facundo Castro. Esta realidad de la juventud, es más visible en las universidades del conurbano, ya que la violencia policial crece en esos mismos barrios donde ellos viven. Una muestra clara es que en lo que va de la pandemia, el 77% de los casos de violencia policial fueron cometidos por la policía Bonaerense, según un estudio del Observatorio Social Antirrepresivo de La Izquierda Diario. Muchas veces son sus propios amigos o vecinos los asesinados por el gatillo fácil.

La pelea por la perspectiva de una formación del conocimiento al servicio de las grandes mayorías, así como por el derecho a la educación universitaria pública, inclusiva y de calidad, que involucran el ingreso irrestricto y la permanencia en las universidades, continúa latente y resulta más crítica en la actualidad.

Los cientos de miles de estudiantes de las universidades del conurbano, con sus enormes vasos comunicantes con la clase obrera y el pueblo pobre, constituyen una “novedad histórica” para pensar su potencialidad como actor político en la presente crisis. Los regímenes universitarios y las actuales conducciones de los centros de estudiantes fomentan una salida individual intentando moldear un estudiantado indiferente, con unas universidades cada vez más elitistas y funcionales a los planes empresariales, con la construcción de un conocimiento estrictamente afín a su servicio y del régimen político que defiende sus intereses.

Más aún en este contexto de crisis, se ve cuestionado el derecho elemental al acceso a la educación superior que significaron para muchos jóvenes provenientes de sectores populares, las universidades del conurbano. Solo atacando las desigualdades de clase de la sociedad, se puede pensar que “la inclusión” de los trabajadores sea una realidad.

Para que la enorme fuerza social de los estudiantes del conurbano se convierta en un actor político, la pelea por su autoorganización y contra el régimen es fundamental, y a eso apostamos desde hoy mismo con la propuesta de organización de los sectores de izquierda y estudiantes independientes que quieran pelear por esta perspectiva.

Cómo decíamos anteriormente, y se expresa en la historia del movimiento estudiantil argentino, en momentos convulsivos este se divide expresando los distintos sectores de clase que lo componen. Por eso, debemos ir más allá, en la perspectiva de hacerlo en unidad con la clase trabajadora, que vive en los mismos barrios que muchos de ellos, son parte de sus familias y entorno, para que la crisis no la paguemos las mayorías. Es necesario cuestionar de base la desigualdad en esta sociedad capitalista y la única forma de darle salida a la crisis es en unidad con la clase trabajadora, los esenciales, la que produce todas las riquezas.

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