El Papa pidió "gestos valientes" urgentes en Venezuela

Lo hizo en su tradicional discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, en el que habló de seguridad y paz.

Por Elisabetta Pique

El Papa pidió hoy "urgentes gestos valientes" en Venezuela , "donde las consecuencias de la crisis política, social y económica, están pesando desde hace tiempo sobre la población civil", así como en muchas otras partes del mundo, donde "millones de personas viven hoy en medio de conflictos insensatos".

Lo hizo en su tradicional discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, en el que, como es costumbre, trazó una virtual radiografía de la situación actual del mundo, marcada por un "clima general de preocupación por el presente y de incertidumbre y angustia por el futuro" y se centró en el tema de la seguridad y la paz.

En momentos en que el Vaticano actúa como "facilitador" de un agonizante diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, como ya había hecho en su mensaje navideño, Francisco no pudo no mencionar a Venezuela.

Lo hizo después de recordar que la misericordia y la solidaridad "es lo que mueve a la Santa Sede y a la Iglesia Católica en su compromiso decidido por solucionarlos conflictos o seguir los procesos de paz, de reconciliación y la búsqueda de soluciones negociadas a los mismos". Y tras elogiar "los esfuerzos realizados en los últimos dos años para un nuevo acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos ", así como "para terminar con años de conflicto en Colombia", pese a las dificultades. "Este planteamiento busca fomentar la confianza mutua, mantener caminos de diálogo y hacer hincapié en la necesidad de gestos valientes, que son muy urgentes también en la vecina Venezuela, donde las consecuencias de la crisis política, social y económica, están pesando desde hace tiempo sobre la población civil", agregó.

Mencionó luego varias otras partes del mundo, pidiendo, una vez más, el fin del conflicto sirio, así como del palestino israelí, entre muchos otros que azotan el planeta. "Ningún conflicto ha de convertirse en un hábito del que parece que nadie se puede librar. Israelíes y palestinos necesitan la paz. Todo el Oriente Medio necesita con urgencia la paz", dijo Francisco ante los embajadores de los 182 Estados que mantienen relación con la Santa Sede que lo escuchaban en la Sala Regia. Entre ellos se encontraba el embajador argentino ante la Santa Sede, Rogelio Pfirter.

En un discurso amplio y articulado, el Papa reiteró las grandes preocupaciones de la actualidad, que van desde el terrorismo de matriz fundamentalista, las desigualdades que provocan discordia, el "despreciable" tráfico de armas y el drama de los inmigrantes. "Desgraciadamente somos conscientes de que todavía hoy la experiencia religiosa, en lugar de abrirnos a los demás, puede ser utilizada a veces como pretexto para cerrazones, marginaciones y violencias", admitió, al evocar atentados terroristas antes inimaginables como fueron los de Niza, en un mercado navideño de Berlín o, la noche de fin de año última, en una discoteca de Estambul, entre otros.

"Se trata de una locura homicida que usa el nombre de Dios para sembrar muerte, intentando afirmar una voluntad de dominio y de poder", condenó. Y llamó a todas las autoridades religiosas para que unidas reafirmen con fuerza que "nunca se puede matar en nombre de Dios". Aseguró, por otra parte, que "el terrorismo fundamentalista es fruto de una grave miseria espiritual, vinculada también a menudo a una considerable pobreza social", que "sólo podrá ser plenamente vencido con la acción común de los líderes religiosos y políticos".

Francisco, que aseguró que jamás olvidará su viaje a la isla griega de Lesbos, donde tocó con mano la dramática situación de los refugiados, aseguró asimismo que es "necesario un compromiso en favor de los inmigrantes, los refugiados y los desplazados, que haga posible el darles una acogida digna". Al respecto, precisó que "un enfoque prudente de parte de las autoridades públicas no comporta la aplicación de políticas de clausura hacia los inmigrantes, sino que implica evaluar, con sabiduría y altura de miras, hasta qué punto su país es capaz, sin provocar daños al bien común de sus ciudadanos, de proporcionar a los inmigrantes una vida digna, especialmente a quienes tienen verdadera necesidad de protección". "No se puede de ningún modo reducir la actual crisis dramática a un simple recuento numérico", afirmó, al resaltar, por otro lado, que el problema de inmigración no puede dejar indiferentes a algunos países, mientras que otros sobrellevan toda la carga. En este sentido, agradeció la acogida que brindan países como Italia, Alemania, Grecia y Suecia, en Europa y de Líbano, Jordania y Turquía, en Medio Oriente.

Como ya había hecho al recibir en mayo de 2016 el Premio Carlo Magno, el más prestigioso del Viejo Continente, Francisco concluyó su discurso llamando a Europa, que atraviesa un momento decisivo, a "redescubrir su propia identidad". "Para ello es necesario volver a descubrir sus raíces con el fin de plasmar su propio futuro. Frente a las fuerzas disgregadoras, es más urgente que nunca actualizar la «idea de Europa» para dar a luz un nuevo humanismo basado en la capacidad de integrar, de dialogar y de generar, que han hecho grande el así llamado Viejo Continente", dijo. Y terminó con un mensaje de aliento al proceso de unificación europea -cuyo proyecto fundacional cumplirá en marzo 70 años-, que "ha sido y sigue siendo una oportunidad única para la estabilidad, la paz y la solidaridad entres los pueblos".

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