En la misa por la solemnidad de la Epifanía, Francisco aseguró que la historia de los Reyes Magos recuerda que todos los hombres de la tierra están llamados a adorar a Dios, sin distinción de raza, lengua o cultura
Por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ - CIUDAD DEL VATICANO
“Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son acogidos en la casa de Dios”. En la misa de Epifanía el Papa reflexionó sobre los reyes. Los hombres de Oriente que siguieron la estrella y acudieron a adorar al niño. Ellos demuestran –dijo- que ante Jesús “ya no hay distinción de raza, lengua y cultura”. Y que, por eso, la Iglesia no debe brillar con luz propia, no debe ilusionarse con hacer proselitismo, porque su misión “no es profesional” sino mostrar a todos la misericordia divina.
Durante el sermón en la Basílica de San Pedro, la mañana de este miércoles, Francisco sostuvo que los magos –mencionados en el evangelio de Mateo-, son una “prueba viva” de que existen “semillas de verdad en todas partes”. Es decir, que todos los pueblos de la tierra están llamados a adorar a Dios, a reconocerlo como “padre bueno y fiel”.
Porque en aquel niño, siguió, “toda la humanidad encuentra su unidad”. Estableció que la tarea de la Iglesia es sacar a flote ese “deseo de Dios que anida en cada uno”. Porque, como los Magos, también hoy muchas personas viven con el “corazón inquieto”, haciéndose preguntas que no encuentran respuestas seguras. “También ellos están en busca de la estrella que muestre el camino hacia Belén”, abundó.
Por eso, indicó, los católicos están llamados a salir de las propias “clausuras” y de si mismos para reconocer el esplendor de la luz que ilumina sus vidas: la luz del señor. Es por ello que la Iglesia “no puede pretender brillar con luz propia” porque, como decía San Ambrosio, la Iglesia “es como una luna” que no puede brillar con luz propia sino reflejar el esplendor del “sol de la justicia”.
Advirtió que “Cristo es la luz verdadera que brilla” y en la medida en que la Iglesia está unida a él y se deje iluminar por él, iluminará también la vida de las personas y de los pueblos. Sostuvo que los católicos necesitan de la luz que viene de lo alto para responder con coherencia a la vocación que han recibido.
“Anunciar el evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. No hay otro camino. La misión es su vocación. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del padre”, afirmó.
Reconoció que existen muchas estrellas en cielo, pero los magos siguieron una distinta, nueva y mucho brillante para ellos. Recordó que durante mucho tiempo habían “escrutado el gran libro del cielo buscando una respuesta a sus preguntas y, al final, la luz apareció” y “aquella estrella los cambió”.
Esa luz, precisó, les hizo olvidar los intereses cotidianos y se pusieron de prisa en camino; prestaron atención a la voz que dentro de ellos los empujaba a seguir aquella luz y ella los guió hasta que en una pobre casa de Belén encontraron al rey de los Judíos.
Para el Papa esa historia encierra una enseñanza para todos y sería bueno preguntarse “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”.
En el tiempo actual existe urgencia de escrutar los signos que Dios ofrece, esforzarse en descifrarlos y comprender así su voluntad: ir a Belén para encontrar al niño y a su Madre, seguir la luz de Dios, luz que proviene del rostro de Cristo, lleno de misericordia y fidelidad.
“Una vez que estemos ante él, adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámosle nuestros dones: nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor. Reconozcamos que la verdadera sabiduría se esconde en el rostro de este niño. Y es aquí, en la sencillez de Belén, donde encuentra su síntesis la vida de la Iglesia. Aquí está la fuente de esa luz que atrae a sí a todas las personas y guía a los pueblos por el camino de la paz”, apuntó.
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