El nombre del sucesor, todo un mensaje

Por Armando Torno |

MILÁN.- El cónclave todavía no empezó, pero ya plantea un interrogante: ¿qué nombre elegirá el próximo papa? Evaluemos las alternativas, tomando en cuenta los últimos dos siglos, comenzando por el nombre del renunciante.

Si el futuro sucesor de Pedro se llama Benedicto XVII, es inevitable deducir una continuidad con los ocho años del pontificado de Ratzinger, tal vez para concluir con los proyectos ya iniciados o incluso con la reforma de la curia romana, pero sea como fuere no sería una revolución.

Otro nombre que sigue vivo en el recuerdo de muchos es el de Juan Pablo. Y si el primero reinó durante poco más de un mes, el segundo lo hizo por casi 27 años. Entre otras cosas, durante el pontificado de Juan Pablo II se produjeron la caída del socialismo real y la revolución de las comunicaciones: en ambos casos, el pontífice polaco fue protagonista.

¿Y Pablo VII? El papa Montini, o sea Pablo VI, eligió ese nombre porque sugería una gran apertura apostólica. Cultísimo y profundo, fue el papa que les habló directamente a las Brigadas Rojas durante los días del secuestro de Aldo Moro, fue el papa que concluyó el Concilio y gobernó la Iglesia durante los cambios de época de la década de 1960. Pablo VII no sería un nombre fácil de llevar. En él podría inspirarse un sucesor que crea que la cultura es el punto fuerte del futuro de la fe. ¿Sería posible en un mundo en el que la economía es considerada la única cultura? Para la gente, Juan XXIII (1958-63) sigue siendo el papa del Concilio Vaticano II. ¿Un sucesor con el número XXIV? ¿Un pontífice que podría reconvocar a un concilio? No es una pregunta fácil de responder.

El nombre Pío tal vez represente demasiadas cosas. Pío VII (1800-1823) fue encarcelado por Napoleón. Pío IX (1846-1878) vio extinguirse el poder terrenal de los papas. Pío X (1903-1914) tomó ese nombre porque consideraba a sus predecesores como perseguidos, y condenó las nuevas tendencias de la modernidad. Pío XI (1922-1939) fue el artífice de los Pactos de Letrán y el primer pontífice en usar la radio para fines pastorales. Por cierto que Pío XIII sería considerado un nombre conservador, en línea con la tradición preconciliar y con el pontificado de Pío XII (1939-1958).

El nombre de León, en cambio, está disponible desde 1903, cuando murió el papa Pecci, o sea León XIII, artífice de la encíclica Rerum Novarum (el justo salario y los derechos de los trabajadores, consagrados en ese documento, son de enorme actualidad). Es cierto que les vedó nuevamente a los católicos la participación en la vida política, tal como lo había establecido Pío IX, pero es también quien abre los archivos vaticanos a los estudiosos de cualquier credo. Un León, en definitiva, sería un buen augurio. Mucho mejor que Gregorio -el último, Gregorio XVI, murió en 1846- cuyo pontificado hoy parece una lucha al servicio de los reaccionarios.

Nadie, de todos modos, debería osar llamarse Pedro II. Al menos hasta hoy ninguno lo ha intentado.

Traducción de Jaime Arrambide.

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