La naranja rebelde

La naranja rebelde

En el 93, Tucumán pateó el tablero al usar por primera vez una camiseta con publicidad.

La publicidad representa hoy en día una de las fuentes más importantes de ingresos para los clubes y las Uniones de rugby. Sin embargo, en Argentina era mala palabra hasta principios de la década del 90, ya que se la asociaba al profesionalismo y por lo tanto resultaba lesiva al espíritu amateur que debía regir el rugby nacional. El problema es que esa visión conservadora sostenida desde Buenos Aires fue quedando con el tiempo a contramano del mundo, lo que se reflejó en una cada vez mayor diferencia de nivel entre el rugby de las potencias y el de los equipos argentinos (Los Pumas y los seleccionados provinciales).

Tenía que ser Tucumán, el hijo más rebelde de la madre UAR, el que le pusiera el pecho a las balas para instalar el debate. Fue en el año 93, cuando cometió el sacrilegio de organizar un torneo llamado “Jardín de la República” patrocinado por 7Up y luciendo el logo de la bebida gaseosa en pecho de la camiseta naranja.

“Eramos un equipo duro, pero también transgresor. Los tucumanos éramos los más quilomberos, nos bancábamos la que viniera. Ya nos habían suspendido la cancha por un año dos veces, así que no nos importaba sumar otro conflicto por lo que creíamos justo. Eso nos unía más como grupo. Y lo que pretendíamos era sumar apoyo económico para la estructura del seleccionado, para los viajes, los hospedajes, etcétera. No para que los jugadores cobráramos. Es que ya no podíamos seguir compitiendo a ese nivel vendiendo rifas”, explicó José Santamarina.

En realidad, cuenta el “Cheto”, la movida con la publicidad comenzó con la gira de la Naranja a Oceanía en el 91. “Pepsi empezó una fuerte campaña publicitaria, y el Mocho Palou, que era gerente en la empresa, nos consiguió apoyo para hacer la gira. Así que teníamos el loguito de Pepsi en el uniforme, aunque no en la camiseta”, aclara Santamarina.

El siguiente paso en esto de caminar por la cornisa de lo reglamentario lo dieron ya con el polémico cuadrangular del 93, en el que insertaron el logo de 7Up en el pecho de la camiseta naranja. “Nosotros seguíamos una fórmula: lo que no está prohibido por escrito, está permitido. Así que metimos publicidad hasta en la ropa de entrenamiento. Y en la camiseta, la publicidad fue del máximo tamaño que permitía la IRB. Parecía un escudito”, recuerda.

Resulta hasta gracioso que un cuadradito de seis centímetros de ancho por cuatro de alto haya generado semejante lío en las semanas siguientes. Para enfrentar al seleccionado de París en cancha de Atlético, Tucumán usó la camiseta con publicidad y en la tribuna de calle Laprida se desplegó una enorme bandera con la leyenda “Dale campeón” y el logo de 7Up. Fue demasiado para los clubes de Buenos Aires, 15 de los cuales firmaron una nota a la UAR pidiendo sanciones para Tucumán por violación de las reglas del amateurismo. La audacia pudo haberle costado otra dura sanción a los Naranjas, pero la entidad madre concluyó que no se había infringido el reglamento. Sin embargo, gracias a esa rebeldía, se instaló el debate que condujo al posterior sinceramiento sobre la sponsorización.

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