El obispo de la diócesis de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, presidió la misa por el Miércoles de Ceniza en la Iglesia Catedral. La celebración da comienza al tiempo de Cuaresma, el cual prepara a los creyentes para la Pascua. La celebración contó con la participación de cientos de fieles que colmaron una vez más el Templo Mayor de la ciudad de Mar del Plata.
Durante su homilía, monseñor Marino comenzó recordando que “comenzamos la cuaresma como un tiempo de conversión, como un tiempo favorable de gracia, como un tiempo de compromiso en el ejercicio de la misericordia”.
En relación a la conversión, el obispo diocesano resalto que “volver a Dios, convertirse a Él, retornar a Él, implica tomar conciencia de un camino equivocado y girar sobre nuestros pasos; es entender que en Él está el verdadero remedio que necesitamos; es dejarnos iluminar por su palabra que enciende nuestra fe, y a esa luz reconocer nuestros pecados y pedir perdón con humildad”.
Recordó además que “Dios nos pide que volvamos a Él “de todo corazón”. Esto supone sin resistencias, con voluntad decidida de no negarle nada, poniendo de nuestra parte signos de una voluntad que desea entregarle nuestra persona en todas sus dimensiones: cuerpo y alma, memoria, sentimientos e impulsos, inteligencia y libertad; nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro”.
“Éste es el tiempo favorable” (2Cor 6,2), nos dice el apóstol. Tiempo de gracia en que Cristo, el misterioso Servidor anunciado por el profeta Isaías, trae la reconciliación del pueblo con Dios. Tiempo que debemos aprovechar y no dejar pasar en vano, según la invitación de San Pablo: “Les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios” (2Cor 5,20)” citó monseñor Marino ante la Catedral colmada de fieles, siendo esta la tercera misa consecutiva que se celebraba en el Templo Mayor de la ciudad.
“En este tiempo favorable, sepamos aprovechar la gracia del sacramento de la reconciliación que purifica la conciencia y nos predispone mejor al combate cristiano. Asumamos la triple consigna que escuchamos en el Evangelio: oración, ayuno, limosna” pidió el obispo.
Por último monseñor Marino explicó que “el tiempo de cuaresma debe caracterizarse no sólo por los ejercicios personales de piedad, sino por el testimonio comunitario que la Iglesia universal y cada una de nuestras parroquias y comunidades hacemos de los mismos. En estas semanas que nos preparan al triduo pascual, la Iglesia mira más detenidamente el rostro del Señor y por eso, como cuerpo eclesial, sentimos la necesidad de dar un testimonio visible y comprometido de nuestra conversión”.
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