El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, grabó un mensaje con motivo del tiempo litúrgico de Cuaresma que la Iglesia celebra desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo como preparación para la Pascua. El prelado centró su reflexión en el mensaje del Santo Padre, que llama a combatir la “globalización de la indiferencia”, y deseó que cada fiel pueda convertir el “corazón de piedra” en un “corazón de carne” a través del ayuno, la oración y las obras de misericordia.
Refiriéndose al mensaje del papa Francisco, el obispo aseguró que “no hay cosa más terrible que la indiferencia”, porque ella “causa más dolor que el odio y que el rechazo”. Dijo que la sociedad del bienestar “puede crear un corazón duro, un corazón de piedra”, por lo que sugirió leer la liturgia de la Palabra para encontrar en los profetas una forma de reconocer que los cristianos son parte de un cuerpo y así cambiar el corazón.
Monseñor Ojea recordó que el lema de esta Cuaresma, elegido por el pontífice, es “Fortalezcan sus corazones”. Al respecto agregó: “Cuando un miembro sufre, todos los demás sufren con él, nos dice san Pablo. Cuando un miembro es honrado, todos se alegran. Nosotros estamos hechos para un cuerpo. Y si nosotros no experimentamos lo que significa un cuerpo, y esa pertenencia, somos menos personas, nos empobrecemos, nos perdemos la realidad”.
“La realidad –agregó- también puede ser inventada, y hoy día los medios nos dan muchas posibilidades para poder apagar el canal de nuestro corazón y cerrar algunas realidades que no nos convienen o que no queremos ver. Y sin embargo ese corazón tierno, misericordioso, humano está llamado a ganar experiencia de vida para poder enriquecer verdaderamente a los demás. Este es el corazón que quiere Jesús. Este es el corazón convertido. Es el corazón trabajado por el ayuno, la oración y la limosna”.
Monseñor Ojea reconoció al ayuno “como un entrenamiento”, como una agilidad y una disposición para poder escuchar mejor la Palabra de Dios y para sensibilizarse por las obras de misericordia a los problemas de los hermanos.
La oración, agregó el prelado, ayuda a vivir en comunión con los demás. “Si yo hago oración entro en la hondura de ese cuerpo. Pido por los demás, rezo por los demás, entro en comunión. Recibo bienes espirituales, recibo la ayuda de los santos, que también interceden por nosotros. Formo parte realmente de un cuerpo y experimento esto cuando me sumerjo hondamente en la oración que me provoca la Palabra que el Señor me dice”, manifestó.
El obispo de San Isidro también invitó a incrementar las obras de misericordia para que el ejercicio de la caridad continuamente enseñe al cristiano y lo despierte para tener un corazón nuevo.
“Quiera el Señor que en esta Cuaresma podamos fortalecer ese corazón. Podamos romper ese corazón de piedra para convertirlo en corazón de carne. Sin olvidarnos que el Señor se interesa por nosotros. Se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. El Señor se encarna, se compromete con el hombre, se interesa. Por eso el cristiano tiene que vivir también el misterio de la encarnación y no puede apagar ese misterio recluyéndose en su propio bienestar, en su propia comodidad, olvidándose del bien de los hermanos.
Que a esta enseñanza de este tiempo, nosotros podamos ahondarla, profundizarla, y que podamos llegar a la Pascua con un corazón verdaderamente fortalecido. Que Dios los bendiga, y que nos preparemos bien para vivir la Resurrección del Señor”, concluyó el obispo.
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