Mons. Mestre: "Nosotros también podemos ser tentados en nuestra religiosidad"

Mons. Mestre:

El obispo de Mar del Plata señaló tres formas en las que podemos ser tentados: el hambre, el poder y la religiosidad.

En su mensaje del primer domingo de Cuaresma, el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, mencionó tres formas en las que los hombres pueden ser tentados: a partir del hambre, el poder o la religiosidad.

Ser tentados a partir del hambre

En primer lugar, el obispo reflexionó: “El hambre expresa el amplio espectro de las necesidades biológicas y corporales del ser humano. Tengamos presente que en sí mismas, estas necesidades, no son malas, es más, son buenas y necesarias”. 

Sin embargo, explicó que “a partir de ellas satanás arma su estrategia para apartarnos del camino del Señor”. 

 

Y aclaró que “hambre tiene un sentido bien amplio: alimento, afecto, sexualidad, valoración y toda necesidad humana natural que los seres humanos experimentamos a lo largo de nuestra vida”. Por eso, señaló que “sentir hambre no está mal, lo que debemos examinar es dónde y cómo saciamos esa hambre particular de nuestra vida".

Ser tentados en nuestro ejercicio del poder

En este punto, monseñor Mestre manifestó que no hace falta tener un cargo visible para ejercer poder y advirtió que “debemos estar atentos para ver cómo Satanás nos buscará para tentarnos en la esfera del ejercicio del poder. Así el autoritarismo, por un lado, y la ausencia total de compromiso en la legítima autoridad, son dos desviaciones del poder ejercitado como servicio que es la clave evangélica”. Además, el obispo mencionó otras tentaciones del poder: el capricho, los celos, las presiones, la manipulación, las medias verdades, la falsedad. En ese sentido, resaltó que “el ejercicio del poder siempre es bueno en clave cristiana si va acompañada del servicio, el respeto y la humildad”.

Ser tentados en nuestra religiosidad

Por último, pidió tener cuidado: “Nosotros también podemos ser tentados en nuestra religiosidad. Cuando manipulamos la Palabra de Dios, cuando usamos la fe y la vida de la Iglesia para nuestro propio interés, cuando tenemos un andamiaje exterior aparentemente muy religioso, pero nuestro corazón está lejos del Dios vivo y verdadero”, y exhortó a revisar “los formalismos ritualistas, los discursos llenos de palabras religiosas pero que no tocan la realidad, las lecturas ideológicas de la fe y la vida de la Iglesia”.

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