Mons. Mestre: "El Espíritu Santo logra en nosotros una verdadera cultura del encuentro"

Mons. Mestre:

El obispo marplatense resumió en tres puntitos las lecturas de este domingo del tiempo ordinario sobre las Bodas de Caná. Reflexionó sobre las figuras de Jesús, María y el Espíritu Santo.

 

En su reflexión dominical, monseñor Gabriel Antonio Mestre, obispo de Mar del Plata, resaltó tres puntitos centrales que están resumidos en el pasaje bíblico de las Bodas de Caná: Jesús como vino nuevo, María como intercesora, y el Espíritu Santo capaz de equilibrar la unidad y la diversidad. 

Jesucristo: transforma el agua en vino de nuestra vida

En primer lugar, el obispo explicó: “El vino es signo de la fiesta, del banquete y de la alegría. En el Antiguo Testamento y en la tradición judía en general, el reino de los cielos muchas veces se simboliza con una fiesta, particularmente una fiesta de bodas y en la que hay buen vino”.

Y señaló: “Transformar el agua en vino simboliza el paso de lo antiguo a lo nuevo, de una vida aguada a una vida marcada por el vino bueno. Jesús es el vino nuevo, es la presencia alegre y fecunda de Dios en medio de los seres humanos en todas las circunstancias de su vida”.

María: madre e intercesora ante Dios

Además, resaltó el papel de María: “Porque es la intercesora ante Dios que hace que el mismo Jesús adelante su hora de revelarse por el pedido que en la fe ella le hace”.

En ese sentido, aclaró que “María no es Dios, es creatura como nosotros. Pero en cuanto Inmaculada y Madre de Dios, participa de manera especialísima en el misterio de Dios y por eso es madre nuestra e intercesora en medio de las súplicas. Así la vive nuestro Pueblo más sencillo y así tenemos que mirarla y valorarla en nuestro camino espiritual: madre e intercesora ante el único Mediador, Nuestro Señor Jesucristo”.

Espíritu Santo: garantía de equilibrio entre la unidad y la diversidad

En el último punto, mencionó que “los vínculos del tejido social se muestran enfermos y no es fácil encontrar una solución permanente. Los mismos discípulos del Señor participamos, de una u otra forma, de esta debilidad”.

Y advirtió: “A veces tenemos la tentación de querer arreglar todo esto solo con estrategias comunicacionales o recursos del ámbito psicosocial. Y esto no alcanza”.

Por eso, recordó que “San Pablo en la segunda lectura nos da la clave: es el Espíritu Santo el que obra en nosotros para superar toda división, todo problema vincular dándonos el equilibrio de vivir en la auténtica unidad pero respetando la legítima diversidad”.

En ese sentido concluyó: “Este es el camino que debemos buscar ante nuestros conflictos y enfrentamientos en la familia, los grupos y el ambiente. El Espíritu Santo logra en nosotros una verdadera cultura del encuentro como nos pide el Papa Francisco. Y lo hace teniendo equilibrio entre estas dos palabras: unidad y diversidad”.+

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