El obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Eduardo Lozano, apeló a nombres ficticios para contar historias reales sobre jóvenes que cayeron en el flagelo de las drogas, reclamó que haya un abordaje ¨integral¨ de este problema y valoró que “en muchos lugares del país somos testigos de hermosas historias de sanación, de vida, de esperanza. Aun en los fracasos aparentes el amor logra sembrar semillas de algo nuevo. Ningún gesto de amor es inútil o estéril¨. ¨Gracias a Dios van surgiendo varias propuestas de recuperación. El Cenáculo, la Fazenda de la Esperanza, el Buen Samaritano, y tantos otros, que surgen del compromiso de quienes no quieren quedar de brazos cruzados”, destacó.
El obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Eduardo Lozano, apeló a nombres ficticios para contar historias reales sobre jóvenes que cayeron en el flagelo de las drogas y revelan, advirtió, que “hubo una cadena de fracasos. La familia, la escuela, el municipio, la provincia, el país, la catequesis, la Iglesia, la salud, el club, los amigos…”
”Tal vez la expresión ‘fracaso’ es demasiado fuerte. Digámoslo de este modo: no cumplieron adecuadamente, plenamente con su función”, aclaró, y afirmó que la pregunta clave es “¿de quién es el problema?”.
”Cada vez me convenzo más de que el problema es de todos. “¿Y la solución?”. También de todos. Cierto es que hay diversos grados de responsabilidad. El Estado (en sus distintos niveles) tiene la obligación irrenunciable y primaria. Pero eso no nos exime a los ciudadanos, organizaciones, comunidades de fe, a que hagamos lo que esté a nuestro alcance (de verdad) para estrechar vínculos que sostengan a otros”, sostuvo en su columna semanal.
El prelado destacó que sobre esa base surgió el Hogar de Cristo en la diócesis de Gualeguaychú y en otros lugares del país. “Es una respuesta comunitaria de abordaje integral”, subrayó.
”El cardenal Jorge Bergoglio decía a los sacerdotes que comenzaron con esta experiencia ‘hay que recibir la vida como viene’, mostrando que no hay que meter a las personas en un molde, sino hacer camino desde su propio punto de partida”, recordó.
”En el Hogar de Cristo se da la hermosa conjunción de fuerzas de aquellos que quieren dar pasos hacia la vida digna y los voluntarios que se comprometen a no dejarlos solos en ese esfuerzo. También hay algunos profesionales que aportan al camino desde la ciencia. La fuerza y el empeño son comunitarios, y los logros y fracasos oscilan entre lo personal y lo grupal. Repetimos: “el problema es de todos, la solución también”, agregó.
Monseñor Lozano insistió en afirmar que “el abordaje es ‘integral’ porque para muchos la droga no es el único ni el principal problema. Algunos, la última vez que estuvieron en contacto con un médico fue en el momento de su nacimiento. Para quienes llegan al Hogar hay un primer tiempo de discernimiento para ver dónde estamos parados: chequeo médico, poner en regla la documentación y mucho diálogo para conocer su vida. Poco a poco se va dando una amistad fraterna que alienta a una vida más plena”.
”El vacío existencial, el sinsentido, la angustia, van cediendo en la medida en que gana lugar la esperanza. No se les pide a todos lo mismo, porque están en situaciones diversas. Sí se le alienta a que cada uno haga todo el bien que le es posible. Sabemos que ‘un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas’”, indicó citando la exhortación apostólica Evangelium gaudium del papa Francisco.
Monseñor Lozano valoró que “en muchos lugares del país (y del mundo) somos testigos de hermosas historias de sanación, de vida, de esperanza. Aun en los fracasos aparentes el amor logra sembrar semillas de algo nuevo. Ningún gesto de amor es inútil o estéril. Gracias a Dios van surgiendo varias propuestas de recuperación. El Cenáculo, la Fazenda de la Esperanza, el Buen Samaritano, y tantos otros, que surgen del compromiso de quienes no quieren quedar de brazos cruzados”.
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