Mons. Castagna: “Somos o estamos destinados a ser templos de la Santísima Trinidad”

Mons. Castagna: “Somos o estamos destinados a ser templos de la Santísima Trinidad”

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, dedicó su sugerencia para la homilía dominical a la Santísima Trinidad, y destacó que los católicos “somos o estamos destinados a ser templos” del misterio trinitario. 

“Si nos miráramos desde la fe acrecentaríamos nuestro respeto y amor mutuos. Si Dios está en el otro - y quiere estarlo - ¡cuán diferente debe ser nuestro comportamiento en sociedad!”, exclamó.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, dedicó su sugerencia para la homilía dominical a la Santísima Trinidad, y destacó que los católicos “somos o estamos destinados a ser templos” del misterio trinitario. 

“Fuimos bautizados en nombre de la Trinidad y la invocamos al santiguarnos. Es muy importante que lo recordemos, como lo hacía Santa Isabel de la Trinidad, y pensemos que, mientras no produzcamos su desalojo por el pecado mortal, estamos habitados por el Dios Uno y Trino. Jesús, en la admirable versión evangélica de Juan, lo afirma con claridad: ‘El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a Él y habitaremos en Él’”, subrayó. 

El prelado aseguró que “esta afirmación del Señor exige incorporarla a la fe que profesamos”, al afirmar que “el bautismo sitúa al cristiano en el amor del Padre y del Hijo y lo convierte en templo vivo”. 

“Si nos miráramos desde la fe acrecentaríamos nuestro respeto y amor mutuos. Si Dios está en el otro - y quiere estarlo - ¡cuán diferente debe ser nuestro comportamiento en sociedad! Como recordamos, en reflexiones precedentes, la fe nos permite ver la realidad, en su exacta dimensión, invisible al sentido de nuestra visión”, sostuvo. 

Texto de la sugerencia1.- Dios es Uno y Trino. Es lo que se aprende en una catequesis inicial. Como afirmábamos - el domingo anterior - del Espíritu Santo, también la Santísima Trinidad es una “gran desconocida”. Sin embargo, nos signamos con la Cruz, pronunciando su Nombre: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Lo hacemos con frecuencia, es de lamentar que algunos futbolistas - y muchos otros - la utilicen como cábala. Hace unos meses, el Papa Francisco canonizó a Isabel de la Santísima Trinidad. Contemporánea de Santa Teresita del Niño Jesús se convirtió, desde su propia vivencia interior, en un profeta del Misterio de Dios. Es allí donde advierte y experimenta, gracias a su Bautismo, que es recinto de la Santísima Trinidad. La fe, suscitada por la palabra inspirada de Pablo, le permite conocer el Misterio que la habita y se adueña delicadamente de ella. El Magisterio del Papa Francisco, al canonizarla, acreditó, como divinamente inspirada, la doctrina-sustento de su espiritualidad. Es allí donde la vida bautismal, de todos los cristianos, encuentra su identidad y la ofrece al mundo como testimonio evangelizador. 

2.- Somos o estamos destinados a ser Templos de la Santísima Trinidad. Fuimos bautizados en Nombre de la Trinidad y la invocamos al santiguarnos. Es muy importante que lo recordemos, como lo hacía Santa Isabel de la Trinidad, y pensemos que, mientras no produzcamos su desalojo por el pecado mortal, estamos habitados por el Dios Uno y Trino. Jesús, en la admirable versión evangélica de Juan, lo afirma con claridad: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Juan 14, 23). Esa afirmación del Señor exige incorporarla a la fe que profesamos. El bautismo sitúa al cristiano en el Amor del Padre y del Hijo y lo convierte en templo vivo. Dicen que el piadoso San Luis, rey de Francia, besaba respetuosamente el pecho de su hijo recién bautizado, porque Dios estaba allí (“si no es verdadero está bien transmitido” dice un adagio italiano). Si nos miráramos desde la fe acrecentaríamos nuestro respeto y amor mutuos. Si Dios está en el otro - y quiere estarlo - ¡cuán diferente debe ser nuestro comportamiento en sociedad! Como recordamos, en reflexiones precedentes, la fe nos permite ver la realidad, en su exacta dimensión, invisible al sentido de nuestra visión. 

3.- Jesús nos insta a una relación personal respetuosa. Las terribles noticias, que nos transmiten los medios, expresan como “a gritos” la necesidad que tiene el mundo de saber que somos todos hijos del Padre Dios y que, por eso, debemos amarnos y respetarnos, sin discriminación de ninguna naturaleza. Jesús demostró a qué grado debe llegar esa respetuosa relación. Él ofreció su vida para manifestarnos el verdadero origen de la concordia que nos debemos. La historia cotidiana es una exposición macabra de lo que se opone al proyecto del Creador. El Libro del Génesis relata la tensión que existe entre el propósito divino y la trágica decisión de contrariarlo por parte del hombre. La muerte del justo Abel, ejecutada por Caín, es la primera y dolorosa prueba de que el mal - siempre violento – ya está alojado en el recién nacido género humano. Siempre hubo un Caín asesinando a su hermano Abel. Hace unos años, durante el Pontificado del Beato Pablo VI, el mismo Papa escogió como lema de una Jornada de la Paz: “Todo hombre es mi hermano”. No es una linda frase para decorar tarjetas de Navidad. Es la verdad revelada por el mismo Dios, en el acontecimiento crucial protagonizado por su Hijo encarnado. Lo acabamos de celebrar, y lo reiteramos continuamente, en los altares de nuestros Templos. Hay Caínes y hay Abeles en nuestras modernas sociedades. Las voluminosas crónicas policiales son un verdadero muestreo de aberrantes crímenes: asesinatos de ciudadanos indefensos - honestos trabajadores, niños, ancianos y mujeres – violaciones y robos agravados por agresiones incalificables. La Redención, sin duda, tiene aún una enorme tarea que cumplir en este mundo. 

4. El anuncio dolorosamente esperado. Por lo mismo, es preciso que cale a fondo la acción evangelizadora, de la que depende el conocimiento de Jesús Salvador. Nadie debería morir sin haber tenido noticias de Él. Dependerá, en gran medida, de quienes han recibido la misión de evangelizar “a todos los pueblos” (Mateo 28). En ella está necesariamente incluido el testimonio de santidad de los mismos. Cuando se producen tristes anti testimonios, entre algunos principales responsables, es desvirtuado ese anuncio, y el mundo sigue esperándolo angustiosa y silenciosamente: “No sería exagerado hablar de un poderoso y trágico llamamiento a ser evangelizado” (Beato Pablo VI - Evangelii Nuntiandi n° 55). El gran esfuerzo pastoral de la Iglesia debe concentrarse en la santificación de los bautizados que, por serlo, son testigos del anuncio evangélico que el mundo actual necesita y reclama recibir. Vuelvo a repetir la inspirada sentencia de San Juan Pablo II: “El mundo espera de los cristianos el testimonio de la santidad” (año 2001).

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