"La medicina no puede garantizar, y cuando se llega a un límite no sabe cómo mirar a los ojos"

¿Hacia donde huir cuando no hay salida posible? En el libro Dirección de escape Coca Trillini cuenta su propio tránsito por un cáncer de mama. “Frente al diagnóstico de una enfermedad sin cura asegurada se te presenta a cada momento la pregunta: “y ahora, ¿qué hago?” El llegar a respuestas provisorias, sin garantías, es un aprendizaje, es una actitud que cultivo constantemente”, dice, en esta entrevista donde habla de curas y sanaciones, de la vida y la muerte y de las formas con que intentamos escaparnos del cuco de la “larga enfermedad”.

 

Coca Trillini es feminista y durante años en Católicas por el Derecho a Decidir-Buenos Aires. En literatura se formó con Hebe Uhart. Desde 1991 publica artículos sobre derechos de las mujeres, así como cuentos en las revistas chilenas Conspirando y Conciencia Latinoamericana, entre otras.

-¿Quiénes la leerán?

-Te cuento quienes deseo sean mis lectores. Quien quiera que tenga ganas de acercarse a un libro de relatos y a una de las formas de transitar algunos momentos complejos de la vida. En la cotidianeidad no hay certezas, no hay seguridades, no hay “dos más dos es cuatro”; sin embargo, vivimos en ese “piloto automático” de creer que podemos controlar todo. Frente al diagnóstico de una enfermedad sin cura asegurada se te presenta a cada momento la pregunta: “Y ahora, ¿qué hago?” El llegar a respuestas provisorias, sin garantías, es un aprendizaje, es una actitud que cultivo constantemente.

-¿Qué efectos tuvo para usted narrar el tránsito por el cáncer de mama?

-El primer logro fue haber alcanzado un deseo literario buscado desde hace tiempo. Hace años que escribo cuentos y quería relatar mis sentires y el de otras mujeres, a quienes me unía la enfermedad compartida. No quería escribir un libro de autoayuda, o una biografía, o un cuento, no encontraba cómo describirlo. Sabía lo que quería, pero no sabía cómo trasmitirlo. Creo que lo logré de la paciente mano de Hebe Uhart; eso lo dirán las y los lectores. También quiero agregar que las mujeres hacemos historia (nuestra historia) y a muchas nos gusta escribir en cuadernos que quizá nunca nadie leerá. Tengo amigas que hasta los queman para que no quede rastro de lo que se animaron a decirse a sí mismas. Otro logro: escribir no cura, sana.

-¿Cuál sería la diferencia?

-Curar es que no tenés nunca más lo que tuviste, sea una enfermedad, un disgusto, lo que sea. Te curaste de tal cosa y desapareció. Sanar es distinto. Es que pudiste revisar eso que tenías, y a lo mejor no te curás. A lo mejor seguís teniendo la misma enfermedad, el mismo disgusto, el mismo abandono. Pero vos te sanaste por dentro. Lo procesaste y terminaste ese proceso.

-Es crítica de la institución médica tradicional ¿qué le reprocha?

-En general tengo una actitud crítica frente a cualquier situación donde se impone un actuar como “debe ser.” Es decir, me permito dudar de una única verdad frente a cualquier situación. La medicina no puede garantizar la salud y la supervivencia eterna, y cuando esos objetivos llegan a un límite no se sabe cómo mirar a los ojos, acariciar un rostro y decir “hasta acá llego, ¿qué querés que hagamos?”. Les reprocho, en algunos casos, que su omnipotencia no les permita reconocer que las y los enfermos tenemos muchas veces intuiciones certeras sobre lo que nos está pasando. Tratar al “paciente” (y más si es mujer) como una persona que puede tomar decisiones, es un desafío para la medicina.

-El cáncer de mama es uno de los que más difusión tiene, ¿sigue habiendo tabúes, silencios, cosas que no se dicen al respecto?

-Las campañas para dar a conocer recursos, a la mano de cualquier mujer, para la detección temprana en el cáncer de mama son imprescindibles. Desde mi experiencia, junto al avance en la información siguen vigentes todo tipo de tabúes y silencios. Un ejemplo es, tal como narro en el texto, la conversación con mi nieto de diez años. Hay algo muy profundo del miedo, de la necesidad de no saber que continúa operando en las decisiones de consultar o no consultar, y esa actitud se vive en mujeres de todas las edades y condiciones de vida.

-Los medios suelen decir que alguien murió de una larga enfermedad u otros eufemismos para no nombrar el cáncer ¿por qué todavía pasa eso?

-Es difícil dar una sola respuesta. Por qué todavía pasa esto no lo sé; los cambios culturales, personales y colectivos llevan un tiempo sin tiempo, no pueden programarse ni medirse. Las metáforas son muchas veces una forma de decir lo que no se puede ni nombrar ni escuchar. A mí me potencia llamar las cosas por su nombre y espero que los lectores encuentren el por qué.

-Usted también promueve que se hable de la muerte ¿por qué?

-Te respondo con un capítulo del libro El cuaderno de Nippur que María Vázquez escribió a su hijo de tres años antes de morir de cáncer y que tengo escrito en la libretita que llevo a todas partes en mi cartera: “Nada es para siempre. Ni el helado, ni las películas, ni lo feo, ni lo lindo, ni las hojas de los árboles, ni mamá. Pero yo voy a estar en tu corazón hasta que vos tampoco dures para siempre, pero que estés en otros corazones y así nada muere nunca, algo sigue siempre.” Básicamente hay que hablar de la muerte porque nada es para toda la vida. La vida no es para siempre y eso es un aprendizaje que tenemos que tener. La vida es un proceso de continua transformación. Lo que ocurre me modifica a mí y yo modifico a los otros, aún en encuentros conscientes o inconscientes. Y aún en esa transformación permanente, la muerte está incluida. Y nosotros en nuestra vida cotidiana no tenemos incluida la muerte como una posibilidad.

-¿Qué tiene que ver todo esto con el feminismo, con el cual se identifica?

 

-Los feminismos nos permiten ver, sentir, descubrir, cambiar, transformar, identificar, organizar, defender, acompañar (y muchos verbos más) frente a situaciones de poder sufridas por el sólo hecho de ser mujeres. Esta desigualdad en la toma de decisiones recorre mi experiencia en todo el libro. Algunos varones y mujeres en diversas situaciones me han acompañado por el camino que recorría, con la certeza de que no estaba “loca.” La locura es una de las primeras acusaciones contra las mujeres. La red de seres humanos que me acompañaron durante todos estos años son cuidadoras, cuidadores, que respetaron cada una de mis denuncias frente a abusos, al abandono, al deseo y al placer.

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