Marcelo Larraquy: "El Papa tiene enemigos en la Curia que están esperando que pase su pontificado"

Marcelo Larraquy:

En "Código Francisco", el periodista e historiador busca desentrañar las claves del doble liderazgo de Bergoglio: en la desafiante reforma interna y en el modo en que se ha instalado como referente en la escena mundial

Por Claudia Peiró 

Código Francisco es una "reincidencia" de Marcelo Larraquy quien ya en noviembre de 2013 se interesó por el impacto que el estilo Bergoglio estaba causando en el mundo. Pero en aquel primer libro sobre el pontífice argentino, Recen por él, con un papado de Francisco todavía incipiente, el eje estuvo puesto en el pasado de este Papa "impensado", sus conflictos con la orden jesuítica y con el gobierno argentino y sus primeros pasos para no quedar atrapado en los meandros vaticanos, ahora el autor se vuelca de lleno a analizar la forma en que Jorge Bergoglio ha logrado instalar no sólo su liderazgo sino también la agenda de una "Iglesia en salida" en lo más alto de los debates mundiales. A la vez, la renovación interna de la Curia, quizá el reto mayor, para el que debe enfrentar resistencias ancladas en (malos) hábitos milenarios.

"¿Cómo se explica que se convirtiera en un líder mundial con una habilidad política que impulsó tanto el debate de problemas urgentes como la solución de viejos conflictos?", se pregunta Larraquy, impresionado por el modo en que, "con su diplomacia y discernimiento", Bergoglio logró mediar en el reacercamiento entre Cuba y Estados Unidos, reactivar la diplomacia en la solución al conflicto en Siria y denunciar los males socioeconómicos y ambientales que afectan a la humanidad, reinstalando en la agenda internacional "aquello de lo que ningún líder mundial hablaba".

Marcelo Larraquy es historiador y periodista. Conocido como autor de varios libros sobre temáticas de los años 70, ahora se ha volcado a relatar la vida y obra del primer Papa latinoamericano. 

—¿Por qué un segundo libro sobre Francisco?

—Este libro trata de cómo se está desarrollando el pontificado, mientras que en la idea era más bien poner en escena a qué Iglesia llegaba este Papa. Código Francisco es qué Iglesia está transformando el Papa y cómo el Papa está también participando con su liderazgo en la transformación del mundo. El Papa instaló una agenda social nueva en una iglesia que no participaba en las relaciones internacionales prácticamente desde el año 2000 hasta que llega Bergoglio en el 2013, la iglesia prácticamente no tenía participación en los conflictos ni relaciones con las potencias mundiales y Bergoglio lo hace inmediatamente; esto es lo sorpresivo en él: que reinstala a la Santa Sede y su geopolítica es la agenda social. A partir de la agenda social él instala a la Santa Sede en las grandes ligas de los líderes mundiales.

—¿A qué llama agenda social?

—Agenda social es todo aquello de lo que ya nadie hablaba -obviamente son las implicancias políticas del Evangelio-, aquello de lo que ningún líder mundial hablaba: los refugiados, los inmigrantes, la cuestión ambiental, y la representación fue Lampedusa, a donde viaja el 13 de julio de 2013, a poco de iniciado su pontificado. Él pone de cara al mundo un problema que no existía; ésa es la agenda social, que tiene implicancia política obviamente, pero también lo hace con una gran presencia en el escenario. Su irrupción en el escenario mundial se produce poco después, cuando interviene ante el G20 con una carta para frenar la invasión a Siria por parte de Estados Unidos; ahí empieza a denunciar lo que llama una tercera guerra mundial a pedazos, fragmentos de guerras en distintos lugares del mundo, y en función de eso hace sus alianzas en busca de un equilibrio de paz.

—¿Por qué tuvo tanto éxito Bergoglio? Usted decía que la Santa Sede no tuvo presencia en el escenario mundial desde 2000, pero en 2003 Juan Pablo II hizo un esfuerzo muy grande para evitar la guerra de Irak, hasta amagó con viajar a ese país, y casi no tuvo eco. En cambio Francisco encuentra interlocutores.

—Sí, encuentra interlocutores. Es un mundo que cambió en los últimos quince años. Que pasó de la bipolaridad a la multilateralidad y en el cual el Papa establece alianzas tanto con (Vladimir) Putin como con (Barack) Obama, en distintas zonas. En Medio Oriente establece una alianza con Putin, y en América Latina con Obama, de la cual están viéndose los resultados a partir de Cuba. Cuba de alguna manera representa la nueva Roma en este pontificado porque a partir de Cuba se produce el deshielo con Estados Unidos pero mucho más que eso. Es algo que el Papa le dice a Obama en su reunión en marzo de 2014, según lo cuenta el cardenal (Jaime) Ortega de La Habana, que el deshielo con Cuba le iba a permitir una reapertura de Estados Unidos hacia toda América Latina, que es lo que está sucediendo ahora. Obama ve la manera de crear su legado de gobierno a través del Papa; lo ve con los inmigrantes, con su propia agenda social, con la problemática que tiene. Obama está diciendo: "Mi manera de mirar el mundo ahora, de instalar mi legado, es con la imagen del Papa en América Latina".

—Esa plasticidad o pragmatismo del Papa, que le permite por un lado formular fuertes críticas al capitalismo en sus encíclicas, y a la vez tener como principal aliado al presidente de los Estados Unidos, y en paralelo tener un buen vínculo con Putin, ¿de dónde viene?

—Son 40 años de gobierno que tiene el Papa encima, una experiencia que va del año 73 en adelante, con el corto interregno de cuando estuvo desplazado de la conducción jesuita, que es el peor momento de su vida por otra parte, lo que muestra hasta qué punto es una personalidad de poder que se va construyendo desde muy joven. Además, si bien él no estaba en Roma, y sin ser parte de ninguna facción, conocía muy bien cómo funcionaba Roma. Él encuentra una Iglesia desprestigiada, desvalorizada en la geopolítica, sin impulso para salir hacia afuera. Francisco saca a la Iglesia de Roma. El germen del pontificado es Aparecida, el encuentro de obispos latinoamericanos en 2007 en Brasil, ahí él instala la idea de la Iglesia en salida, ahí él gana el liderazgo en América Latina y muestra frente a una Iglesia envejecida como es la europea que es necesario tener un nuevo tipo de evangelización. Y no lo hace solamente en América Latina sino también en Asia, que es su gran apuesta -básicamente restablecer las relaciones diplomáticas con China-, me parece que el futuro del catolicismo él lo apunta hacia China. Benedicto nunca había ido a Asia en un viaje apostólico, por ejemplo, y eso marca el contraste entre el eurocentrismo de Ratzinger y el gobierno de periferias y de iglesia en salida que instala Francisco: ahí está la clave para que los líderes mundiales le presten atención y él tenga influencia en ellos.

—Benedicto tiene una personalidad muy diferente a la de Francisco y sin embargo queda la sensación de que él tuvo bastante que ver en la habilitación de Bergoglio como candidato al papado....

—Sí, él habilita la iglesia latinoamericana, incluso viene a Aparecida, en San Pablo, y en su discurso lo único que pide es que se haga centro en Dios; esto viene de la problemática de la Teología de la Liberación que buscaba distintos instrumentos de las ciencias sociales o de la economía marxista para el análisis de la realidad social; que no era la opción de Bergoglio en los años 70 porque él adscribía a la teología del pueblo, a la fe misma encarnada en el pueblo un pueblo que se evangeliza a sí mismo con su propia fe, desde siglos. El Papa siempre dice que América Latina es el continente católico desde la conquista española. Benedicto ve que la iglesia europea, en medio de las facciones que tiene dentro de la Secretaría de Estado, más el secularismo y el relativismo que existen en Europa, no puede ofrecer esa renovación; entonces es Benedicto quien de alguna manera pone como precondición poner a Dios en el centro del análisis de la espiritualidad y de la realidad social, que obviamente la iglesia latinoamericana lo acepta pero también acepta la inclusión de una agenda social para la evangelización.

—Apenas se inició el papado de Bergoglio, hubo bastante temor por su seguridad; luego pareció disiparse la inquietud. ¿Significa eso que no tiene enemigos?

—Tiene enemigos internos en la curia que están esperando que pase este pontificado para volver a lo anterior, porque quizá no se sepa bien hacia dónde va pero sí que no hay marcha atrás. La feligresía, la geopolítica mundial, no aceptaría un liderazgo diferente, un próximo Papa muy diferente de lo que es Bergoglio. Me parece que ése es su legado, él instala una manera de ver a la Iglesia y la participación que es muy difícil de retrotraer. Es muy difícil que el próximo Papa pueda ser europeo; no se pueden hacer predicciones pero por como está instalado el mapa de la iglesia... Lo cierto es que culturalmente es muy difícil cambiar el mundo eclesiástico vaticano; se han acostumbrado a lo que Francisco llama vida de príncipes, en departamentos de centenares de metros cuadrados, palacios, prebendas que tienen. Eso ha alejado a la gente de la iglesia. Yo creo que el Papa no lo hace por humildad: cuando desplaza la sede de gobierno a una habitación de 50 metros cuadrados está mostrando "miren lo que es la Curia, miren como vivo yo y como viven ellos", y los está vaciando de poder. Como en todo Estado donde trabajan miles de personas, existió una filtración, pero justamente esa filtración fue favorable al Papa.

—¿Qué hubo detrás de esa filtración? ¿Puede alguien haber querido "ayudar" a Francisco revelando las irregularidades financieras de la Curia?

—Bueno, (monseñor Lucio Vallejo) Balda, que fue el autor de la filtración, está siendo juzgado y probablemente será condenado; no creo que el Vaticano haya instrumentado esto a través de Balda, creo que él quiso mostrar cómo estaban robando el dinero del iglesia, la corrupción, la forma en que viven, cuánto ganan por las canonizaciones... pero es una cuestión de seguridad interna, si cada uno revela un documento en estas internas... Ningún Estado puede sobrevivir a eso ni tolerarlo. Lo que sí es cierto es que el Papa debe ser uno de los pocos líderes mundiales que sale bien parado en una grabación secreta. Ahí estuvo la credibilidad de su mensaje cuando dice busquemos tres presupuestos, tengamos transparencia... No es una iglesia de signos vacíos la que está tratando de dirigir el Papa, sino que a través de esos gestos se busca dar consistencia a un mensaje que en mi libro "Código Francisco" defino como más político que el del pontificado de Benedicto y que la última etapa de Juan Pablo II.

—Ahora bien, lo que surge de la filtración, más allá de la corrupción, es un desmanejo total de las finanzas vaticanas...

-Sí, los dineros de los alquileres de inmuebles de la Iglesia en Londres, por citar un solo ejemplo, quedaban en el aire. Pero venimos de una iglesia que lavaba dinero... En el IOR [Instituto para las Obras de la Religión, el banco vaticano], la mafia italiana o neoyorquina lavaba su dinero y luego lo llevaba a Suiza; era una Iglesia que daba cheques sin trazabilidad. Esto duró pese a los intentos de Benedicto de darle transparencia. Yo doy cuenta en el libro de cómo fue todo el cambio con la reforma financiera, con esa Iglesia que empieza a buscar un ordenamiento interno a través de Francisco, lo cual no fue fácil. Juan Pablo no estaba metido en el gobierno de la Curia. Detrás de su gran liderazgo, masivo, y de la popularidad que tenía, la Curia romana se autogestionaba. Entonces la doble tarea que tiene Francisco es gobernar Roma y gobernar fuera de Roma y me parece que esto es lo nuevo y lo que yo quería describir en este libro, ahora que los trazos de su pontificado ya están más definidos.

—¿Qué opina de la mirada argentina hacia lo que está haciendo Bergoglio?

—Los argentinos, o al menos los analistas políticos, no pueden salir del esquema kirchnerismo-antikirchnerismo; están prisioneros de esa visión. Entonces si envía un rosario a una detenida como es Milagro Sala lo ven como un gesto ampuloso, le escriben cartas de indignación, me parece que hablan más para sus oyentes de Barrio Norte que viendo cuál es la geopolítica papal. Lo que él puso en el centro de su papado es justamente la misericordia. la mayoría de los analistas políticos ven al Papa como si estuviera en la Catedral, y básicamente los "indignados" con el Papa creen que Bergoglio está en la Catedral y así como los kirchneristas se enfadaban con él porque en la homilía decía esto o aquello, ahora se enfadan con Bergoglio porque dicen que participa en política. La iglesia participa en política desde hace dos mil años. Cuando escucho a los políticos decir que la Iglesia no tiene que participar en política... ésa es una visión, un prisma muy acotado sobre el Papa y que no está a la altura de su pontificado.

—Da la impresión de que muchos no perciben el alcance de lo que Bergoglio está haciendo en el mundo...

—Justamente mi libro se refiere a cómo se construye un liderazgo mundial, los problemas que enfrenta y las tensiones internas que vivió, las ambigüedades, las dificultades personales, cómo se viven en el Vaticano sus intentos de reforma en la iglesia. Es un libro que busca mostrar de un modo más universal el liderazgo del Papa.

—Obama eligió homenajear a San Martín en la Catedral, cuando habitualmente los jefes de Estado que nos visitan lo hacen en la plaza San Martín. ¿Puede ser leído como un gesto de reconocimiento a ese liderazgo de Francisco?

—Es un mensaje directo de su alianza con el Papa. Obama ve también la oportunidad de tener un aliado con buena imagen en el mundo hispano. Es importante ver que la Santa Sede rompe su alianza con el Partido Republicano, una alianza histórica que data de la Guerra Fría, con (Ronald) Reagan y que se continuó con (George) Bush y que tuvo una disrupción con la guerra con Irak, en 2003. De todas maneras, en 2004, la Santa Sede siguió apoyando a Bush en desmedro de Kerry. Y Kerry es justamente el primer católico demócrata que después de 30 años a la Santa Sede en 2014. También acá hay un cambio de alianza que propone Francisco y que Obama acepta; un Obama que además no está sujeto a elecciones, está construyendo su legado.

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