La maquinaria albertista de poder que espera el OK de las urnas

La maquinaria albertista de poder que espera el OK de las urnas

La integración del gabinete y el Congreso que tendrá Fernández si resulta electo. La articulación Massa-CFK, los gobernadores como banca territorial y el pacto social, el contrato para la paz inicial.

 

Si las urnas confirman el resultado de las primarias del 11 de agosto, Alberto Fernández se convertirá este domingo en el séptimo presidente electo desde el retorno de la democracia, el encargado de manejar un país sumergido en una profunda crisis económica y una fuerte polarización política y el responsable de encabezar una coalición de gobierno en la que convivirán, con tensiones, diferentes actores políticos que serán su sostén.

La administración de la política será clave. En caso de ganar, Fernández desembarcará el 10 de diciembre en la Casa Rosada habiendo sido nominado como candidato por su compañera de fórmula y dueña de -al menos- un tercio de los votos del espacio, Cristina Fernández de Kirchner, pero con el poder que construyó a lo largo de la campaña junto a una liga de gobernadores que quiere ser protagonista, el respaldo del sindicalismo, el fuerte acompañamiento de Sergio Massa, la contención de las organizaciones sociales, el apoyo de sectores empresarios que esperan el despegue económico y un grupo de dirigentes propios que forma parte de su mesa chica.

 UN CONGRESO EN MAYORÍA. Según las proyecciones que hacen en el peronismo en función del número obtenido en las PASO, el Frente de Todos pasaría a tener el 10 de diciembre alrededor de 120 diputados y quedaría cerca del quórum propio en la Cámara baja, donde la preocupación de Fernández será cuidar el orden interno de la coalición, en la que convivirán cristinistas puros, massistas, peronistas federales y nuevos aliados progresistas. En tanto, en el Senado, las proyecciones dan 42 senadores, es decir, quórum y mayoría propios sin necesidad de acuerdos.

El delicado equilibrio político de Todos en el Poder Legislativo tendrá como principales protagonistas a Cristina, Massa, el poder federal de los gobernadores y dirigentes de máxima confianza de Fernández, como el senador cordobés Carlos Caserio y el ex embajador ante el Vaticano Eduardo Valdés. En las dos cámaras, el cristinismo será mayoría: en Diputados, Agustín Rossi cuenta que el Frente para la Victoria tendrá 90 diputados, mientras que en el Senado se anotan 17 nombres.

CRISTINA PRESIDENTA. Como publicó Letra P, si Fernández tendrá plena libertad para definir su gabinete, el Senado será el reino de Cristina, la arquitecta de la fórmula y proveedora de la mayor cantidad de votos del Frente de Todos. La ex presidenta intentará imponer en la Cámara alta a sus dirigentes de confianza en los lugares de decisión –como la presidencia provisional y las secretarías administrativa y parlamentaria–, además de haberse asegurado en el cierre de listas el armado de un bloque grande de leales.  

Aunque en el Instituto Patria afirman que “la delegada de Alberto en el Senado va a ser Cristina”, por las dudas, Fernández tiene allí su propio hombre de confianza, el cordobés Caserio, que quedó a cargo del Bloque Justicialista tras el pase al oficialismo de Miguel Ángel Pichetto y se convirtió en principal armador de la candidatura presidencial en Córdoba. Caserio actuará como interlocutor del eventual presidente con los senadores que responden a los gobernadores, otros actores clave para la gobernabilidad.

Del otro lado del Palacio, el poder estará a cargo de Massa, actor fundamental del Frente de Todos que resolvió sus diferencias con el kirchnerismo y se integró con disciplina a la coalición para alentar la candidatura de Fernández, su ex jefe de campaña. Vía el propio candidato presidencial, Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro, Massa retomó su diálogo con Cristina, con quien a partir de diciembre deberá acordar estrategias parlamentarias. El líder del Frente Renovador será, además, decisivo en las conversaciones con el sector de Juntos por el Cambio que ya se muestra dispuesto a aportar a la gobernabilidad, con Emilio Monzó y Horacio Rodríguez Larreta a la cabeza y con el espacio Consenso Federal.

Massa fue sostén de la campaña de Fernández en provincias como Córdoba, un aliado importante en Buenos Aires y promete representar la voluntad del Ejecutivo en Diputados, aunque en la coalición todos entienden que no abandonó su sueño de ser candidato presidencial y para eso trabajará (también).   

 

RENOVADORES E HISTÓRICOS. Destinados a ocupar lugares clave en el Ejecutivo y en el Poder Legislativo, los leales, históricos y renovadores, serán los ojos y voz del eventual presidente. Al primer grupo pertenecen los compañeros de militancia del peronismo porteño a quienes conoce desde hace décadas y que incluso de animaron a soñar con la candidatura presidencial del ex jefe de Gabinete después de la derrota de 2015. El plan quedó trunco cuando Fernández se sumó a la campaña de Florencio Randazzo, en 2017, pero la línea fundadora del albertismo, que forman Eduardo Valdés, Jorge Arguello, Alberto Iribarne, Guillermo Oliveri, Julio Vitobello, Juan Manuel Olmos y Claudio Ferreño, tuvo su revancha el 18 de mayo, cuando Cristina anunció la fórmula presidencial y quedó “a disposición” del candidato para cargos o acompañamiento - lo que éste les requiera – aunque proclaman que es tiempo de darle paso a las nuevas generaciones.

Formal o no, en un gobierno albertista, los miembros originarios del espacio tendrán su lugar en el gobierno. Valdés ya tiene asegurada una banca en la Cámara de Diputados, donde será la voz inconfundible del Ejecutivo y también el nexo más claro con Cristina. El ex embajador ante el Vaticano forma parte del círculo más íntimo de la ex presidenta y tuvo un papel clave en su reconciliación con Fernández.  

En el Ejecutivo, varios casilleros están reservados para el grupo renovador, dirigentes más jóvenes con experiencia de gestión que formaron a principios de 2018 el Grupo Callao, una especie de think tank en el que Fernández deposita expectativas para la etapa que viene. Su cara más visible, Santiago Cafiero, es el dirigente de mayor confianza del candidato de Todos y el nombre ya puesto para ser jefe de Gabinete. Miembros del mismo grupo, Matías Kulfas y Cecilia Todesca, ya planean su desembarco en Economía, mientras que Miguel Cuberos y Cecilia Gómez Mirada, presencias constantes en la comitiva albertista, esperan definiciones.

En el círculo más íntimo se anota también “Wado” de Pedro, el cristinista de mayor confianza de Fernández, que se anota para encabezar el Ministerio del Interior, y Felipe Solá, el exiliado del kirchnerismo que se reconcilió con Cristina gracias al candidato presidencial y hoy forma parte de la mesa de campaña.

EL SOSTÉN DE LOS GOBERNADORES. Durante toda la campaña, Fernández se encargó de remarcar que la Argentina que empieza el 10 de diciembre será “gobernada por 24 gobernadores y un presidente”.

Las interpretaciones del dicho tienen diferentes matices según los interlocutores pero no están solamente vinculadas a la construcción de un país federal, un proyecto de arraigo y la histórica pelea por el fin del modelo de concentración en torno al puerto de Buenos Aires sino al reparto interno de poder en la coalición de gobierno, la decisión de Fernández de apoyarse en el poder territorial para balancear al resto de los poderes internos, que representan tanto Cristina y La Cámpora como Massa, las organizaciones y el poder económico.

 

 

 

Los gobernadores peronistas, con poder en las provincias y voto en el Congreso, aparecen, entonces, como una especie de “reaseguro” para el eventual presidente, en caso de que la convivencia entre los socios no resulte armoniosa, además de un factor de poder que también pedirá voz en los lugares de decisión.

UN PACTO PARA VIVIR. Para garantizar la paz en una primera etapa de gobierno en un país en crisis, con niveles de pobreza cercanos al 40%, desocupación superior al 10%, inflación del 50% y una deuda pública agobiante, Fernández ya adelantó el llamado a un pacto social del que participarán empresarios, organizaciones sociales y políticas, la Iglesia y los sindicatos. El acuerdo buscará mantener la paz por al menos 180 días y sentar las nuevas bases de crecimiento para el país, con definiciones de corto, mediano y largo plazo, en paralelo a los acuerdo que deberá cerrar el eventual gobierno con los acreedores privados y el Fondo Monetario Internacional, el principal desafío económico.

 LA CONVIVENCIA DE TODOS. Visto en el espejo de lo que comenzó siendo Cambiemos, Fernández tendrá entre sus desafíos principales la misión de que el Frente de Todos no sea una mera alianza legislativa sino una coalición de gobierno, con una conducción férrea pero con participación plural y vasos comunicantes entre los diferentes actores e intereses que el espacio, en el que Cristina tendrá un rol central como dadora de votos y garante de la paz con los sectores más duros.

Cómo será la convivencia entre Fernández y su compañera de fórmula es la pregunta que ocupó a medios, analistas políticos y votantes desde el día que Cristina anunció la fórmula presidencial, la mañana del 18 de mayo en la que dio vuelta la historia de la elección.

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