La lapicera del peronismo 2021

La lapicera del peronismo 2021

Sin albertismo, el Presidente se diluye en la paritaria del FdT. ¿Plan Santi? Mandan CFK y MK pero también la peste y la economía. Massa y su ballet. Por Diego Genoud

Para un gobierno tapado por la urgencia, falta una eternidad. Sin embargo, las elecciones legislativas ya empiezan a organizar los movimientos del oficialismo y de la oposición. Con la pandemia en primer plano y la entrega de vacunas que se demora mucho más de lo que Alberto Fernández pretendía, las incógnitas son muchas y planificar resulta difícil. El primer interrogante grande es qué pasará con la intención de los gobernadores de suspender las PASO por única vez con el argumento de la peste y hasta qué punto el Presidente mantendrá la pose de prescidente en el tema. En la Casa Rosada, saben que el límite lo marca la negativa de Máximo Kirchner y La Cámpora, pero dejan correr la posibilidad de que la ley sea aprobada si el COVID-19 se reafirma como razón de fuerza mayor. Por ahora, el plan está frío, como ya adelantó Letra P. Los gobernadores no cuentan con los votos necesarios para imponer en el Congreso la agenda que buscan instalar con fotos y declaraciones: hacen falta 129 votos en Diputados y 37 en el Senado. 

Poco a poco empiezan a perfilarse los actores que deberán afinar la lapicera a la hora del reparto de cargos. La disputa de Kirchner hijo con un grupo de intendentes del conurbano por la conducción del PJ bonaerense es un primer indicio de un entendimiento que no será un trámite, en especial en el territorio madre de todas las batallas. Después de un año largo de gobierno, la coalición del Frente de Todos deberá discutir los lugares en las listas en un contexto muy diferente al de 2019. Las horas interminables de negociaciones que el líder de La Cámpora y el actual ministro del Interior, Eduardo de Pedro, dedicaron a atender las demandas de Sergio Massa y Raúl Pérez para convencerlos de que se sumaran a la alianza pancristinista deberán reeditarse, aunque está por verse si el criterio que primó cuando el peronismo era oposición se mantendrá ahora, de nuevo en el Gobierno. 

 

Más para Cristina que para Alberto 

La heterogeneidad del Frente de Todos y el regreso de Fernández al útero materno del cristinismo que sirvió de puente para sumar al PJ no kirchnerista y al Frente Renovador alumbraron la ficción de una fuerza dividida en tres partes iguales. El ahora Presidente tenía la capacidad de sumar al peronismo de los gobernadores y al sindicalismo cegetista; Massa, mientras tanto, traía el crédito de una fuerza menor pero decisiva para inclinar la balanza en la provincia de Buenos Aires y algunos apoyos del interior del país en provincias como Córdoba, Chubut y Jujuy. Casi dos años después, la realidad se transformó y el cristinismo volvió a imponerse con la prepotencia de un espacio que acumula más de 12 años en el poder y está diseminado, con más o menos potencia, a lo largo de todo el país.

Por incapacidad o convicción, Fernández vetó la construcción del albertismo y esa decisión, que fue errada para algunos de sus leales, ahora puede jugarle en contra. Massa se esforzó por preservar su identidad y selló un acuerdo con Kirchner hijo que, a la hora del reparto, puede ser su mayor fortaleza. De todas maneras, tanto el peso específico del cristinismo como el relato dominante de la oposición dura agigantan el rol de CFK y los suyos de cara al momento en que toque asignar lugares en las listas. ¿El Frente de Todos pactará repartir cargos en tres tercios o la evidencia de un kirchnerismo que constituye el núcleo oficialista se traducirá, como otras veces, en la boleta panperonista?

La historia del Frente para la Victoria recuerda que, en los últimos años de Cristina en la Casa Rosada, La Cámpora se impuso en las listas en medio de un proceso que fue dejando en soledad a la entonces presidenta. Sin embargo, ahora desde la agrupación que lidera Máximo Kirchner se empeñan en remarcar la importancia de la unidad, un criterio que quedará a prueba como nunca cuando se confeccionen las listas.

Sin fuerza propia, Fernández deberá definir cómo quiere ser representado en la boleta oficialista y qué relación tiene el proceso electoral con la nueva etapa que se abre de cara a sus últimos dos años de gobierno. En el oficialismo, se menciona desde hace tiempo la posibilidad de que Santiago Cafiero sea candidato en la provincia de Buenos Aires.

Nacido en San Isidro, el jefe de Gabinete se convirtió, pese a las críticas, en un funcionario clave de Fernández y para muchos es intocable en el esquema de Alberto. Sin embargo, otros lo mencionan como un buen candidato y sugieren que representaría como nadie al albertismo en las listas y le permitiría al Presidente iniciar un proceso de oxigenación de su esquema de gobierno. Si Fernández decidiera hacer ese enroque con su ministro preferido, el resto del gabinete quedaría a tiro de renuncia. Nada, todavía, parece definido. Sin embargo, aunque todos y todas afirman que falta mucho, todos y todas se preparan para una discusión interna de poder que dejará heridas en un frente de bordes irregulares.

 

Máximo, Massa y el nuevo reparto

Con el Presidente desbordado por la crisis múltiple y el albertismo que no puede salir del closet, el actor con mayor capacidad para hacer valer sus acciones es, una vez más, el presidente de la Cámara de Diputados. En el oficialismo, esperan que el exintendente de Tigre comience a precalentar a medida que se acerque el cierre de listas y busque desempolvar al massimo residual en todo el país. Massa no milita la causa de los gobernadores, pero es partidario de suspender las PASO y ve que un escenario sin primarias redundaría en más espacio para los sobrevivientes del Frente Renovador que la disputa interna en elecciones. Considerado el más rápido en una baldosa y con una habilidad que está fuera de duda, Massa irá al mano a mano con Máximo para conseguir refrendar su tajada de poder. En la provincia, los intendentes serán el tercer actor en discordia. Se sabe que el cierre va a ser difícil y que no todos los sectores pueden ganar. 

Lo más importante, de todas maneras, no lo determina la política sino la realidad social, en un contexto que acumula ya tres años de caída del poder adquisitivo de las personas asalaraiadas, en muchos casos, votantes naturales de la coalición oficialista. Al trauma de una pandemia sin fecha de vencimiento y un operativo de vacunación que falló en todos los pronósticos, se le suma la incertidumbre sobre la recuperación económica. El rebrote de casos y muertes a causa del covid no sólo puede afectar el rebote en la actividad económica sino, también, las chances electorales del Gobierno. 

La primera decisión corre por cuenta de la vicepresidenta y su hijo. Deberán decidir hasta qué punto preservar la unidad y hasta qué punto ceder lugares para el resto de las corrientes que integran la alianza de gobierno. Todavía es temprano y es probable que lo hagan de acuerdo a la fuerza política que crean tener en el momento del cierre de listas. Ante Letra P, un funcionario que conoce bien el tema hizo un ejercicio especulativo con lógica política: “Si ven que el humor social y la economía resisten, van a aprovechar para arrinconar bastante al resto de las fuerzas, pero, si la economía se deteriora más y vislumbran un frente de mayor debilidad para ellos, van a ceder más para negociar un acuerdo con los distintos sectores del peronismo hacia el futuro”. De fondo, está el recuerdo que CFK y el cristinismo que no olvida suelen desempolvar cuando deslizan que la nueva alianza incluye a quienes sufrieron persecución por parte del Poder Judicial durante los años de Mauricio Macri y los sectores del PJ que arrinconaban a la actual vice desde Comodoro Py.

De ser así, Cristina jugaría el rol de mayor intransigencia que Máximo: sólo cedería dos tercios a sus socios y viejos detractores en el caso de un escenario de caída libre y buscaría retener un porcentaje en las listas más cercano a dos tercios si la economía se estabiliza y viene la recuperación tan anunciada. La debilidad, en cambio, la obligaría a repartir más en función de evitar un nuevo escenario de asfixia y soledad como le tocó vivir en los primeros dos años de la aventura amarilla, con gran parte del PJ volcado al pacto con Macri. 

Para Massa y sus leales, la ecuación tampoco resulta tan sencilla. El exjefe de Gabinete puede tensar en la discusión interna hasta cierto punto, pero está muy acotado para jugar al límite. También precisa resguardar la unidad y no puede atentar contra la gobernabilidad mientras el Gobierno tenga chances de prolongarse en el tiempo. Hoy está adentro, no como en 2019, y tampoco tiene a dónde ir. Perdió la adhesión del antikirchnerismo irreductible que alguna vez lo acompañó y el zigzag ya no le rinde con Macri y el antiperonismo nucleados en torno a Juntos por el Cambio.

Tal vez, algunos de los sectores que pertenecieron a su espacio, tienen buena relación con él y saben que no hay lugar en el oficialismo puedan competir por fuera del Frente de Todos en los distritos. La autonomía del líder del Frente Renovador es más reducida y en el peronismo no kirchnerista creen que sólo en caso de urgencia puede usar el martillo, romper el vidrio y abandonar el barco del pancristinismo. Mientras tanto, seguirá siendo parte y la negociación deberá ser en el marco de la no ruptura.

Comentá la nota