El Jubileo y el perdón del aborto, la apertura de Francisco

El Jubileo y el perdón del aborto, la apertura de Francisco

El Papa concede la facultad de absolución a todos los sacerdotes durante el Año santo. La historia de Beatrice: ser perdonada «me ha enseñado a convivir con mi decisión»

Por GIACOMO GALEAZZI (NEXTA) - CIUDAD DEL VATICANO

Una peculiaridad de este Jubileo es el envío, a cada diócesis del mundo, de 800 «misioneros de la misericordia», a quienes el Papa da la facultad de personar los pecados reservados a la Sede apostólica. Pero Francisco ha hecho mucho más.

Durante todo el Año Santo, todos los sacerdotes del mundo podrán perdonar también el aborto, pecado cuya absolución se reserva a los obispos o a los sacerdotes por ellos delegados. Un signo para invitar al arrepentimiento y a pedir perdón, otro elemento clave de este Jubileo. «Aborté hace 20 años y en la misericordia de Francisco me siento acogida y perdonada», cuenta Beatrice Fazi, de 43 años. «Quedé embarazada y sin orientaciones, el hombre de quien esperaba un hijo me abandonó: no quería asumirse la responsabilidad de crecer a un niño —continúa. Había llegado hacía poco a Roma desde una ciudad del sur, en donde es difícil confesar a los propios padres una cosa semejante, en un contexto en el que parir antes del matrimonio equivale a un sello de infamia y de exclusión social». Un trauma profundo.

La vergüenza

«Me quedé sola, sentía vergüenza y no tenía a nadie que me guiara o que me indicara una solución alternativa a la interrupción voluntaria del embarazo —añade. Desde entonces, la decisión de abortar quedó como una herida lacerante, imposible de cerrar». Un calvario que es descrito en el libro-confesión «Un corazón nuevo». Después de 15 años de oscuridad, cuando ya todo parecía perdido, vuelve a encontrarse a ella misma a través de la fe. Tiempos de borrasca y después la conversión.

«Un día decidí ir a confesarme por superstición y miedo de que un Dios vengador y juez me castigara o pretendiera algo de mí —explica. Saqué todos mis pecados y el sacerdote no me dio la absolución, pero me dijo que incluso excomulgada y en condición irregular yo estaba llamada a la santidad». El aborto como «secreto escondido en el cajón durante años porque no lograba hablar de él». La angustia de no sentirse perdonada «por el niño al cual impedí venir al mundo y que no pudo defenderse».

Hoy «lo considero mi ángel en el Paraíso, lo llamo Matteo». Gracias a la fe «el desprecio por mí se transformó en misericordia». Por lo demás, «la condición en la que actué no era de plena libertad». Un camino doloroso «para recuperar la dignidad y la valentía de ver a la cara mi error y de aceptar el perdón por algo que después comprendí que era horrendo». Un peso insoportable, que «trataba de esconder dentro de mí pero que provocaba un vacío con consecuencias devastadoras: desórdenes alimenticios y afectivos». Malestar y rabia.

Abismos nunca colmados por «justificaciones que no sirvieron para absolverme: me sentía culpable de haber negado a un niño el derecho de nacer». Ver a Francisco abrazando a «quien como yo se sentía rechazado» le llenó el corazón. La misericordia viene antes que los juicios. «Estoy en casa, la Iglesia está aquí».

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