Jefas de hogar en América Latina: millones en riesgo pobreza

Jefas de hogar en América Latina: millones en riesgo pobreza

Cuando la mujer tiene que hacerse cargo de una familia, el trabajo es esencial. Según la Cepal, en América Latina el 5% de la población económicamente activa podría perder sus ingresos a causa de la pandemia. Esto implicaría que 107 millones de mujeres en la región se encontrarían en situación de pobreza: y con muchas de ellas, sus familias.

 

En el marco de la pandemia que estamos viviendo a causa de la difusión del Covid-19 abordamos el del trabajo de las mujeres jefas de hogar en América Latina. La pregunta que nos ponemos es: ¿cuál es la situación laboral de las mujeres en América Latina en este tiempo particular, en la circunstancia de tener que criar a un hijo o mantener una familia y ante la falta de una paternidad responsable?  

El procurar vida está, sin lugar a dudas, ínsito en el corazón de las mujeres latinoamericanas. Pero hay circunstancias que ponen en riesgo esa prioridad, debido a la condición de vulnerabilidad que afrontan muchas de ellas: no siempre el varón se compromete con la mujer haciéndose responsable de los hijos. En su compromiso de procurar vida sin la presencia del padre, las “jefas de hogar” se encuentran en el desafío de buscar el sustento, pero las circunstancias laborales muchas veces no son justas para ellas: ante sus necesidades enfrentan abusos en horarios y salarios mal remunerados. En América Latina en general, no faltaría legislación en el proceso de acompañamiento a las madres en este proceso de procurar vida. Según conocedores del tema, faltaría “vigilar” sobre esa legislación, es decir, llevarla a la práctica, de modo que el derecho a la vida no esté condicionado por el deber del trabajo. Seguramente nos necesitamos unos a otros para acompañar ese proceso de defensa de la vida, lo que lleva a un compromiso particular de la Iglesia.

Una visión de la situación de las mujeres jefas de hogar la ofrece Mariano Yarza, Secretario Ejecutivo de la Dimensión Pastoral del trabajo de la Comisión Episcopal para Pastoral Social en México.

Un 5% de la población activa podría perder sus ingresos

La Cepal nos habla de que el 5% de la población económicamente activa podría perder sus ingresos y que la pobreza podría aumentar en 3.5%. Esto implicaría en América Latina que 107 millones de mujeres en la región se encontrarían en situación de pobreza. Según la Cepal, en América Latina la tasa de participación laboral de las mujeres ronda el 50%, el 30% menos que en el caso de los hombres en edad productiva. Según la organización Internacional del trabajo, en América Latina las mujeres perciben 17% menos ingresos que los hombres en las mismas condiciones de educación, edad, número de hijos.

Así, encontramos que la situación de las mujeres que tienen hijos o familiares a los que deben cuidar, complejiza su capacidad y su acceso al mundo laboral de manera formal, y por lo tanto esto hace que renuncien a derechos sociales que este conlleva, como la salud, la vivienda, el seguro desempleo u otras prestaciones que el estado pudiese otorgar.

Esto es combatido por las mujeres, tal como lo señala la fundación BBVA, a través del emprendimiento, que es, en muchos casos, la manera de “sortear” la falta de oportunidades laborales, ya que la única opción de empleo es el “autoempleo”, que en su mayor parte es de carácter informal.

El compromiso de la mujer en el trabajo

Según la ONU, en América Latina el autoempleo de las mujeres representa el 60% del empleo para este sector: uno de los mayores porcentajes frente a otras regiones del mundo. Ellas constituyen un verdadero motor de desarrollo económico: invierten en sus comunidades, educan a sus hijos, y con los beneficios que reciben, ayudan a las personas que componen su familia. Siempre la fundación BBVA, ha encontrado que con sus proyectos productivos las mujeres invierten un 50% menos de capital en sus negocios, pero obtienen un 20% más de beneficio que los hombres. Y señala, asimismo, que siete de cada diez personas que superan la pobreza en sus proyectos, son mujeres. Esto habla del compromiso que tiene la mujer, dictado en gran parte por el hecho de tener el cargo de una familia: tienen el compromiso de no fracasar.  

La familia, núcleo esencial aun sin la presencia del padre

Pero este compromiso frente a la familia ha redundado en que también el 80% de las actividades domésticas de cuidado, de alimentación, recaen en la mujer. Como vemos en la Doctrina Social de la Iglesia, la familia, si es considerada un protagonista esencial de la vida económica, está orientada no por la lógica de mercado sino según la lógica del compartir y de la solidaridad entre las generaciones. Se trata de un factor indiscutible, pues dentro de la familia se encuentran las relaciones que pueden generar y fomentar un apoyo. Pero cuando el sostén de la familia se vuelve la mujer, es la familia toda la que necesita de un mayor apoyo.

Esto implica que la familia sigue siendo el núcleo esencial, a pesar de que un padre no se haga responsable de su paternidad. Esto nos dice también que el trabajo es esencial, en cuanto representa las condiciones que hacen posible la fundación de una familia, cuyos medios de subsistencia se adquieren mediante el trabajo. Cuando la mujer tiene que hacerse cargo de una familia, pues, el trabajo es esencial en esta fundación familiar.

Es necesario fortalecer el papel económico de la mujer

El trabajo condiciona también el proceso de desarrollo de la persona, porque una familia afectada por la desocupación corre el peligro de no realizar plenamente sus finalidades. La mujer siempre ha tenido un compromiso muy amplio que consiste en apoyar, educar, compartir la fe, y transmitir esta capacidad. Pero en estos momentos su papel va más allá: debe hacerse cargo o responsable de la familia de manera económica. Se hace necesario, por lo tanto, fortalecer el papel económico de la mujer para que éste sea también un valor fundamental dentro de la familia, y en ese sentido es necesario el compromiso de la Iglesia, de la sociedad, y sobre todo del estado. Sirven sistemas que permitan a la mujer cuidar de la familia en todos sus aspectos bajo el sentido de la subsidiariedad, es decir apoyando en lo que necesita a la familia para que se logren los objetivos como familia, como personas individuales, y en su vida trascendental.

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