La intimidad de Cristina: de la ola de acumulación política al shock y el resguardo personal

La intimidad de Cristina: de la ola de acumulación política al shock y el resguardo personal

En los últimos diez días ella había estado hiperactiva, tanto en la defensa de su legado como en las elecciones de 2023; el ataque en Recoleta la llevó a recluirse; “Todo se va a potenciar, hay que ver cómo seguimos”, dicen en el kirchnerismo.

Por: Maia Jastreblansky.

Cristina Kirchner entró a su departamento rezongando porque no la habían dejado seguir saludando a sus militantes, completamente inconsciente de que casi la matan. Recién cuando encendió la televisión y el viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, comenzó con las diligencias judiciales, ella se dio cuenta de que salvó su vida de casualidad, porque la bala de su atacante no entró en la recámara. La vicepresidenta venía empapándose todos los días del afecto de sus fieles, muy subida a una ola de acumulación política, que paradójicamente se inició con el pedido de 12 años de prisión por corrupción, con una larga exposición de pruebas en su contra.

En los últimos diez días ella había estado hiperactiva en todos los planos. En su entorno aseguran que quería defenderse de la Justicia ejerciendo presión en la calle, pero que también pretendía llegar hasta las últimas instancias y ya hablaba de ir a los foros internacionales. Con una agenda pública enfocada en exhibir apoyos de actores sociales y políticos, puertas adentro también estaba interviniendo en la gestión, en contacto estratégico con un puñado de funcionarios de la administración de Alberto Fernández. A ello le había sumado lo electoral, convencida de poder ordenar al oficialismo como la gran electora del PJ.

Tras una semana en la que su rutina diaria fue exhibida frente a las cámaras, Cristina dejó su casa de Recoleta, se recluyó con sus íntimos y salió de la escena. Primero trascendió que podía viajar a El Calafate, pero nunca pidió el avión oficial. Luego se especuló con algún destino en la provincia. Pasó a moverse en un Mondeo negro blindado que pertenece a la Presidencia. Ella ya tenía a disposición el auto blindado gemelo de la flota oficial, pero en el último tiempo había estado en reparación en el taller y por eso se movía en un Corolla blanco.

La vicepresidenta, en cambio, hizo saber que no quiere cambiar a su custodia, que la acompaña desde hace muchos años.

En la madrugada del viernes, tras los incidentes, Cristina había estado acompañada, entre otros, por Mena y Eduardo “Wado” de Pedro, que tiene con la vicepresidenta un vínculo cuasi familiar. El ministro del Interior vivió el episodio con una fuerte conmoción mezclada con cierta irritación. El kirchnerismo cree que el Gobierno no cuidó debidamente a su jefa política en el último tiempo. Por su parte, el viceministro de Justicia, junto con el jefe de custodia de la vice, Diego Carbone, fueron de Recoleta a Comodoro Py, a altas horas de la noche y coordinaron los pormenores para que la exmandataria declarara frente a la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo.

Batalla por el legado

Antes del ataque, Cristina estaba lanzada a defenderse por la causa Vialidad mediante un ejercicio de presión política, con el Frente de Todos en estado de movilización permanente para respaldarla. En el oficialismo se esperaba que, de un momento a otro, ella bajara la instrucción para organizar una gran marcha, pero la estrategia viró a mantener en el tiempo la demostración de fuerza callejera con distintas manifestaciones.

Según pudo reconstruir LA NACION, previo al pedido de pena del fiscal federal, el propio kirchnerismo temía que una convocatoria a movilizar por la causa contra la vicepresidenta luciera flaca, por la acuciante situación económica. Se veían en el espejo de Inacio Lula Da Silva, que perdió acompañamiento conforme avanzó el proceso judicial en su contra. “Ellos movilizaron recién después de que vieron a la gente en la calle”, dijo un dirigente de interlocución directa con Máximo Kirchner.

Cristina está convencida de que en los tribunales le espera un fallo adverso y en cambio trabaja por su legitimación y su legado. “No es en Py donde va a ganar”, dicen cerca suyo. Por eso, en su alocución vía YouTube anticipó argumentos y elementos que su abogado, Carlos Beraldi, tenía reservados para su alegato.

De todas formas, en las últimas horas también le transmitió a sus allegados que está dispuesta a llevar su caso hasta el final, si es necesario ante los foros internacionales. “Ella está enfocada en visibilizar que hay una persecución en su contra, si es necesario irá a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)”, dijo alguien que cenó con ella en los últimos días.

Otro legislador muy cercano aseguró: “Lo que no quiere es agachar la cabeza en busca de fueros, prefiere ir presa. No va a ser Menem. No van a ser los fueros los que determinen su decisión electoral”.

El 2023

El pedido de 12 años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos le dio a la vicepresidenta una inesperada centralidad y puso a buena parte del peronismo a orbitar alrededor suyo. “Hay que hacerle un cuadrito a (el fiscal, Diego) Luciani”, bromeó al comienzo de la semana un colaborador de La Cámpora, cuando el kirchnerismo aún estaba desbordante por el giro que había dado la política para entronizar a su jefa.

Mientras que en público la vicepresidenta exhibe los apoyos que recibe en el Senado para solidarizarse por la causa judicial -incluso dirigentes que estaban distanciados con ella le volvieron a escribir-, en privado comenzó a moverse activamente con la mira en las elecciones del año próximo. Transmite que cree que hoy el oficialismo pierde, pero que el peronismo “se empezó a ordenar”. Mientras que algunos dirigentes oficialistas proponen suprimir las PASO para desordenar a Juntos por el Cambio, ella hizo saber que conviene mantener el sistema actual para fortalecer al Frente de Todos en jurisdicciones clave.

Ya no tiene los ojos puestos sólo en salvar la provincia de Buenos Aires. Según pudo reconstruir LA NACION, luego del enfrentamiento público con Horacio Rodríguez Larreta, la vicepresidenta comenzó a interesarse fuertemente en cómo se organiza la oferta electoral de la Capital Federal. “Hay que mirar las opciones que le puedan complicar la cosa a Pro, aunque no ganemos nosotros. Ver qué pasa con (Martín) Lousteau y con los liberales”, dejó entrever un referente porteño.

“Cuando Cristina estaba confrontando con Alberto en la interna, todo era pérdida para ella y el núcleo duro kirchnerista se estaba carcomiendo. Desde que ocurrió lo de Luciani ella volvió acumular. Y hoy nos gana a todos”, dijo un importante funcionario que sigue las encuestas y que reconoció que la reelección de Fernández ya agoniza en los sondeos.

Cristina, en tanto, buscó una fórmula para salvar al relato kirchnerista del ajuste que está implementando el ministro de Economía. El encargado de transmitirlo fue Máximo Kirchner: “Massa está reacomodando el desastre que dejó Martín Guzmán”. La vicepresidenta llegó a decir en privado las peores cosas del exministro, pero también parece difícil que haga una gran demostración pública de apoyo al plan del tigrense.

El doble juego se ve en su acercamiento a Juan Grabois. Luego de que el líder piquetero reclamara el Salario Básico Universal, la vicepresidenta habilitó a una senadora de su riñón, Juliana Di Tullio, a que presentara un proyecto similar de distribución de ingresos. La idea del kirchnerismo era que Massa levantara ese proyecto como una medida administrativa. Pero el tigrense pidió más tiempo para ordenar las cuentas, y Grabois dio el portazo en los bloques del Frente de Todos.

Hasta el ataque que sufrió el jueves, que la puso en contacto nuevamente con el Presidente, Cristina había encontrado nuevos interlocutores en la gestión. A Sergio Massa se sumó el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, además de sus contactos con Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Juan Zabaleta (Desarrollo Social) por su interés en la provincia.

En la Casa Rosada aseguran que el encuentro que Fernández mantuvo con la vicepresidenta en su departamento de Recoleta horas después del atentado fue “en muy buenos términos”. El Presidente le aconsejó que saliera del ámbito de Recoleta. Fue una charla enmarcada en la conmoción general que atravesó a todo el Gobierno.

Nadie espera que, de acá en más, los reflectores se corran de la figura de la vice. Un colaborador del kirchnerismo advirtió: “Todo se va a potenciar, tanto las esperanzas depositadas por los nuestros en ella, como el odio de los otros. Ahora hay que parar la pelota y ver cómo seguir”.

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