Identificaron dos nuevos virus en el Riachuelo, y un científico de Santa Fe lideró el hallazgo

Identificaron dos nuevos virus en el Riachuelo, y un científico de Santa Fe lideró el hallazgo

Es investigador del Malbrán. Con otros expertos analizó muestras de ese curso de agua durante 10 años. Detectaron la existencia -por primera vez en el país- de dos virus presentes en materia fecal humana, que podrían generar varias patologías. El trabajo tuvo relevancia nacional y fue publicado en una prestigiosa revista.

En el marco de una investigación científica que demandó 10 años, un grupo de investigadores del Conicet, Leloir y el Instituto Malbrán de Buenos Aires identificaron por primera vez en la Argentina la presencia de dos virus y sus variantes de origen humano en las aguas de la Cuenca Matanza-Riachuelo, Capital Federal. Estos patógenos -denominados a nivel mundial cosavirus y el cardiovirus saffold-, están presentes en la materia fecal humana y podrían producir enfermedades intestinales, respiratorias e incluso neurológicas.

El trabajo, que tuvo relevancia nacional y fue publicado en una prestigiosa revista científica, fue liderado por el Dr. Daniel Cisterna, egresado de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL. Cisterna es Doctor en Bioquímica y Virología e integrante del Servicio de Neurovirosis, del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas (INEI-ANLIS) Malbrán.

¿Cuál es la trascendencia de este hallazgo? Primero, la identificación de dos agentes virales nunca antes vistos en el país (aunque sí conocidos a nivel mundial); y segundo, la punta de un Iceberg al que las políticas sanitarias nacionales deberán prestarle atención. Es que estos virus y sus variantes son de origen humano ("parientes" del virus de la polio), y evidencian altos niveles de contaminación por materia fecal humana en el Riachuelo, un área con una densidad poblacional estimada en 6 millones de personas.

Con todo, la intención de la investigación fue monitorear la presencia de distintos virus en las aguas del río Matanza-Riachuelo, en un trabajo conjunto con la Prefectura Naval Argentina (PNA). El estudio constó de la toma de 274 muestras de agua (de forma mensual) del Riachuelo registradas entre 2005 y 2015, y luego analizadas. Se tomó el último tramo de la cuenca (10 km.), que abarca CABA y parte sur de la provincia de Buenos Aires, juntamente porque es la zona más densamente poblada. 

"El sistema de replicación y de transmisión de estos virus es fecal-oral. Ingresan al intestino y se eliminan por materia fecal. Pueden encontrarse cuando las aguas de un río o de un arroyo están muy contaminadas con desechos de origen humano", pone en contexto el Dr. Daniel Cisterna, en diálogo con El Litoral.

 

Posibilidad de enfermedades

 

Estos virus sólo pueden vivir y replicarse dentro de su "huésped" original, y se transmiten de un humano a otro. Una vez que una persona infectada los elimina vía materia fecal, en el medio ambiente sólo pueden sobrevivir durante un tiempo limitado; luego se inactivan. Pero tienen la capacidad de permanecer activos en forma infecciosa durante días e incluso semanas, si las condiciones ambientales son favorables para los agentes virales.

El 90% de las infecciones que estos virus producen en los humanos son asintomáticas, es decir, no generan ninguna patología. "Pero en el 10% de los casos, sí pueden producir algunas enfermedades gastrointestinales (diarreas), respiratorias e incluso neurológicas leves. En algunos casos se pueden generar brotes de enfermedades", explica Cisterna.

La contaminación de un curso de agua está directamente relacionada con la actividad del hombre. "Si no hay tratamiento de líquidos cloacales o de desechos industriales antes de mandar éstos a un río, por ejemplo, lógicamente el agua tendrá esos virus con los que todos los humanos convivimos", insiste el investigador. Con todo, este es un tema al que las autoridades sanitarias deberían prestarle atención.

 

Vigilancia científica, clave

 

Frente a esto, aparece la importancia de la ciencia para advertir oportunamente elproblema. Es que investigar la presencia de los virus en el medio ambiente (es este caso, en un curso de agua) es un forma de conocer si determinados agentes virales están circulando de forma silenciosa en una comunidad.

"Es posible que estos dos virus y sus variantes puedan producir en algún momento algún tipo de enfermedad en la población. Y nosotros -con esta vigilancia científica- estamos al tanto de que están presentes y circulando silenciosamente. Al mismo tiempo, en paralelo desarrollamos herramientas de detección para que luego, de ser necesario, el trabajo se transfiera a los hospitales (o centros de salud), y que allí se haga la identificación y el tratamiento correspondiente", dice el virólogo.

"Es muy importante poder saber qué agentes virales circulan en una determinada comunidad, porque de ese modo un virus que hoy no tiene ninguna asociación conocida (con una patología determinada), dentro de algunos años podría ser el causante de un grupo de enfermedades, pero éstas ya podrían diagnosticarse y tratarse adecuadamente", concluye Cisterna.

"Tomamos el Riachuelo como un 'modelo', pues suponíamos que, por la alta contaminación de este curso de agua, podíamos encontrar virus conocidos y desconocidos", explica a El Litoral el Dr. Cisterna.

 

Publicación

 

El estudio dirigido por Cisterna fue publicado en la revista "The Journal of Food and Environmental Virology", como parte de un trabajo de vigilancia de los poliovirus en los países del cono sur y Bolivia realizado por el Malbrán para la OPS/OMS.

"En términos de salud pública, la presencia de estos virus confirma los altos niveles de contaminación fecal humana del río Riachuelo y la probable presencia de otros virus entéricos como rotavirus, norovirus o hepatitis A y E, de reconocida virulencia". A su vez, "la contaminación humana de los cursos de agua puede atenuarse a través del tratamiento de los efluentes cloacales", declaró el virólogo santafesino a la Agencia CyTA-Leloir.

En el trabajo dieron su aporte Gabriela Riviello López y Laura Freyre de la PNA; Leila Marina Martinez, María Cecilia Freire y Sara Vladimirsky, del INEI-ANLIS Malbrán; y Alejandro Rabossi, del Conicet y del Instituto Leloir.

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