Las ideas y las formas

Las ideas y las formas

Por: Jorge Fontevecchia. Qué lástima que sea así. Autocentrada y hosca. El egocentrismo opaca su inteligencia. 

Cuando dice que no decide con sus hormonas sino con sus neuronas recuerda aquella negación confirmante de un paciente ante Freud: “No es por mi mamá, doctor”. La hosquedad le genera empatía con las masas, que, al padecer resentimiento, la furia les permite desahogar el complejo reprimido. El autocentramiento le dificulta enriquecerse ella misma  en el debate de ideas. La hosquedad mal predispone a quienes podrían aceptar la respetabilidad de sus razonamientos. Su problema son tanto las ideas como las formas.

Cuando se jacta de que ella solo habla en “on” recuerda a quienes confunden falta de educación con sinceridad. Lo que ella llamó “infidencias” son conversaciones privadas reveladas sin el consentimiento de los participantes.

Para que no haya una pelea, sino un debate de ideas, Cristina tiene que cambiar sus formas

El decir de Cristina Kirchner es áspero. Tiene rating como lo tienen esos programas de televisión donde la gente se pelea. ¿Le sirve a ella, al Frente de Todos o al país? Le bajó el precio a Wado de Pedro, a quien “le falta” (advertencia), y a Juan Zabaleta, quien no era el elegido para el cargo que ocupa (Alberto se lo ofreció a Larroque y Máximo lo impidió), al tiempo que amenazó a Matías Kulfas, recordando que no prescribió el haber escrito “un libro en contra nuestro”.

Hay algo impúdico en su verborragia que probablemente sea la clave de su atracción. Lo que el viernes pasado podría haber sido una ponencia de un doctorado honoris causa en la Universidad Nacional del Chaco Austral, titulada “Estado, poder y sociedad: la insatisfacción democrática”, resultó, como era de esperar, una catarsis personal donde la primera persona del singular dominó el discurso. Yo y mí fueron palabras omnipresentes. Ella sabe que en política las formas son también fondo.

En el terreno de las ideas, el debate útil si los hay es sobre cómo generar riqueza y distribuirla. Ayer, en su columna en PERFIL titulada “La base está”, Artemio López expone la transferencia de riqueza del total de los asalariados al excedente privado que, de 52 y 48%, respectivamente, antes de las devaluaciones de Macri, se invirtió hoy en 44 para los asalariados y 56 para el excedente privado como resultado de la puja distributiva a la que se refirió Cristina Kirchner en el Chaco el viernes.

Durante cualquier crisis, la de la hiperinflación de 1989/90, la del derrumbe de la Convertibilidad 2001/2002 o, en menor medida pero igualmente significativa, la de la acumulación de las devaluaciones de Macri y la pandemia, aumenta la inequidad y la riqueza se distribuye regresivamente. El aumento de la inflación resultante es una herramienta de ajuste de los salarios que comienza a corregir desempleo por menores salarios. En la medida en que se abarata el costo laboral se hacen competitivos nuevos puestos de trabajo. En la medida en que el desempleo baja, se hace más difícil encontrar personal para los nuevos empleos, y los sueldos tienen que subir. Lo sabe cualquier sindicalista: su ecuación es salarios-desempleo. Y no es tan distinto a cualquier otro precio de la economía que corrige por cantidad.

Ese es el debate con el que Cristina Kirchner podría contribuir a la discusión pública: cómo hacer que la economía simultáneamente distribuya mejor y crezca, en el orden de los factores que se plantee y contribuya a mejorar el resultado total de manera sustentable. Concentrarse en discutir el “cómo”, ya que con el “qué” nadie podría estar en desacuerdo: una población con mayor capacidad de consumo y ahorro es resultado de una economía más exitosa que también genera ventajas al capital. La misma Cristina Kirchner remarcó que los empresarios van adonde se puede ganar dinero porque existe una población con capacidad de consumo (mercado). El debate entre crear nueva riqueza (capital, ahorro) y distribuir riqueza (consumo), en qué proporción y en qué orden para cada coyuntura, no solo es totalmente válido sino muy necesario ya que no existe una única receta para todos los momentos.

Durante sus dos presidencias en parte Cristina Kirchner distribuyó stocks de riqueza acumuladas previamente. Ella tampoco podría distribuir lo que no existe. Ojalá en sus próximos discursos profundice en las ideas, deje las cuestiones personales, las infidencias y se dedique a enriquecer el debate público. Ya tiene una edad en la que se le puede reclamar sabiduría.

Comentá la nota