El Gobierno apuesta todo a una solución política con el FMI vía Washington

El Gobierno apuesta todo a una solución política con el FMI vía Washington

Para evitar la encerrona de ajuste o default, se espera un guiño del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Optimismo en la Casa Rosada.

Promedia un enero infernal en Buenos Aires y las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional están más enredadas que hace un mes o tres, cuando Alberto Fernández hasta se animaba a decir que el acuerdo estaba “cerrado”. Ahora, el escenario es muy distinto, como reconoció el propio mandatario, que había apostado a encontrar otra predisposición en sus interlocutores. Después de dos años de diplomacia, la estrategia argentina no dio, hasta ahora, los frutos esperados: a dos meses de la última línea que no puede cruzarse, el FMI sigue pidiendo ajuste, como hizo siempre. Nadie debería tener licencia para hacerse el sorprendido a esta altura del partido.

El dilema lo planteó Fernández con claridad en la entrevista a Nora Veiras esta semana: “Lo que el Fondo intenta hacer es imponernos un programa y nosotros no estamos de acuerdo”, dijo. ¿Cuál es ese programa? Responde el Presidente: “Ajusten la economía, si ajustan la economía van a achicar la economía, si achican la economía van a tener que importar menos y van a tener que importar menos insumos para producir y esos dólares van a quedar para pagarme". Ese plan no sólo terminaría de romper el contrato electoral y probablemente la coalición oficialista. Es sencillamente inaplicable en la Argentina, excepto por un gobierno dispuesto a desplegar un operativo represivo formidable.

La solución debe ser, entonces, política. La llave para destrabar esta situación aparentemente irresoluble está en un cajón del despacho de Joe Biden en el Salón Oval de la Casa Blanca. Estados Unidos aparece como la escala inevitable en esta historia por su doble condición de socio mayoritario del directorio del Fondo y responsable, Donald Trump mediante, del préstamo irregular a Mauricio Macri que ahora se está renegociando. También fue explícito Fernández sobre eso: “Si uno tiene en cuenta lo que hace Estados Unidos internamente hoy, debería acompañar nuestra propuesta porque Estados Unidos está llevando adelante un plan keynesiano de gran magnitud.”

El operativo para persuadir a Biden ya está en marcha y tiene varias instancias. Una de ellas será el viaje del canciller Santiago Cafiero a Washington para tener un primer cara a cara con su par, el secretario de Estado, Anthony Blinken. Según evalúan en Buenos Aires, Blinken, junto al Consejero Nacional de Seguridad, Jake Sullivan, y el principal asesor para asuntos de América Latina, Juan González, forman parte de la “línea política” de la Casa Blanca, más permeable a los argumentos argentinos que los técnicos de la secretaría del Tesoro, encabezados por David Lipton, que era el número dos del FMI cuando se concedió el préstamo de 45 mil millones de dólares a Macri.

Esta semana hubo varias noticias que se celebraron en la Casa Rosada en el marco de esta negociación. En primer lugar, el mensaje que hizo esta semana el Papa Francisco pidiendo “aliviar la carga de la deuda de tantos países y comunidades” para “ayudar a las personas a desarrollarse, a tener acceso a las vacunas, la salud, la educación y el empleo”. También habló de buscar “soluciones nuevas, más inclusivas y sostenibles para apoyar la economía real”. Francisco es una voz que Biden, el segundo presidente católico en la historia de los Estados Unidos de América, escucha y cita, por lo que en Buenos Aires esperan que este mensaje, poco parabólico, acabe incidiendo en su decisión.

En segundo lugar, este lunes un bloque de 18 legisladores y legisladoras demócratas (es decir oficialistas) le presentaron a la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, una carta en la que le solicitan que los Estados Unidos apoye en el Fondo Monetario una revisión de las políticas de sobrecargos que castigan a los países más endeudados y por lo tanto, más frágiles. Se trata de una iniciativa que impulsó en un primer momento el ministro de Economía Martín Guzmán y que ya recibió, también, el respaldo del G20. Las tasas en exceso llegan a triplicar los intereses generados por la deuda. Para la Argentina, eso implica un desembolso adicional de unos mil millones de dólares cada año.

También se celebró la intervención en el debate del economista premio Nobel Joseph Stiglitz, que escribió una columna de opinión donde calificó como “milagro económico” la reacción de la economía argentina en 2021 y advirtió que si el FMI insistiera con “anticuados requisitos de austeridad” en sus exigencias al país sólo lograría “revertir ese rumbo”, frenando la recuperación de la actividad. “Las consecuencias para el propio Fondo serían graves”, advirtió Stiglitz. El economista no solamente fue el mentor de Guzmán, también es un hombre de referencia de la secretaria del Tesoro Yellen, quizás la persona cuya posición más peso tenga en el resultado de las negociaciones.

En el Palacio San Martín se preguntan qué motivos tendría el gobierno de los Estados Unidos para dejar caer a la Argentina. Según el punteo que repasa un funcionario al tanto de las negociaciones, no existen razones económicas, ideológicas ni geopolíticas para que Biden asuma el costo que podría tener esa decisión. En Washington está impulsando un costosísimo paquete de estímulo; un default dejaría a la Argentina aislada del bloque occidental, en medio de la puja con China por la influencia en la región; y traería inestabilidad a uno de los pocos países que funcionan como ancla en una región que se volvió un polvorín en estos años, enumeran cerca del presidente Fernández.

En la Casa Rosada también apuntan a poner presión al gobierno norteamericano para que sienta que si no hay una salida a este conflicto el costo político también puede recaer sobre ellos. “Fue un crédito que se otorgó por decisión política de Donald Trump, por lo tanto es lógico que Estados Unidos tenga que hacerse cargo de las consecuencias, de la misma manera que nosotros asumimos la deuda que tomó Macri”, explican. Señalan, también, que es difícil prever las consecuencias que tendría en el sistema financiero global una cesación de pagos que compromete la integridad de la cartera del FMI y desincentiva a otros países endeudados a negociar. Ya le dicen “efecto Tango”.

En Washington, lejos de la ola de calor que azota la Argentina, la temperatura oscila alrededor de los cero grados y para el fin de semana se pronostica nieve. Después del receso por fin de año, la actividad retoma, de a poco, su ritmo normal. En las oficinas del FMI ya hay movimiento. El viernes asumió el brasileño Ilan Goldfajn como director gerente para el Hemisferio Occidental. Ayer se oficializó que la india Gita Gopinath será la nueva número 2 del organismo. Salen Alejandro Werner y William Okamoto; los dos involucrados en el préstamo a Macri. En el gobierno creen que son señales de que se despeja el camino hacia un acuerdo que todavía parece lejano. No queda tanto tiempo.

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