Gaseosas y precios: son los incentivos, estúpido

Gaseosas y precios: son los incentivos, estúpido

Las políticas de precios, si son bien utilizadas, pueden ser sumamente útiles para introducir cambios sociales.

Las gaseosas son ricas, nos gustan. Además, gracias al marketing y a la publicidad, las asociamos a eventos y comidas especiales y a momentos compartidos. Dejar de beberlas nos cuesta, hay que reconocerlo.

Los economistas explican que cuando cambiar un comportamiento implica un costo, hay que diseñar un sistema de incentivos que estimule esa modificación. O, lo que es muy parecido, una serie de desincentivos que haga que la práctica que deseamos revertir sea la costosa.

Lamentablemente, es eso, más que las campañas de concientización, sensibilización o educación, lo más efectivo a la hora de modificar conductas. Hay evidencias que lo demuestran.

La frase “es la economía, estúpido”, muy utilizada a la hora de interpretar el voto ciudadano, puede ayudar a graficarlo. Si a la hora de tomar decisiones en las urnas el criterio económico termina siendo más determinante que otros, en las elecciones de consumo el precio también se impone.

Eso no necesariamente es malo. Las políticas de precios, si son bien utilizadas, pueden ser sumamente útiles para introducir cambios sociales que no sólo son racionales, sino que derivan en beneficios de largo plazo.

La epidemia de enfermedades crónicas no transmisibles, como la obesidad, la diabetes, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, constituyen un problema urgente. Urgentísimo.

¿Lo quiere claro? Enfermedades que eran excepcionales en niños, como la obesidad o, inclusive, la hipertensión, están en expansión. La diabetes tipo 2 (la asociada a los hábitos de vida) sigue creciendo más de lo proyectado en todo el mundo. Según la Federación Internacional de Diabetes (FDI), en 2010 se esperaba que en 2025 hubiera 438 millones de personas de 20 a 79 años con la enfermedad; el año pasado ascendieron a 463 millones de personas.

Las bebidas azucaradas han contribuido de manera directa a esta situación. Son verdaderas golosinas líquidas que, a diferencia de otros productos, se ingieren en gran cantidad, y su valor nutricional es nulo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que de manera urgente se incrementen los precios, directamente o a través de gravámenes específicos.

Es por ello que la inclusión en la última edición de Precios Cuidados de bebidas azucaradas, aunque no sorprendió (no es la primera edición en la que sucede), volvió a decepcionar.

La explicación fue que el programa tomó el patrón de consumo de las familias y que su función no es cambiar conductas. Sin embargo, lo que hace en realidad es incidir –a mediano y largo plazo– en ese patrón de consumo.

Las enfermedades crónicas no transmisibles impactan en términos individuales, pero también sociales, por la carga en el sistema sanitario. Toda oportunidad para ayudar a prevenirlas es buena.

Salud volvió a ser un ministerio. Ahora tiene que influir en otras carteras del gabinete del Gobierno nacional.

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