Un gabinete cada vez más K para la reactivación o Devoto

Un gabinete cada vez más K para la reactivación o Devoto

Los tres movimientos que hubo en el Gobierno van en el mismo sentido: sacar de la parálisis carteras de impacto social directo para mejorar el clima hacia 2021. 

Por NICOLÁS FIORENTINO.

Tres piezas fuertes movió Alberto Fernández con respecto al gabinete con el que asumió hace menos de un año. Las tres por razones similares: gestiones que nunca terminaron de arrancar. En todos los casos, los reemplazos pasan sin dificultades por el fino paladar de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, la propietaria del “funcionarios que no funcionan”, pero también otro: por experiencia, por relaciones o por las dos cosas, llegan a sillas calientes, que administran políticas que impactan en el día a día de miles o millones de familias. Gestión, gestión, gestión. De ocho o diez meses -con PASO o sin PASO- para poner en marcha el Estado y, con el resto del equipo de gobierno, definir el clima social en el que el Frente de Todos volverá a las urnas en 2021.

Fernanda Raverta por Alejandro Vanoli en la Anses; Darío Martínez por Sergio Lanziani en la Secretaría de Energía; y ahora Jorge Ferraresi por María Eugenia Bielsa en el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat. Por ahora, afirman en Casa Rosada, no se esperan más movimientos, aunque el panorama hubiese sido otro si la corrida cambiaria no se hubiese contenido y la hubiese sucedido una devaluación. Ante ese cuadro, tal vez la escoba era más ancha. No pasó. Sí busca todavía la Casa Rosada cubrir algunos puestos -le ofrecieron a Aníbal Fernández la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) pero la rechazó-, pero nada que ver con las urgencias de estas tres renovadas carteras.

Pero esos cargos también pueden explicarse de otro modo: Raverta tiene en sus manos la militancia de la nueva fórmula previsional y toda la red de contención social, que será clave en la pospandemia; Martínez tiene que resolver cómo salen los hogares argentinos del congelamiento tarifario; y Ferraresi deberá enfrentar un déficit habitacional de tres millones de viviendas, según estimaciones a la baja. Un déficit que le generó una crisis política grave al gobierno bonaerense con la toma en Guernica, hecho que también terminó salpicando al gobierno nacional.

Si bien el IFE 1 se anunció antes de su presentación, Raverta se cargó en su gestión la ejecución de ese monstruo administrativo, que ni en las peores previsiones se preveía con un alcance de diez u once millones de personas como terminó teniendo. Martínez asumió a fines de agosto y a mediados de octubre ya se anunciaba el Plan Gas, más de lo que su antecesor hizo en nueve meses al frente de la cartera energética. Ferraresi llega con la misma orden: sentarse y activar, sin lugar para demoras. Por algo junto al (ahora ex) intendente de Avellaneda llegará otro, el de Navarro, Santiago Maggiotti. Fernández, afirman en Casa Rosada, no busca voceros para tapar el bache comunicacional que le achacan al Gobierno: busca personas que no le teman a la botonera del Estado.

Bielsa demoró tres o cuatro meses en armar su equipo de trabajo y un tiempo más o menos parecido en activar algún expediente. En la relación cotidiana era muy valorada por el resto del gabinete -”si llegó hasta noviembre fue por el aprecio personal que le tenía Santiago (Cafiero)”, asegura un ministro nacional- y su preparación técnica era sin dudas lo que exigía el cargo que le asignó el Presidente, pero la gestión pública tiene bordes, dobleces y reveses que no son para cualquiera.

Así como las tres piezas que sumó Fernández a su gabinete tienen un hilo conductor, lo mismo pasa con los tres renunciados: su salida no toca ninguna llaga en las tribus que componen la alianza de gobierno. Nadie levanta el teléfono para cuestionar la expulsión de Bielsa o Vanoli; distinto sería si esa suerte le tocara al ministro de Transporte, el massista Mario Meoni, o a sus colegas kirchneristas, Tristán Bauer (Cultura) o Roberto Salvarezza (Ciencia y Tecnología), solo por citar dos casos de pertenencia indiscutida. Otras piezas del gabinete cuestionadas hasta internamente, como Marcela Losardo (Justicia) o Claudio Moroni (Trabajo), son la tribu propia del Presidente.

Desde que se instaló en Casa Rosada y desde que los indicadores sanitarios empiezan a mostrar una ralentización en la velocidad de los contagios, Fernández marcó un rumbo: reactivación para que la sombra social y económica que dejará el coronavirus empiece a achicarse lo más rápido posible. Saben en el Ejecutivo que gran parte de su destino electoral se juega en los próximo meses de 2021. Más allá de algunos partidos previos que podrán transformarse en cocardas importantes o golpes durísimos -el éxito de la legalización del aborto, por ejemplo-, los pronósticos electorales correrán en paralelo a los indicadores sociales y económicos. No queda otra salida, entonces, que gestión, gestión y gestión.

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