Audiencia a las órdenes de España y América Latina: no a la «falsa compasión» que lleva a la muerte o que sigue criterios económicos. La vocación del médico es «como un sacerdocio»
Por IACOPO SCARAMUZZI - CIUDAD DEL VATICANO
La compasión «no margina a nadie, no humilla, ni excluye». Papa Francisco se dirigió de esta manera a los dirigentes de las Órdenes de Médicos de España y América Latina, que fueron recibidos hoy en una audiencia en la Sala Clementina, en vista del Jubileo de los enfermos y de las personas discapacitadas en programa para este fin de semana. Francisco criticó ante los 150 participantes la «falsa compasión» que lleva a la muerte o que sigue criterios de eficiencia y ahorro económico. La vocación del médico, subrayó, es «como un sacerdocio».
Está «en juego» la dignidad de la vida humana, y con ella la dignidad de la vocación médica, indicó el Pontífice durante su discurso. El valor sacro de la vida del enfermo «no desaparece ni se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento». No se puede «ceder» a la tentación de «aplicar soluciones rápidas y drásticas, movidos por una falsa compasión o por meros criterios de eficiencia y ahorro económico». En nuestra cultura «tecnológica e individualista –denunció el Papa–, la compasión no siempre es bien vista; en ocasiones, hasta se la desprecia porque significa someter a la persona que la recibe a una humillación». E incluso, recordó, «no faltan quienes se escudan en una supuesta compasión para justificar y aprobar la muerte de un enfermo. Y no es así, la verdadera compasión no margina a nadie, ni la humilla, ni la excluye, ni mucho menos considera como algo bueno su desaparición. La verdadera compasión, la asume. Ustedes saben bien que eso significaría el triunfo del egoísmo, de esa «cultura del descarte» que rechaza y desprecia a las personas que no cumplen con determinados cánones de salud, de belleza o de utilidad. A mí me gusta bendecir las manos de los médicos como signo de reconocimiento a esa compasión que se hace caricia de salud».
Francisco reveló que le gusta «bendecir las manos de los médicos como signo de reconocimiento a esa compasión que se hace caricia de salud», porque la salud «es uno de los dones más preciados y deseados por todos». Por ello, para que los médicos ejerzan bien su disciplina, deberían «pensar y sentir que la persona enferma es nuestro prójimo, que él es de nuestra carne y sangre, y que en su cuerpo lacerado se refleja el misterio de la carne del mismo Cristo! ‘Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis’». La compasión, pues, es la «respuesta adecuada» al valor inmenso de la persona enferma, una respuesta de «respeto, comprensión y ternura».
En el ejercicio de la medicina, añadió Papa Francisco, se necesita un «corazón compasivo», que a veces no se conjuga bien con los medios y con las técnicas de la profesión. Por otra parte, «la fragilidad, el dolor y la enfermedad son una dura prueba para todos –recordó el Papa-, también para el personal médico, son un llamado a la paciencia, al padecer-con; por ello no se puede ceder a la tentación funcionalista de aplicar soluciones rápidas y drásticas, movidos por una falsa compasión o por meros criterios de eficiencia y ahorro económico. Está en juego la dignidad de la vida humana; está en juego la dignidad de la vocación médica». Papa Francisco, que con un poco de humor dijo tener «algo de médico», concluyó subrayando que los médicos pueden hacer mucho bien, y los invitó, así como a sus familias a «acompañar soportando la vocación del o de la médico, que es como un sacerdocio».
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