Francisco: humildad y estupor abren el corazón al encuentro con Jesús

Francisco: humildad y estupor abren el corazón al encuentro con Jesús

Lo explicó nuevamente el Pontífice durante la homilía matutina en Santa Marta: debemos reconocernos pecadores, pues la soberbia impide el verdadero encuentro con el Señor

Por MAURO PIANTA

ROMA

 La capacidad de reconocerse pecadores nos abre al estupor del encuentro con Jesús. Sin cálculos, sin soberbia: solamente de esta manera se puede encontrar verdaderamente al Señor. Lo dijo esta mañana el Papa durante la misa matutina en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana.Comentando el Evangelio del día sobre la pesca milagrosa, con Pedro que arroja las redes confiando en Jesús, a pesar de haber pasado una noche sin pescar nada, el Papa habló sobre la fe como un encuentro con el Señor. Sobre todo, afirmó, «a mí me gusta pensar que la mayor parte de su tiempo», Jesús lo pasaba «en las calles, con la gente; luego, ya tarde en la noche, se iba solo a rezar», pero «encontraba a la gente, buscaba a la gente».

 Por nuestra parte, tenemos dos maneras de encontrar al Señor. La primera es la de Pedro, la de los apóstoles, la del pueblo: «El Evangelio usa la misma palabra para esta gente, para el pueblo, para los apóstoles, para Pedro; todos se quedaron un poco sorprendidos: ‘El estupor, de hecho, lo había invadido y a todos aquellos’. Cuando llega este sentimiento de estupor… Y el pueblo escuchaba a Jesús y sentía este estupor; y, ¿qué decía? ‘Pero, este habla con autoridad. Nunca había hablado así un hombre’. Otro grupo que se encontraba con Jesús no dejaba que entrara a su corazón el estupor, escuchaba a Jesús, hacía sus cálculos, los doctores de la ley: ‘Pero, es inteligente, es un hombre que dice cosas verdaderas, pero a nosotros no nos convienen estas cosas. ¡No, ¿eh?!’ Hacían cálculos, tomaban sus distancias».Los mismos demonios, observó Francisco, confesaban, es decir proclamaban que Jesús era el Hijo de Dios, pero como los doctores de la ley y los malos fariseos no tenían la capacidad del estupor, estaban cerrados en su suficiencia, en su soberbia. Pedro reconoce que Jesús es el Mesías, pero confiesa también que es un pecador: «Los demonios llegan a decir la verdad sobre Él, pero no dicen nada sobre ellos. No pueden: la soberbia es tan grande que les impide decirlo. Los doctores de la ley dicen: ‘Pero, este es inteligente, es un rabino capaz, hace milagros, ¿eh?’. Pero no dicen: ‘Nosotros somos soberbios, nosotros somos suficientes, nosotros somos pecadores’. La incapacidad de reconocernos pecadores nos aleja de la verdadera confesión de Jesucristo. 

 Esta es la diferencia».Es la diferencia que hay, aclaró el Pontífice, entre la humildad del publicano que se reconoce pecador y la soberbia del fariseo que habla bien de sí mismo: «Esta capacidad de decir que somos pecadores nos abre al estupor del encuentro con Jesucristo, el verdadero encuentro. También en nuestras parroquias, en nuestras sociedades, también entre las personas consagradas: ¿cuántas personas son capaces de decir que Jesús es el Señor? ¡Muchas! Pero qué difícil es decir sinceramente: ‘Soy un pecador, soy una pecadora’. Es más fácil decirlo de los demás, ¿eh? Cuando se chismea, ¿eh? ‘Este, aquel, el otro sí…’. Todos somos doctores en esto, ¿verdad? Para llegar a un verdadero encuentro con Jesús es necesaria la doble confesión: ‘Tú eres Hijo de Dios y yo soy un pecador’; pero no en teoría: por esto, por esto, por esto y por esto…».

 Pedro, subrayó el Papa, después se olvida del estupor del encuentro y reniega al Señor; pero, puesto que es humilde, «se deja encontrar por el Señor y, cuando sus miradas se encuentran, él llora, vuelve a la confesión: ‘Soy pecador’». El Papa concluyó pidiendo la gracia «de encontrarlo y también de dejarnos encontrar por Él. Que el Señor nos dé la gracia, tan bella, de este estupor del encuentro. Y que nos dé la gracia de tener la doble confesión en nuestra vida: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo; creo. Y yo soy un pecador; creo’».

Comentá la nota