Afirman que la preocupación de Francisco pasaría ahora por asegurar que la transición sea lo más ordenada y que el nuevo gobierno no dé sus primeros pasos en medio de un tembladeral. Lo cuenta Sergio Rubin.
El Papa Francisco demoró varios meses en concederle la audiencia a la presidenta Cristina Kirchner, que finalmente le otorgó para el 7 de junio, como se conoció esta semana. Fuentes eclesiásticas dijeron a Clarín que los pedidos de la Casa Rosada fueron reiterados hasta que el pontífice accedió. Al fin de cuentas, dijeron, un Papa no puede negarle una reunión a un jefe de Estado, máxime si pertenece a la décima nación católica –por la cantidad de fieles- y es de su país natal.
La admisión que hizo el pontífice en las últimas semanas en el sentido de que se había sentido usado por ciertos políticos argentinos que lo visitaban en el Vaticano –agregaron- no abarca a un primer mandatario. Además, señalaron que Francisco no recibirá a Cristina en la residencia de Santa Marta, ni compartirá un almuerzo –como en los tres encuentros anteriores-, sino que será en una sala contigua al auditorio Pablo VI, y la cita será más breve.
En medios políticos se venía especulando con que la presidenta solicitaría una audiencia con el Papa tras las elecciones de octubre para despedirse de Francisco. El adelantamiento no permite saber qué mensaje le llevará ella, más allá de irá por la quinta foto –ya se reunió con el pontífice tres veces en Roma y lo saludó en Brasil- cuando falten dos semanas para las elecciones internas -no se sabe aún si ella será candidata a legisladora- y tres meses y medio para las abiertas.
Con respecto al Papa, algunos observadores que conocen bien a Francisco consideran que este cambiaría el eje de su inquietud política respecto a su país. Si hasta ahora, su premisa era “hay que cuidar a Cristina”, que significaba asegurar que llegará al fin de su mandato por la calidad institucional. Y que lo hiciera en las mejores condiciones porque en las crisis sufre toda la sociedad, especialmente los que menos tienen, ahora la premisa sería diferente.
Es que con el calendario electoral en la cuenta regresiva y con una economía que no parece que vaya a complicarse, al menos hasta el 10 de diciembre, la preocupación del Papa pasaría por asegurar que la transición sea lo más ordenada posible y que el nuevo gobierno no dé sus primeros pasos en medio de un tembladeral. La nueva premisa papal sería, pues, “hay que asegurar la transición”, “hay que ayudar a las nuevas autoridades”, que deberán afrontar grandes desafíos.
En esa línea se ubican los esfuerzos que viene haciendo la Iglesia argentina a través de la comisión de Pastoral Social. Ese equipo, encabezado por el obispo Jorge Lozano, viene reuniéndose con los candidatos presidenciales para alentarlos a delinear políticas de Estado en temas como la pobreza y la corrupción. Pero no solo lo hace por la magnitud de los desafíos, sino porque el nuevo gobierno no tendrá mayoría en el Congreso y será necesario buscar acuerdos.
Por lo demás, la alegría del oficialismo por la audiencia de Cristina con el Papa -que exhiben como un preciado trofeo- podría verse empañada en las próximas semanas. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA –una suerte de INDEC de la Iglesia- está terminando una encuesta sobre pobreza que arrojaría un aumento respecto de su última medición del cuatro trimestre de 2013, cuando la estimó en 27,5 % (22 % de pobres y 5,5 % de indigentes).
El Observatorio también está finalizando otra encuesta sobre el narcotráfico que revelaría un espeluznante avance en los barrios populares y las villas de emergencia. Con todo, todavía no se decidió si es conveniente su difusión ahora. “Por un lado, no queremos aparecer mezclados con la campaña electoral, pero tampoco dejar de señalar realidades que exigen respuestas, sobre todo ya apuntando al nuevo gobierno”, dijo a Clarín una fuente de la UCA.El Papa Francisco demoró varios meses en concederle la audiencia a la presidenta Cristina Kirchner, que finalmente le otorgó para el 7 de junio, como se conoció esta semana. Fuentes eclesiásticas dijeron a Clarín que los pedidos de la Casa Rosada fueron reiterados hasta que el pontífice accedió. Al fin de cuentas, dijeron, un Papa no puede negarle una reunión a un jefe de Estado, máxime si pertenece a la décima nación católica –por la cantidad de fieles- y es de su país natal.
La admisión que hizo el pontífice en las últimas semanas en el sentido de que se había sentido usado por ciertos políticos argentinos que lo visitaban en el Vaticano –agregaron- no abarca a un primer mandatario. Además, señalaron que Francisco no recibirá a Cristina en la residencia de Santa Marta, ni compartirá un almuerzo –como en los tres encuentros anteriores-, sino que será en una sala contigua al auditorio Pablo VI, y la cita será más breve.
En medios políticos se venía especulando con que la presidenta solicitaría una audiencia con el Papa tras las elecciones de octubre para despedirse de Francisco. El adelantamiento no permite saber qué mensaje le llevará ella, más allá de irá por la quinta foto –ya se reunió con el pontífice tres veces en Roma y lo saludó en Brasil- cuando falten dos semanas para las elecciones internas -no se sabe aún si ella será candidata a legisladora- y tres meses y medio para las abiertas.
Con respecto al Papa, algunos observadores que conocen bien a Francisco consideran que este cambiaría el eje de su inquietud política respecto a su país. Si hasta ahora, su premisa era “hay que cuidar a Cristina”, que significaba asegurar que llegará al fin de su mandato por la calidad institucional. Y que lo hiciera en las mejores condiciones porque en las crisis sufre toda la sociedad, especialmente los que menos tienen, ahora la premisa sería diferente.
Es que con el calendario electoral en la cuenta regresiva y con una economía que no parece que vaya a complicarse, al menos hasta el 10 de diciembre, la preocupación del Papa pasaría por asegurar que la transición sea lo más ordenada posible y que el nuevo gobierno no dé sus primeros pasos en medio de un tembladeral. La nueva premisa papal sería, pues, “hay que asegurar la transición”, “hay que ayudar a las nuevas autoridades”, que deberán afrontar grandes desafíos.
En esa línea se ubican los esfuerzos que viene haciendo la Iglesia argentina a través de la comisión de Pastoral Social. Ese equipo, encabezado por el obispo Jorge Lozano, viene reuniéndose con los candidatos presidenciales para alentarlos a delinear políticas de Estado en temas como la pobreza y la corrupción. Pero no solo lo hace por la magnitud de los desafíos, sino porque el nuevo gobierno no tendrá mayoría en el Congreso y será necesario buscar acuerdos.
Por lo demás, la alegría del oficialismo por la audiencia de Cristina con el Papa -que exhiben como un preciado trofeo- podría verse empañada en las próximas semanas. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA –una suerte de INDEC de la Iglesia- está terminando una encuesta sobre pobreza que arrojaría un aumento respecto de su última medición del cuatro trimestre de 2013, cuando la estimó en 27,5 % (22 % de pobres y 5,5 % de indigentes).
El Observatorio también está finalizando otra encuesta sobre el narcotráfico que revelaría un espeluznante avance en los barrios populares y las villas de emergencia. Con todo, todavía no se decidió si es conveniente su difusión ahora. “Por un lado, no queremos aparecer mezclados con la campaña electoral, pero tampoco dejar de señalar realidades que exigen respuestas, sobre todo ya apuntando al nuevo gobierno”, dijo a Clarín una fuente de la UCA.
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