Entregó su anillo y dejó de ser Papa: “Ahora soy peregrino”

Entregó su anillo y dejó de ser Papa: “Ahora soy peregrino”
Por Julio Algañaraz

La Iglesia Católica, con 1.200 millones de fieles, ya no tiene Pontífice. A las 8 de la noche de Roma, Benedicto XVI, el primer Papa que renuncia en 600 años, se retiró a la residencia de Castelgandolfo.

Ya no tiene Papa la Iglesia católica de 1.200 millones de fieles. A las ocho de la noche, cuatro horas menos en Argentina, ante cientos de periodistas que registraban la escena desde la plaza de Castelgandolfo, 30 kilómetros al sur de Roma, dos guardias suizos desmontaron la guardia y cerraron los altos portones del palacio donde, adentro, Joseph Ratzinger y su secretario personal, promovido hace poco a arzobispo, rezaban el rosario. A la misma hora en el Palacio Apostólico vaticano, fueron cerrados herméticamente, como enseña la tradición, los aposentos pontificios.

Tarcisio Bertone, el cardenal camarlengo, a cargo de la transición del Papa que ya no existe al nuevo Papa que elegirá en dos semanas el Cónclave de cardenales en la Capilla Sixtina, entró en los aposentos acompañado por altos prelados de la Curia y con un martillo rompió el anillo del pescador que llevaba Benedicto XVI y el sello pontificio. Estas ceremonias y los encuentros con el viejo Papa fueron dominados por la emoción de todos. El cardenal Bertone consumó los ritos habitualmente reservados a los papas que acaban de morir, con la excepción del primer pontífice renunciante en más de 600 años, y en estos actos se destituyó a si mismo con “primer ministro” del Papa y declaró decaídos a los altos prelados de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia.

Comenzó así el período de la sede vacante, que muchos no saben cuál es. Se trata de la sede catedral de San Juan de Letrán, la basílica madre del Papa, que es tal porque es obispo de Roma.

Un poco antes de las cinco de la tarde, Joseph Ratzinger, visiblemente afectado por el momento, salió de los aposentos pontificios por última vez. Atrás suyo estaba su secretario personal monseñor Georg Gaenswein, que llaman “el George Clooney del Vaticano”, de 56 años, con las vestimentas de arzobispo y jefe de la Casa Pontificia gracias a la promoción que le concedió el Papa, con quien está vinculado por un profundo afecto. Don Georg, como lo llaman todos, no resistió y comenzó a llorar brevemente delante de las cámaras y de un grupo de funcionarios vaticanos que también lagrimeaban.

El Papa y la comitiva bajaron al gran patio de San Dámaso, donde los esperaba un largo piquete de la Guardia Suiza con sus espléndidos uniformes, y el cardenal Bertone, que saludó también emocionado a su amigo Joseph Ratzinger.

Benedicto XVI se despidió de todos y en automóvil se dirigió al helipuerto vaticano, donde un helicóptero de la Aeronáutica italiana dio una vuelta por la basílica de San Pedro donde redoblaban las campanas de saludo, y sobrevoló después el Coliseo y la catedral de San Juan de Letrán, donde también redoblaban las campanas. Miles de romanos sobre los techos saludaban con afecto a “er Papa”, como se dice en dialecto, agitando pañuelos y las manos en signo de adiós. Quince minutos después el helicóptero aterrizó en Albano y desde allí otra comitiva automovilista recorrió dos kilómetros hasta la residencia de Castelgandolfo.

Una multitud aguardaba en la plaza. El Papa salió al balcón y habló sólo un minuto y medio. Dio varias veces las gracias y dijo: “A las 20 dejaré de ser el pontífice máximo. Ahora soy un peregrino que inicia la etapa final de su peregrinaje en la tierra. Gracias, gracias”. Acompañado de su secretario, se dirigió a los aposentos pontificios. En Castelgandolfo, el Papa residirá dos meses y después se trasladará al Vaticano, donde se retirará a un monasterio en la colina “en silencio, oración y meditación”. Vivirá allí con don Georg y cuatro monjas que se encargan de las tareas domésticas.

Por la mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, Benedicto XVI se despidió a los cardenales. “Uno de ustedes va a ser mi sucesor”, les dijo. Prometió rezar por el Cónclave y su “incondicionada reverencia y obediencia” al futuro Papa. Después los saludó uno por uno. Iniciada la sede vacante, los cardenales que ya han llegado a Roma se encontrarán hoy en el Vaticano y el lunes comenzarán las congregaciones generales. Examinarán la situación de la Iglesia y el crisis que ha causado la renuncia del Papa. Todos esperan un futuro pontífice de entre 65 y 70 años con buena salud, carismático, pero también un líder con mano firme para recuperar la unidad de la Iglesia, perdida por las feroces luchas de facciones internas.

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